EL ÚLTIMO EN "EL VENUS"

lunes, 10 de septiembre de 2012


EL ÚLTIMO EN "EL VENUS"
(8-31-12-5:00PM)
Por Esteban Fernández 
(A la memoria de “Bebo” Acosta)
Después del último viaje de la motonave Venus, después de haber estado 49 días detenidos en la Base de las Calderas en Santo Domingo, después de la desintegración del JURE, regresamos a Puerto Rico.
Los guajiros ex combatientes del Escambray,  Vicente Méndez, Edel Montiel, y sus seguidores, no llegaron con nosotros al muelle, sino que se montaron en una pequeña embarcación y  desembarcaron de antemano  en un lugar llamado Cataño.
Acto seguido, la tripulación del barco se fue yendo para Miami poco a poco. La cuestión fue, que al mes yo estaba completamente solo en aquel navío de 110 pies de eslora. 
Tuve la suerte que un ancianito cubano llamado Estanislao (que había sido el contramaestre del barco ) se acercaba al “Venus” diariamente en un botecito y me traía  alimentos y los cocinaba. Me hablaba por un rato, conversábamos de Cuba, y me hacía alardes de una muchacha puertorriqueña que le daba alojo en su casa. Se iba y no regresaba hasta el próximo día.   
No tenía ni un solo centavo, y andaba con dos mudas de ropa que lavaba a mano un día si y un día no. Como ustedes se imaginarán, en el Venus no tenía que pagar renta, ya les dije que el viejito me daba comida, y una joven llamada Carmen Rivera, que conocí a priori en Bayamón, me visitaba. Así es que desesperadodel todo no estaba.
Yo tenía la esperanza que los líderes del JURE, Manolo Ray Rivero o Rogelio Cisneros, llegaran y me enviaran para otro lugar. Lo único que me molestaba era no conocer el paradero de Alberto Muñoz Riopedre, uno de los que iban a desembarcar en Cuba, y que se había hecho mi mejor amigo.  Pensaba: “Si Albertico supiera mi situación, me sacaba  de aquí.” 
De pronto, una mañana se aparece un hombre y noté tres cosas: una, que tenía cara de hombre serio, la otra que era calvo, y por último que era cubano. Y no crean que la tercera me inspiró mucha tranquilidad, porque estábamos en guerra contra el castrismo, y los castristas en su mayoría también son cubanos. 
Él tampoco me tenía entera confianza. Me dijo en forma agresiva: “Muchacho ¿y tú quién eres, que haces aquí?”. Yo le contesté sonriéndome (o algo parecido a una sonrisa): "Eso mismo le iba a preguntar a  usted”... 
Me dijo: “Mi nombre es “Bebo Acosta” y vengo a hacerme cargo de esta embarcación”. Entonces más aliviado le dije: “Soy Esteban (sin darle mi apellido) y soy el telegrafista de este barco”... 
Me contestó: “Voy a buscar un teléfono en San Juan, averiguo de verdad quién eres tú y vuelvo para acá. Si no te conviene mi presencia aquí, piérdete antes de que yo regrese”. Y  como no tenía nada que ocultar, ni lugar a donde ir, me quedé allí  hasta que “Bebo” regresó sonriente y me estrechó la mano... 
Me dijo: “¿Muchacho, tu estás loco? Los que quedan de la Junta no tienen ni la menor idea en donde tu has estado metido.  ¿Qué haces tú aquí todavía?”... Le respondí: "Es que no tengo dinero para poder irme de Puerto Rico; además, no quería dejar el Venus completamente abandonado”... Soltó una carcajada y me dijo: “A ti te falta un tornillo, parece que no tienes ni 20 años. Ni te preocupes que te vas conmigo para Florida”... Suspiré hondo. 
Nos montamos en un avión y nos fuimos. La esposa de Bebo nos recibió en el aeropuerto. Yo sólo traía un papelito con el número de teléfonos de una desconocida para mí,  llamada Diana Ayala, que Humberto Solís  me había dado  diciéndome: "Me voy, pero por si acaso algún día llegas a Miami solo, recurre a ella que es una persona caritativa y buena,  y siempre va a saber mi paradero"... 
A mí me pareció que mi indumentaria era tan precaria, además de la presentación que me hizo Bebo a su esposa, que ambas cosas inmediatamente contribuyeron a que la señora me cogiera tremenda lástima.  
"Bebo" me preguntó: "¿Para dónde te llevo?" y le respondí: “Para la casa de Carlos Zárraga, allá están los guajiros del Escambray y puedo incorporarme al próximo desembarco en Cuba". Entonces los dos se miraron con tristeza (no tuvieron necesidad de ponerse de acuerdo) y me dijeron: “No, chico, ven con nosotros, te puedes quedar un tiempo en nuestro hogar". Pero yo escogí irme con el futuro mártir Vicente Méndez. Al llegar a donde les pedí que me llevaran, nos despedimos con un apretado abrazo,  que tanto “Bebo” como su esposa, me dieron al unísono. Y como colofón les diré que Orlando “Bebo” Acosta fue uno de los más aguerridos  combatientes en la causa cubana. Fue un  héroe del M.R.R. y de la guerra por la libertad de Cuba. Fue hombre de confianza del gran  Rogelio González Corzo, el famoso mártir “Francisco”. La historia del anticastrismo no se puede escribir ignorando a Orlando Acosta. 
Sobre él manifestó mi amigo Waldito Castroverde: "Bebo" se convirtió en el mentor de toda una generación de jóvenes cubanos, ansiosos de ser útil en la lucha por la libertad de nuestra Patria. A "Bebo" acudíamos, a pedir consejos, preguntando dónde y cómo podíamos participar en acciones en contra del Castrismo, porque sabíamos, que si había algún intento o proyecto para llevar la guerra a Cuba, allí estaba "Bebo", ayudando, cooperando con total desinterés, sin pretender ganar gloria o fama"... 
"Bebo" falleció hace años y “El Venus” quedó en manos del Comandante "Nino" Díaz.  Después de varios fracasos bélicos Joaquín y Mercedes Bin hicieron una colecta y me trajeron para California. Mis hijas, que heredaron mi sentido del humor, me dicen a cada rato: "Papi, si no hubiera sido por el señor Acosta todavía tu vivirías en el Venus". Y yo les respondo: “Y ustedes fueran mitad boricua”...