FELIPE RIVERO DÍAZ RELATA SU CAPTURA EN PLAYA GIRÓN

viernes, 4 de noviembre de 2011

LA HISTORIA EN LA MEMORIA
(11-3-11-11:00AM)
FELIPE RIVERO DÍAZ RELATA SU CAPTURA EN PLAYA GIRÓN
Ahora convergemos sobre la retaguardia nuestra, que resulta ser el pueblo de Girón. Un moderno villorrio turístico junto al mar, completamente destrozado por los bombardeos aereos. EI spectaculo que contemplo desde una pequena elevación de terreno, se asemeja a un Dunkerque, un Dunkerque en miniatura. Algunas lanchas de goma  y un pequeno pesquero de una vela, repletos todos con hombres nuestros, tratan desesperadamente de alejarse de la costa, mientras los proyectiles de la artillerla enemiga, levantan columnas de agua a su alrededor. En la playa se apiñan nuestros vehículos y cientos de hombres. Es el final.
Junto a un bohío abandonado, descubro un barril. Está lIeno de agua ... pero ... ¿cómo bebérmela?, me pregunto desesperado.  Habíamos perdido nuestras cantimploras. Entonces, Vilarello, mi buen compañero en el team de bazukas, me alcanza una botella polvorienta. "Llénala rápido ... y vámonos de aquí!", me dice: "los millcianos están muy cerca ... " Lleno la botella y me la IIevo enseguida a Ia boca. Es un agua tibia y babosa. Miro para el barril. EI agua tiene un color verde carmelitoso. Sobre su superficie, flotan pudriendose infinidad de insectos, una rata negra y unas cuantas lagartijas. EI asco se confunde ahora con la sensaci6n de alivio, que me produce el agua. Mi compañero toma tambien la botella. Mira hacia el barril y no dice nada. Yo tampoco. Llenos de asco, pero sintiéndonos mejor, corremos hacia la playa.
Muy cerca de la costa, observo a un destructor norteamericano. Una de nuestras lanchitas de goma, se Ie acerca humildemente. Por encima de ambos, revolotea un "Sea Fury", poderoso avión de caza inglés, perteneciente al enemigo. No se atreve a atacar a la frágil embarcación nuestra, al parecer por temor a las antiaereas del destructor. Entonces el barco norteamericano vira en redondo y se aleja hacia la línea del horizonte. Como un halcón furioso, el avión se lanza en picada sobre la lancha.
Segundos después, esta parece desmaterializarse sobre la clara superficie del mar. Los tres o cuatros tanques que nos quedaban, abandonados ya, están parqueados en fila, a unas pocas yardas de donde estoy parado. Corro hacia el más cercano. En mi cerebro bulle un pensamiento: Dispararle un cañonazo a ese destructor, para que se acuerden de nosotros mientras vivan. Ya junto al tanque, un segundo pensamiento hace que me detenga. Yo no se como hacer funcionar el cañón del tanque, y aun si lo lograse por mi entrenamiento en distintas armas, pienso, el dispositivo eléctrico, que mueve la torreta del cañón, estaba descompuesto en casi todos los tanques nuestros. Nos los habían dado vejos y defectuosos. Yo solo no podía moverlo a mano. Me encaramo en el tanque. El buque de guerra norteamericano continúa alejándose. Miro hacia unos cuantos compañeros, que pasan corriendo cerca de donde estoy, y les grito: "Doscienios años de infamia; van tras la estela de ese barco ... !". Nadie me hace caso.
La negrura de la noche es casi impenetrable. Los cañones enemigos, peinan constantemente el bosque, donde cientos de hombres, nos hemos refugiado. El frío proveniente de la ciénaga y los mosquitos, aumentan nuestros sufrimientos. No hay una gota de agua en nuestro grupo. La botella de agua sucia se quedó con Vilarello. Un ataque aereo nos había separado. Nunca mas lo volvería a ver, pues moriría asfixiado en la famosa rastra de la muerte, del "comandante" Osmani Cienfuegos. Por un instante, coqueteó con la idea del suicidio. Alzo el cañón del M-3 hacia la altura de mi cabeza, pero entonces pienso, que con lo largo que es y el tirón que da, lo más probable sería, que no lograse matarme bien. ..Ademas .... " me digo mientras bajo el arma "de hacerlo ... me iría al infierno" .
