lunes, 28 de octubre de 2013

RULETA RUSA-I
(10-27-13-4:55PM)
Por, Diego Trinidad, PhD.
Lo que sigue se escribió originalmente en abril, pero nunca se ha publicado.  Como llevo muchos años escribiendo algo en cada aniversario de la Crisis, aprovecho ahora, en uno más, para publicar este material después de actualizarlo.  Me parece que debe ser muy útil a todos los interesados en el tema porque es un análisis nuevo y porque incluye todo lo mejor publicado sobre el tema, especialmente desde el 2005. 
Cada vez que los historiadores que llevamos décadas (en mi caso 45 años) investigando y escribiendo sobre la Crisis de los Cohetes en Cuba de mayo a diciembre, 1962, pensamos que ya todo se ha revelado, aparece un libro nuevo sobre un tema no muy explorado, nuevas investigaciones o idealmente, nuevas revelaciones sobre la Crisis.  Pero en realidad, todavía queda mucho que descubrir y mucha documentación aún clasificada.  No solo en los archivos del gobierno de Estados Unidos, sino también de Rusia y otros antiguos países dominados por comunistas.  Inclusive falta lo que hay en los archivos de Cuba, los únicos que nunca se han abierto ni para un vistazo. 
Hace algunas semanas, un buen amigo argentino me pidió que leyera y escribiera una corta crítica sobre un trabajo publicado en Buenos Aires el pasado 24 de octubre por un profesor en sesión privada de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. (Omito el nombre del profesor a petición de mi amigo). El ensayo, titulado “Octubre de 1962: Los Misiles de la Discordia”, es un buen resumen narrativo sobre un tema que supongo no es muy conocido en Argentina.  Pero aprovecho la oportunidad para además hacer algunos comentarios adicionales sobre un importante libro publicado a finales del 2012, Blind Over Cuba: The Photo Gap and the Missile Crisis, por David M. Barrett y Max Holland. También quiero comentar sobre un importante artículo del mejor investigador sobre la Crisis desde hace tiempo, Michael Dobbs, publicado en la revista Smithsonian en Octubre, 2012. Lo que sigue es un nuevo análisis de la Crisis y todo lo publicado en los últimos diez años.  Al final, ofrezco una lista de varios importantes libros que se han escrito desde el 2005, y los cuales han cambiado bastante las interpretaciones sobre lo ocurrido en Cuba entre mayo y diciembre de 1962. 
Primero el ensayo del profesor argentino.  Generalmente es una narrativa interesante, informativa y  objetiva; cubre lo sucedido de una manera sucinta y ofrece mucha información para los neófitos en un ensayo relativamente breve.  Pero tiene un defecto fatal: está basado en información de más de 25 años.  Esto hace que aunque la materia que cubre es verídica, por otro lado hay una gran cantidad de información que ha sido revelada, sobre todo desde el 2005, de la cual quien lea “Los Misiles de la Discordia” nunca se puede enterar.  Específicamente, el profesor se basa en casi todo lo cubierto en su ensayo en dos libros, publicados entre 1987 y 1993, que cubrieron varias conferencias celebradas en Hawks Cay, Florida y Cambridge, Massachussets (1987); Moscú, Rusia (1989); Antigua (1991); y La Habana (1992).  Muchos de los participantes tuvieron importantes papeles protagonistas en la Crisis.  Estos libros fueron: On the Brink: Americans and Soviets Reexamine the Cuban Missile Crisis (1989), por James G. Blight y David Welch; y Cuba on the Brink: Castro, the Missile Crisis and the Soviet Collapse (1993) por James G. Blight, Bruce J. Allyn y David Welch.  Algunas de las figuras que participaron en las varias conferencias fueron los Secretarios de Defensa y Estado americanos Robert McNamara y Dean Rusk, y el líder cubano Fidel Castro.  Los principales en el drama, el presidente John Kennedy y su hermano Robert, Fiscal General de EE.UU. entonces y Nikita Khrushchev, Premier de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), por supuesto estaban muertos, aunque Robert Kennedy estuvo presente  “en espíritu” ya que su memoria “13 Días” (1999) fue utilizada por el autor sin citarla. 
