EN DEFENSA DEL HABANO FIDEL CASTRO Y EL CARÁCTER ANAL

viernes, 4 de noviembre de 2011

EN DEFENSA DEL HABANO
FIDEL CASTRO Y EL CARÁCTER ANAL
(11-3-11-5:10PM)
Por Francisco Escobar
Algo tiene el tabaco que personaliza y premia a sus auténticos aficionados o castiga sin misericordia a sus falsos profetas.
Otto von Bismark edificó el poderoso estado alemán y murió longevo y feliz después de haber fumado mas de 100, 000 puros.
Sir Winston Churchill salvó a Inglaterra, se fumó en tiempo record los 10, 000 habanos que le enviaron desde Cuba durante la guerra, y murió, nonagenario y feliz, en pleno uso de sus facultades y con su habitual "Cuba en los labios".
El Beato Padre Pio de Pietralchina murió, en los brazos del Señor, con su bolsa de tabaco en la sotana.
Hitler odiaba ferozmente el tabaco. Stalin solo fumaba cigarrillos rubios, me imagino que Pol Pot, el heroinámano, tampoco amaba los puros.
Fidel Castro en cambio, que no fumaba sino que devoraba cualquier cosa por incontinencia bucal, ya fueran tabacos o palabras, devoró también a Cuba, quizas porque sabía a tabaco, pero la justicia llega y esta ahora pagando por eso.
Sigmund Freud, el hombre que descubrió el Psicoanálisis con ayuda de los veinte habanos que fumaba diariamente, publicó en 1909 uno de sus mayores descubrimientos: "El carácter y el erotismo anal".
Según Freud “lo que lleva en la infancia a la formación de un carácter anal es un tipo de miedo que orienta el interés del niño hacia los procesos de evacuación, hacia las heces, se siente atraido hacia todo lo que es esteril para la vida, como la basura, las cosas inútiles”..
En el adulto esta predileccián se transforma en una pasión incontrolada por poseer, atesorar, dominar por el mero hecho de acumular y no de crear o producir .
El carácter anal define al individuo por su necrofilia y lo caracteriza como aquel cuya mayor pasión es convertir al hombre en un cadáver. A veces el necrófilo, aquel niño que se orinaba los pantalones y que de adulto se convirtió en un cobarde, puede no atreverse a matar pero le fascina extraordinariamente quitarle a los otros hombres la libertad, por la traicion o la fuerza.
El hombre anal ama apasionadamente la fuerza y su mayor hazaña es lograr destruir la vida. Para ellos los hombres se dividen en los que tienen el poder de matar y los que carecen de él.
La influencia de déspotas como Hitler, Stalin y Fidel Castro, ateos extraordinariamente anales, estriba en su capacidad para matar y su complacencia en hacerlo.
El tirano de Cuba, habiendo sido siempre psicológicamente anal, se fue convirtiendo misteriosamente en fisiologicamente anal con la senectud. El decrépito tirano está muriendo lentamente como resultado de las atropelladas indigestiones de tabaco que paulatinamente le fueron consumiendo el intestino y lo obligaron a sustituir su ano por una prótesis. Fidel Castro, que nunca tuvo sensibilidad para comprender que el habano se disfruta con el espiritu y no con el estómago, que consumió gigantescas cantidades de tabaco que mordía y tragaba incesantemente y sin paladear en medio del humo es hoy ese viejo espasmótico que se debate entre diarreas y hemorragias pero que inevitablemente está pagando por su vulgaridad. El tabaco le devoró por dentro las vías digestivas como castigo a su falta de clase.
Agoniza en estos precisos momentos- entre las molestias de su ano artificial y el ruido de vacinillas que provocan sus nerviosos edecanes- por el solo hecho de haber humillado al tabaco. La culpa de su desgracia no puede ser del tabaco sino de él.
El habano es cosa de hombres y por lo tanto tenemos que tener la independencia y la virilidad de defenderlo y sobre todo la decencia de no mancillarlo, si alguien lo intenta ya pagará las consecuencias.
¡Gloria al tabaco habano!, el que se paladea y se aspira, aquel que eleva nuestro espiritu como volutas al cielo y nos regala el éxtasis de sus cenizas.