Este último pensamiento, me trae a la memoria a un viejo amigo y compañero de colegio, que solía decir, que todo aquel que ha estado por varios años en un colegio religioso, lIevaba siempre a un curita escondido en la parte de atrás del cerebro. A pesar de lo terrible de la situación, no pude evitar reirme para mis adentros, acordándome de los nueve años que pasé con él en el colegio de Belén, y lo cierto que era aquello que decía. EI curita entonces me indica que debo confesarme. Por suerte hay un sacerdote en nuestro patético grupo. Me arrastro hasta él en la oscuridad y Ie digo: -Padre ... yo quisiera confesarme. -Su blanqulíima y redonda cara hispana se recorta extrañamente en la negrura de aquel bosque. Con un poco de imaginación, aquel cura estaba dentro de la penumbra de un confesionario. Pero no, no estábamos en una Iglesia, sino en un monte inhóspito. EI cura no tenía sotana, sino un uniforme de camouflage, y en su mano derecha, en vez de un breviario, empuñaba una pavorosa pistola 45. Al escuchar mis palabras, sus ojos se abrieron desmesuradamente, tras unos espejuelos con armadura metálica. -iPero hijo... -exclamó-"¿tu crees que este es el momento? !Padre ,-le respondí-"¿Qué otro momento más apropiado que este?  Dentro de poco -continué diciendole-al paso que va esto, no nos quedarán más momentos... -"¿Tu crees? -me dijo bajando la voz- Sí, Padre, esto se acabó ... Sí salimos con vida de aquí, será un milagro. -Al pronunciar yo estas últimas palabras, creí ver un destello de miedo en su mirada. Me hizo un efecto espantoso.
¡Un cura con miedo .. un cura, que no quería morir!. Imposible... son Ideas mías, me dije a la vez que sentía vibrar hasta sus cimientos, el andamiaje de quince años de educación religiosa. La voz del cura me sacó de m1 confusión. Entre los cañonazos enemigos, cada vez más cerca, le escuché decir: -Ave María Purísima ... Y ahora repite conmigo.. Sin Pecado Concebida -Sin Pecado Concebida,-repetí. Entonces precipitadamente me dijo : “Estás absuelto,  con la obligación de repetir esta confesión en forma apropiada ... cuando las circunstancias lo permitan.
"Cuando las circunstancias lo permitan!" exclamé para mis adentros con tristeza. "Pero bueno", continué diciéndome "ya este asunto, por lo menos lo tengo resuelto, el pasaporte para el más allá!"
Es el momento de rendirnos. Escondido con dos compañeros más, observamos desde la tupida maleza y a pocas yardas de nosotros a las tropas enemigas. Están por donde quiera. Solo dos de nosotros estamos armados con sub-ametralladoras. EI tercero está en muy mal estado, con dificultad para respirar. Muertos de sed y de cansancio, lIegamos a la amarga conclusión de que toda resistencia es ya inutil. Entonces me arranco las insignias del uniforme, pues ya que éstas son siempre peligrosas, cuando uno cae en poder del enemigo, ya que tienden a excitar y exacerbar su furia. Tomo mi M-3 y lo voy a romper, antes de salir a un claro donde están los milicianos y entregarme, pero algo me detiene. Contemplo el arma, ese fiel aparato, que muchas veces me salvó la vida y hasta me sirvió de almohada ... Lo único que nunca me falló, durante toda aquella experiencia, donde tantas máqu1nas y hombres, s1 fallaronl. Lo único en quien yo verdaderamente confiaba.... ¡No...no puedo hacerle eso a mi fiel compañero! pensé.  ¿No se Ie toma cariño a un automovil, a un mueble y a otras cosas inanimadas, que extrañamente nos duele, cuando tenemos que desecharlas? Lo deposito en la tierra con suavidad, y después lo cubro de hojas secas; mientras, pienso que soy un sentimental incurable. Me incorporo del suelo y doy unos pasos. La ausencla del peso del arma me produce una extraña ligereza, que me asusta, casi como si estuviese desnudo. Sí, pienso entonces, ya solo me queda conmigo mi suerte.