Basar un ensayo tan amplio en tan pocas fuentes (y tan poco confiables) es riesgoso, y el profesor desafortunadamente cae en esa trampa y comete serios errores—no de facto, necesariamente—sino de omisión.   En primer lugar, este tipo de reuniones produce pocos nuevos datos; los participantes a veces actúan más como “celebridades” que como testigos.  Segundo, usualmente poco se aprende, solo se cubre territorio conocido (aunque en la reunión de Hawks Cay, Dean Rusk reveló algo hasta entonces secreto: que Kennedy tenía preparado a un antiguo funcionario de la ONU para que propusiera el intercambio de cohetes en Cuba por los instalados en Turquía si la URSS no aceptaba su propuesta; pero no fue necesario).  Finalmente, ocasionalmente los participantes tratan de cambiar los hechos y sobre todo, lo que dijeron y lo que hicieron durante los eventos.  Esto sucedió varias veces con McNamara, quien padeció siempre de una memoria muy selectiva cuando describía lo sucedido durante la Crisis.  Por ejemplo, el profesor cita a McNamara diciendo que el Almirante Denison había prohibido a los barcos americanos utilizar cohetes Honest John (tácticos) con capacidad nuclear.  Esto no es cierto.  Denison de hecho SI tenía la autoridad—sin contar con McNamara—de usar cohetes nucleares tácticos y nunca prohibió su uso, en buena parte porque la Marina de EE.UU. no sabía que los cuatro submarinos rusos  que merodeaban en aguas caribeñas estaban armados con un torpedo nuclear cada uno (y uno de ellos estuvo muy cerca de dispararlo). 
Otros participantes, como los generales Smith (EE.UU.) y Gribkov (URSS), no contribuyeron mucho en las discusiones, pero luego escribieron un excelente libro sobre la Crisis, Operation Anadyr (1994).  Y claro, en la conferencia de La Habana, la “estrella” fue el mismo Fidel Castro.  Pero como siempre fue su costumbre, Castro ofreció varias versiones de los hechos que estaban en conflicto con lo que había dicho en otras ocasiones. específicamente sobre sus motivaciones en permitir la instalación de los cohetes en Cuba y su famosa carta a Khrushchev, conocida como la “carta del Armagedón”, donde sugería al líder soviético que lanzara sus cohetes nucleares intercontinentales contra EE.UU. si se producía una invasión en Cuba por los americanos.  Como se puede ver, este es un peligro cierto: que algunos participantes tergiversen la historia.  Más adelante ofreceré evidencia de cómo casi todos los participantes en la Crisis del lado de EE.UU. cambiaron, algunas veces radicalmente, lo que hablaron y escribieron sobre sus actuaciones durante la Crisis, sobre todo los que fueron parte del Excom en Washington.  Claro que los autores de estos dos libros en que el profesor basa tanto de su relato no solo citaron a los participantes, sino que ofrecieron buenos análisis y comentarios, pero el problema es que el profesor acaba de escribir su ensayo hace seis meses y no sabemos por qué ignora toda la documentación que ha aparecido desde 1994, sobre todo varios magníficos libros que han sido publicados especialmente desde el 2005. 
Pero ahora vamos al gran libro Blind Over Cuba.  Aquí se cubre una de las grandes omisiones de la Crisis, algo de suma importancia pero hasta el pasado año, casi totalmente ignorado.  Sin embargo—y por eso título este artículo “Ruleta Rusa”—en verdad, debido a los 39 días en que los aviones de reconocimiento U-2 no volaron sobre Cuba desde septiembre 3 hasta octubre 12 de 1961, la Crisis pudiera haber terminado de una manera muy distinta y desastrosa para EE.UU.  Primero unas palabras sobre los autores. No conozco a Holland, pero es un buen investigador sobre asuntos del Internet y un experto en inteligencia.  A Barrett (Foto: David Barrett) si lo conozco bien. Fue instrumental en lograr que se desclasificara el Volumen III de la Historia Oficial de la CIA escrita por Jack Pfeiffer entre 1979 y 1984.  Pfeiffer pasó 10 años tratando de publicar los cuatro volúmenes, pero la CIA le ganó la batalla legal.  Después de la muerte de Pfeiffer, Barrett demandó a la CIA bajo la Ley de Libertad de Información (Freedom of Information Act), ganó el caso y logró que el Volumen III se publicara en su página de internet.  Barrett me pasó el Volumen III hace más de cinco años y me envió las notas de pie a su costo (no estaban incluidas en el Volumen III que publicó en su website). En el 2012, se han publicado los volúmenes I y II; solo el IV queda clasificado. Barrett es un gran investigador y un magnífico historiador, profesor de la Universidad de Villanova y autor de otro libro importantísimo libro, The CIA and Congress: The Untold Story from Truman to Kennedy (2005). 
