A MEDIO SIGLO DEL ABISMO LA CRISIS DE LOS COHETES DE OCTUBRE 1962: GARANTÍA DE LA REVOLUCIÓN-VIII Y FINAL
viernes, 4 de noviembre de 2011
A MEDIO SIGLO DEL ABISMO
LA CRISIS DE LOS COHETES DE OCTUBRE 1962: GARANTÍA DE LA
REVOLUCIÓN-VIII Y FINAL
(11-3-11-5:10PM)
Por Diego
Trinidad, Ph. D
La única conclusión a la cual se puede llegar sobre la Crisis
de Octubre es que Kennedy, una vez más, lejos de haber sido el “ganador” en la
crisis, desperdició quizás la última oportunidad de eliminar el régimen
castrista en Cuba.
Esto es de suma importancia y no sólo para los cubanos. Como concluyó un reporte
del Senado en 1963, “La evidencia es abrumadora que Castro está apoyando,
incitando, ayudando y contribuyendo a los movimientos revolucionarios y
subversivos a través del Hemisferio Occidental y que tales actividades
presentan una grave y ominosa amenaza a la paz y la seguridad de las Américas”55
(énfasis mío). Cuba se convirtió en la más grande y peligrosa amenaza para
la seguridad de toda América, incluyendo por supuesto a EU. Y el enorme costo
en dinero y en vidas inútilmente perdidas en 51 años de revolución cubana, es
incalculable. No queda otro remedio que condenar al presidente John F. Kennedy
de la forma más severa, por su responsabilidad en mantener y conservar el
régimen de los hermanos Castro en Cuba por medio siglo.
Por otro lado, se puede decir que algo valioso resultó de la
peligrosidad de la crisis, aunque este “logro” no sea remotamente meritorio en
comparación con el riesgo que se corrió. La mayor parte de los problemas que se
presentaron en tratar de resolver la crisis fueron debidos a la lentitud de las
comunicaciones entre Washigton y Moscú. En verdad, hasta la falta de
comunicaciones en algunos casos,
como con los submarinos rusos,
lo que fue el peligro máximo durante la crisis ya que no había comunicación
posible y los comandantes de los submarinos ni siquiera sabían lo que estaba
sucediendo en el mundo de la superficie. Después de la crisis se estableció lo
conocido como la “línea caliente” (“hot line”) entre Washington y Moscú para
mejorar y apurar las comunicaciones directas entre los líderes de ambos países (curiosamente,
la terminal de Washington por mucho tiempo no estaba en la Casa Blanca sino en
el Pentágono).
Una de las grandes ironías
del desenlace de la Crisis de
los Cohetes fue la neutralización de Berlín como punto focal en las relaciones
entre Occidente y el Bloque Comunista. La Crisis de Berlín del verano de 1961,
la cual surgió del primer ultimátum de Khrushchev a Eisenhower en 1958 (ignorado
por Eisenhower y sin consecuencias) y terminó siendo una de las principales
razones que llevaron a Khrushchev a colocar cohetes nucleares en Cuba 14 meses
después (debido a la reacción de Kennedy, al permitir, entre otras cosas, la
construcción del Muro de Berlín), desapareció después del “entendimiento” entre
el presidente americano y el premier soviético de octubre 28, con la
consiguiente mejora en las relaciones entre EU y la URRS. Khrushchev, quien
pensaba culminar su carrera ante la ONU en New York en noviembre 1962 anunciando
la presencia de cohetes nucleares en Cuba y reanudando su ultimátum sobre Berlín,
el cual esta vez sería aceptado por Kennedy, terminó engavetando a Berlín como
la principal cuestión política entre Occidente y el mundo comunista. Eso
también fue uno de los resultados permanentes de la Crisis de los Cohetes, pues
ningún otro líder de la Unión Soviética volvió a colocar a Berlín como punto
focal en las relaciones entre los dos bloques. El Muro cumplió su cometido
hasta que fue derribado en 1989.
¿Hubieron algunas lecciones de la Crisis de Octubre?
Definitivamente no las lecciones que nos quisieron legar los apologistas de los
Kennedy, tales como Ted
Sorensen y Robert McNamara, quienes además de propagar a los cuatro vientos la
gran victoria de Kennedy gracias a su serenidad y su ¡sabiduría! (para no
mencionar su moderación al no eliminar la presencia de los cohetes en Cuba y
mucho menos en invadir la isla para derrocar el régimen castrista, lo que fue la
obsesión de Kennedy por tres años), también pronosticaron en 1965 que los rusos
abandonarían su esfuerzo por ganar la carrera armamentista y que implícitamente
aceptarían la superioridad de EU. McNamara llegó hasta el punto de predecir en
1965 que no hay indicación de que los soviéticos estén buscando el desarrollo de
una fuerza nuclear tan grande como la nuestra”.
Para 1970, Rusia no sólo había alcanzado a EU en poderío atómico
y militar, sino que se había ido adelante. Con profetas así se llegó a
Vietnam y los “mejores y más
brillantes” nos llevaron a la primera derrota militar de EU en su historia.
