EL CASO GROSS:CON LA DUDA, EL DESCONOCIMIENTO Y LA INEXPERIENCIA DEL PRIMER DÍA

viernes, 9 de diciembre de 2011

EL CASO GROSS:CON LA DUDA, EL DESCONOCIMIENTO Y LA INEXPERIENCIA DEL PRIMER DÍA
(12-6-11-5:00PM)
Por Andrés Pascual
La forma como presenta la tiranía cubana el caso del contratista Alan Gross no es nueva: "detenido con material de comunicación", es decir, ordinarios y comunes teléfonos celulares, aun en Cuba; sin embargo, al definir de esa manera la razón de su condena carcelaria a 15 años, pretenden influir en la conciencia de los militantes (no tan necesario), de apáticos, de dudosos o de tontos útiles, porque, "material de comunicación" suena a eterno enemigo y chivo expiatorio del fracaso generalizado del experimento castrocomunista desde el primer día: la CIA.
Con respecto a este individuo sucedieron cosas: tuvo como acusadores a chivatos de la comunidad hebrea y está al borde de declarar que fue él "quien mató a Jesús", nada nuevo luego de que comenzó a entender que ese juego es "al duro y sin guante".
Ante la situación cubana (hablo de la tragedia nacional), asombra el poco conocimiento que mantiene a raya la lucha por la libertad del país: con evidencias comprobadas y comprobables de todo tipo, cada día el castrocomunismo gana más adeptos en vez de perderlos, con el aditamento de que mundo y medio cree lo que le conviene y no lo que debe, empezando por los estadounidenses.
Judy Gross (foto), esposa del rehén "material de canje", ha hecho algunas declaraciones que solo pudiera rubricarlas alguien caído del cielo: "me sugirieron que no hiciera bulla para no molestar a los cubanos", según ella, no surtió efecto, entonces, el día del segundo aniversario del encierro de su esposo, cambió el discurso a "tenemos que hacer ruido, hacernos notar..." y reunió unos cuantos simpatizantes con pancartas en hebreo frente al búnker castrista en Washington, para que "quien pase se interese y pregunte de qué se trata".
Señora, ninguna alternativa suya puede proteger a su marido ni influir en el ánimo de sus captores, que no se está hablando de seres humanos, son bestias que se bandean como les da la gana, no solo ante el reclamo humanitario, sino ante cualquier ley que reglamente el respeto al individuo de las conocidas e implementadas hasta hoy. Son gentuza a la que le permite la comunidad internacional hacer lo que quiera, con quien quiera y cuando sea.
A Alan Gross no lo han reprimido ni la vigésima parte de lo que acostumbran posiblemente, sin embargo, el hombre ya le ha concedido el beneficio de la duda a los interesados en apoyar a la dictadura cuando ha dicho: "yo no sabía lo que tramaban los que me enviaron..." con lo que reconoció, en autocrítica castro-estalinista tan vieja que cansa, que tanto él como su compañía son culpables.
Es increíble cómo el mundo libre se ha empeñado en acreditar a la tiranía castrocomunista tal un país democrático, común y corriente, capaz de respetar los derechos internacionales o los derechos humanos; o, quién sabe si sea porque los tiempos, desde los últimos 50 años, los "refrescan" corrientes hipócritas de intereses escondidos para los que para nada cuentan la vergüenza, la fidelidad, la solidaridad ni la misericordia.
La esposa de Gross y su hija padecen de cáncer; el sustituto de tirano en jefe declaró que "sabe por lo que están pasando sus familiares", pero la campaña por liberar a ese hombre no tiene ni la millonésima parte del apoyo que tuvo la de Luis Corvalán, o la del capitán Pedro Rodríguez, preso en Portugal durante los 70's como mercenario castrista, al que puso en libertad el socialista Mario Soares.
Alan Gross necesita medio mundo detrás, como hacen los comunistas para "ocupar" las calles de varias ciudades en eventos de su interés. Con una carta a Obama de la suegra de Judy Gross no se resuelve ese problema.
Lo primero que debe reconocer la campaña proliberación de Alan Gross es que, la gravedad del caso de los terroristas del castrismo presos aquí, no es igual a la del individuo por asuntos de seguridad nacional; después, reconocer que cambiar el método de exigencia a "hacer bulla" no es suficiente y, tercero, lo más efectivo: denunciar constantemente este acto como un caso de represión y abuso que encubre intereses personales de Raúl Castro, lo que sería extensivo en solidaridad con los millones de cubanos que sufren más que el contratista, aun sin estar en prisión.
Cuando los ciudadanos americanos reconozcan que esa tiranía no debe existir, que esa esencia criminal y esclavista debe desaparecer del ámbito regional, entonces mejorarán las cosas para que el próximo no caiga en las garras de esos animales con igual de mala suerte; porque, se les acuse o no de asesinos, ellos lo van a liberar cuando crean y no cuando alguien quiera.
Más importante que la referencia a que el califato no ha hecho casi nada por liberar a su esposo es considerar lo que le sugirieron sobre "no molestar a la tiranía", en relación con el inquilino extremista de la mezquita desde donde se dirige este país: cuando estén en control de realidades que, por fidelidad deberían saber, entonces tal vez entiendan que eso que le recomendaron es la política de la administración de Husseim con respecto a la dictadura, práctica consuetudinaria del propio califa: no meterse con los tiranos simpatizantes, en especial, con las alimañas de La Habana, sino todo lo contrario.