En resumen, esto fue lo sucedido. Desde agosto de 1961, la CIA llevaba volando dos veces sobre Cuba cada mes.  Aunque el vuelo del 5 de agosto de 1962 no descubrió presencia de cohetes en Cuba (por unos días), John McCone, el nuevo Director de la CIA (republicano conservador), quien había substituido al legendario Allen Dulles después del fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos por el cual la CIA—y Dulles—fueron culpados (cuando Kennedy fue el verdadero responsable) tenía sospechas desde el 10 de agosto por otras razones de que la URSS estaba planeando introducir cohetes en la isla, pero por la nubosidad sobre Cuba, el segundo vuelo del mes no se realizó hasta el 29.  McCone, mientras tanto, estaba de viaje de luna de miel en Francia desde el 23 de agosto, pero mantenía sus sospechas y era informado de lo que sucedía. Cuando McCone se enteró del descubrimiento de una posible base de SAMs en el occidente de Cuba el 29, (se descubrieron ocho bases), se alarmó aún más, pues estaba convencido de que la única razón de Moscú en instalar bases de SAMs en Cuba era para proteger  otras bases de cohetes estratégicos que seguirían a los tácticos SAMs poco después.  Pero lejos de iniciar ninguna acción, Kennedy ordenó que todo se mantuviera en secreto (se revelo a la prensa el 4 de septiembre). 
Nada se hizo hasta el 10 de septiembre.  Ese día, en una reunión en la oficina del Asesor de Seguridad Nacional McGeorge Bundy, en la que estaban presentes Dean Rusk, Robert Kennedy, el General Pat Carter, Subdirector de la CIA y otros analistas, se decidió cancelar los vuelos de septiembre indefinidamente.  Al final, por mediación de Rusk, se permitieron los vuelos, pero no sobre la isla, sino en la periferia.  Así se llegó al famoso vuelo del 12 de octubre, cuando se descubrieron emplazamientos de cohetes estratégicos de mediano alcance.  Este fue la casi fatídica ruleta rusa que jugó la administración del Presidente Kennedy con el mundo.  Porque los primeros cohetes estratégicos se piensa que llegaron a Cuba entre el 15 y el 17 de septiembre y si su descubrimiento se demora unos días más, los cohetes rusos hubieran estado operacionales.  Entonces, nadie sabe lo que hubiera sucedido.  Pero el peligro de—al menos—un accidente nuclear, sino una guerra en sí, habría por seguro aumentado considerablemente. 
¿Por qué se tomó esta casi suicida decisión el 10 de septiembre?  Es en verdad muy difícil de explicar, pero básicamente la razón aludida por Rusk y Bundy fue el temor al derribo de un U-2 sobre Cuba. El 30 de agosto, un U-2 se había desviado y había violado el espacio aéreo ruso por varios minutos, lo que produjo una airada protesta del Kremlin.  El 8 de septiembre, otro U-2 procedente de Taiwán, se había “perdido” sobre China (nunca se supo que sucedió).  De manera que Rusk y Bundy decidieron—y Kennedy lo aprobó—que el peligro de un derribo era mucho peor que no volar sobre Cuba después que se habían descubierto ocho bases de SAMs en el occidente de la isla el 29 de agosto.  Además, esto hay que ponerlo en el contexto de la política americana hacia Rusia durante todo el verano de 1961.(Continuará)