Pero en realidad quizás la gran lección de la Crisis fue como los tres
principales protagonistas, Kennedy, Khrushchev y Castro cometieron tremendos
errores de apreciación y de juicio, los cuales contribuyeron más que nada a la
Crisis. Kennedy, por las razones que fueran, negligentemente ignoró—y permitió—que
la Operación Anadyr prosiguiera a través del verano de 1962 y casi tuviera éxito,
ignorando todo tipo de advertencias de muchos expertos y hasta de hombres de su
mayor confianza, como su hermano—quien primero previno de la posibilidad de que
Rusia introdujera cohetes nucleares en Cuba ¡desde fines de abril 1961! Además,
estaba convencido de la presencia e influencia de “fuerzas siniestras” en el
Kremlin que impulsaron a Khrushchev a tomar la fatídica decisión, cuando fue el
líder ruso—y nadie más que él—quien tomó todas las decisiones que llevaron a la
Crisis. Inexplicablemente, ignoró en gran parte la magnífica información que
tenía sobre el verdadero estado de la cohetería nuclear rusa (en buena parte
proveniente del espía Penkovskiy, cuyos reportes leía ávidamente, pero también
de los satélites CORONA) y no utilizó esa enorme ventaja para presionar más a
Khrushchev y lograr una resolución final en las relaciones entre Rusia y EU.
Khrushchev, por supuesto, cometió el más serio error al creer firmemente que
Kennedy era un hombre débil a quien podía dominar y quien se sometería a su
chantaje atómico. Khrushchev también estaba convencido que detrás de Kennedy
había “fuerzas oscuras” que lo controlaban: el Pentágono, la
CIA, Wall Street. Los dos, por supuesto, estaban equivocados y partiendo de
esas bases, cometieron varios errores de cálculo que afectaron las políticas de
sus dos países. Pero Castro fue quien més se equivocó, pues creyó firmemente en
el poderío de la cohetería nuclear rusa y en su voluntad de utilizarlo contra su
archienemigo, EU. Su mal cálculo casi cuesta la destrucción total de Cuba y una
posible guerra nuclear.
¿Hubo tanto peligro de una guerra nuclear
como por tanto tiempo se ha
creído? Desde que escribí mi disertación doctoral en 1971, ni yo ni muchos
otros autores nunca lo pensamos. Había, ya entonces, muchas razones para pensar
así. Kennedy puso las probabilidades de guerra tan altas como una en tres.
Pero uno de los mejores analistas del Departamento de Estado las consideró
remotas, no más de una en 100.56 Pero
según se reveló más documentación, sobre todo después que los archivos del
partido comunista ruso se abrieron por un tiempo en los años 1990 las dudas
aumentaron. Personalmente, solamente en los últimos tres o cuatro años me he
convencido que sí hubo peligro y mucho. Pero no porque Khrushchev hubiera ido a
la guerra. Eso no fue nunca su intención ni tampoco la de utilizar los cohetes
introducidos en Cuba. Sobre esto no hay dudas después de las revelaciones hechas
por Fursenko y Naftali en 2006 y de Michael Dobbs hace unos meses.
El gran peligro fue que por un accidente, lo más probable en
referencia a la situación con los submarinos, pero casi seguramente en caso de
una invasión a Cuba,
sí se hubieran utilizado armas nucleares. En ese caso Cuba hubiera quedado
vaporizada, que eran los deseos macabros de Castro, para así “inmolarse” para
siempre. ¿Y Rusia? Hubiera sido totalmente devastada pues,
como ya se sabe, malamente se podía defender y muy difícilmente
hubiera podido ni lanzar algún que otro ICBM que diera en el blanco en EU. Aún
así, las probabilidades de una catástrofe a nivel mundial son demasiado
espeluznantes para siquiera considerarlas sobriamente. Así que en conclusión, la
verdadera y única lección de la Crisis de Octubre fue que NUNCA se debe llegar
tan cerca del abismo y que en una guerra mundial, no habría ni
ganadores ni perdedores. Afortunadamente para el mundo, así ha sido desde que
se llegó a ese abismo por primera y única vez en octubre de 1962.57
55
Comité de las Fuerzas Armadas, Interim Report, U.S. Senate, 88th
Congress, 1st Session, 9 de mayo de 1963, Washington, Government
Printing Office, 1963, p. 4
56 Garthoff, op. cit.,
pp. 190-91
57 Además de todo lo
dicho al respecto, hay que considerar lo primitivas que eran las
comunicaciones en aquellos tiempos, sobre todo en Rusia, y el
hecho—inusitado y todavía mayormente desconocido—que las armas nucleares
tácticas de ambas superpotencias, a veces estaban controladas, en el sentido
de quien decidía cuando usarlas, por meros tenientes. Todo esto hubiera
podido definitivamente contribuir a un accidente no intencionado.
Thomas C. Reed, At the Abyss: An Inside History of the Cold War
(New York, Ballantine Books, 2005), pp. 322-25
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