EI pueblo de Girón está repleto, no solo de milicianos y prisioneros de la Brigada invasora, sino de periodistas cubanos y extranjeros, y personajes del régimen. Hay un ambiente en todo esto irreal, como si se tratase de una feria. Chistes, insultos, palabras bondadosas, amenazas, sarcasmos, risas y lágrimas. Pero para mi, y me imagino que para mis otros compañeros de infortunio, algo importantísimo: ¡Agua... agua limpia y a pastos!
La casa donde estábamos detenidos unos veinte de nosotros, era amplia y fresca. Sentados o acostados en el piso de lozas azules, podíamos observar el espectáculo, pues las puertas y las ventanas estaban abiertas de par en par. Constantemente entraban al recinto oficiales enemigos y periodistas, ya fuese a hacernos preguntas, como solo a contemplarnos y satisfacer su curiosidad. De repente hizo su aparición, rodeado de unos cuantos hombres fuertemente armadas, un individuo de figura insignificante, con una cámara fotográfica colgada al cuello. Mi memoria está trabajando muy bien. Me reproduce sus rasgos nítidamente. Era un tipo corriente ... barato. El típico cubanito blanco "guaricandilla" con pantalón de color indefinido y camisita blanca, muy limpio. Estatura mediana, bastante delgado, facciones simples, más bien afiladas, pelo muy negro, y el inevitable y picúo bigotito de chulito de "café con leche". Un individuo al que en el transcurso de mi vida había visto un millón de veces. En un tiro al blanco, de "coime" de un billar, abriéndome la puerta de una oficina, barriendo un parque, vestido de azul dentro de una perseguidora de la policlí, de conductor de una "guagua", entre las sombras de un prostíbulo de la calle Crespo, o simplemente, tratando de venderme un billete de lotería o preparándome una "frita". Se fue acercando a varios de mis compañeros y preguntándoles el nombre. Cuando lIegó hasta mí, mas o menos, se produjo entre nosotros este diálogo: -y tu .. . ¿Cómo te llamas? -me preguntó, en un tono amigable y con cierto dejo bondadoso en su voz. -Felipe Rivero -Ie respondí, con la naturalidad que produce el cansancio -Rivero... -repitió él pensativamente. -¿Eres algo de la gente del Diario de la Marina? -Sí -le respondí -somos familia-. Al pronunciar yo estas últimas palabras, su expresión se alteró en un gesto de asombro, alzó su cámara a la altura de mi rostro, y la hizo funcionar repetdamente. Aquello, no sé porque, me divirtió bastante, aunque no pude evitar cierta preocupación, al pensar como luciría mi rostro después de cuatro días en un campo de batalla. Observé que la cámara era muy buena. La cuerda sonaba, como aquellos juguetes caros, que en un ayer muy lejano, me regalaban cuando tuve la suerte o la desgracia de ser un "niño rico".
-¿Cómo te metiste en esto, chico? -Me preguntó entonces. El tono de su voz, era ahora aun mas bondadoso y suave. Yo por mi parte, no pude evitar ante su actitud, no sentir hacia él ninguna hostilidad. "Es un pobre hombre, -me dije-realizando la función que Ie han encomendado".
-Bueno Viejo, -le respondí, por decir algo. Yo no soy comunista y esto, el país, está dominado por los rusos y los chinos. -Al yo decir esto, su rostro adquirió una expresión todavía más bondadosa y amigable y con un gesto dramáticamente paternalista, me dijo entonces: -¡Tu no sabes lo buenos que son esa gente, los rusos y los chinos! ¡Tu no te puedes imaginar lo que han hecho por Cuba!
Por toda respuesta, yo me sonreí con él, como asintiendo a lo que me decía y agradecido por su información. Total, pensé,  ¿de que vale discutir con este pobre analfabeto, quienes son los comunistas rusos y chinos? (Foto: Carlos Franqui en uniforme del Ejército Rebelde)
Él entonces, miró hacia todos nosotros y dijo en son de pena: -¡Que equivocados están ustedes señores ... ! -dio media vuelta y salió del recinto, seguido por sus escoltas.
Cuando se fue, me voltee hacia mis compañeros y les dije: -No valía la pena discutir con ese infeliz.
-Ese no es ningún Infeliz ... -me respondió una voz en el grupo-¡ese es Carlos Franqui!