LA
HISTORIA EN LA MEMORIA
(11-3-11-11:00AM)
FELIPE RIVERO DÍAZ RELATA
SU CAPTURA EN PLAYA GIRÓN
Ahora convergemos sobre la retaguardia nuestra, que
resulta ser el pueblo de Girón. Un moderno villorrio turístico junto al mar,
completamente destrozado por los bombardeos aereos. EI spectaculo que contemplo
desde una pequena elevación de terreno, se asemeja a un Dunkerque, un Dunkerque
en miniatura. Algunas lanchas de goma y un pequeno pesquero de una vela,
repletos todos con hombres nuestros, tratan desesperadamente de alejarse de la
costa, mientras los proyectiles de la artillerla enemiga, levantan columnas de
agua a su alrededor. En la playa se apiñan nuestros vehículos y cientos de
hombres. Es el final.
Junto a un bohío abandonado, descubro un barril.
Está lIeno de agua ... pero ... ¿cómo bebérmela?, me pregunto desesperado. Habíamos
perdido nuestras cantimploras. Entonces, Vilarello, mi buen compañero en el team
de bazukas, me alcanza una botella polvorienta. "Llénala rápido ... y vámonos de
aquí!", me dice: "los millcianos están muy cerca ... " Lleno la botella y me la
IIevo enseguida a Ia boca. Es un agua tibia y babosa. Miro para el barril. EI
agua tiene un color verde carmelitoso. Sobre su superficie, flotan pudriendose
infinidad de insectos, una rata negra y unas cuantas lagartijas. EI asco se
confunde ahora con la sensaci6n de alivio, que me produce el agua. Mi compañero
toma tambien la botella. Mira hacia el barril y no dice nada. Yo tampoco. Llenos
de asco, pero sintiéndonos mejor, corremos hacia la playa.
Muy cerca de la costa, observo a un destructor
norteamericano. Una de nuestras lanchitas de goma, se Ie acerca humildemente.
Por encima de ambos, revolotea un "Sea Fury", poderoso avión de caza inglés,
perteneciente al enemigo. No se atreve a atacar a la frágil embarcación nuestra,
al parecer por temor a las antiaereas del destructor. Entonces el barco
norteamericano vira en redondo y se aleja hacia la línea del horizonte. Como un
halcón furioso, el avión se lanza en picada sobre la lancha.
Segundos después, esta parece desmaterializarse
sobre la clara superficie del mar. Los tres o cuatros tanques que nos quedaban,
abandonados ya, están parqueados en fila, a unas pocas yardas de donde estoy
parado. Corro hacia el más cercano. En mi cerebro bulle un pensamiento:
Dispararle un cañonazo a ese destructor, para que se acuerden de nosotros
mientras vivan. Ya junto al tanque, un segundo pensamiento hace que me detenga.
Yo no se como hacer funcionar el cañón del tanque, y aun si lo lograse por mi
entrenamiento en distintas armas, pienso, el dispositivo eléctrico, que mueve la
torreta del cañón, estaba descompuesto en casi todos los tanques nuestros. Nos
los habían dado vejos y defectuosos. Yo solo no podía moverlo a mano. Me
encaramo en el tanque. El buque de guerra norteamericano continúa alejándose.
Miro hacia unos cuantos compañeros, que pasan corriendo cerca de donde estoy, y
les grito: "Doscienios años de infamia; van tras la estela de ese barco ... !".
Nadie me hace caso.
La negrura de la noche es casi impenetrable. Los
cañones enemigos, peinan constantemente el bosque, donde cientos de hombres, nos
hemos refugiado. El frío proveniente de la ciénaga y los mosquitos, aumentan
nuestros sufrimientos. No hay una gota de agua en nuestro grupo. La botella de
agua sucia se quedó con Vilarello. Un ataque aereo nos había separado. Nunca mas lo volvería a ver, pues moriría asfixiado
en la famosa rastra de la muerte, del "comandante" Osmani Cienfuegos. Por un
instante, coqueteó con la idea del suicidio. Alzo el cañón del M-3 hacia la
altura de mi cabeza, pero entonces pienso, que con lo largo que es y el tirón
que da, lo más probable sería, que no lograse matarme bien. ..Ademas .... " me
digo mientras bajo el arma "de hacerlo ... me iría al infierno" .
Este último pensamiento, me trae a la memoria a un
viejo amigo y compañero de colegio, que solía decir, que todo aquel que ha
estado por varios años en un colegio religioso, lIevaba siempre a un curita
escondido en la parte de atrás del cerebro. A pesar de lo terrible de la
situación, no pude evitar reirme para mis adentros, acordándome de los nueve
años que pasé con él en el colegio de Belén, y lo cierto que era aquello que
decía. EI curita entonces me indica que debo confesarme. Por suerte hay un
sacerdote en nuestro patético grupo. Me arrastro hasta él en la oscuridad y Ie
digo: -Padre ... yo quisiera confesarme. -Su blanqulíima y redonda cara hispana
se recorta extrañamente en la negrura de aquel bosque. Con un poco de
imaginación, aquel cura estaba dentro de la penumbra de un confesionario. Pero
no, no estábamos en una Iglesia, sino en un monte inhóspito. EI cura no tenía
sotana, sino un uniforme de camouflage, y en su mano derecha, en vez de un
breviario, empuñaba una pavorosa pistola 45. Al escuchar mis palabras, sus ojos
se abrieron desmesuradamente, tras unos espejuelos con armadura metálica. -iPero
hijo... -exclamó-"¿tu crees que este es el momento? !Padre ,-le respondí-"¿Qué
otro momento más apropiado que este? Dentro de poco -continué diciendole-al
paso que va esto, no nos quedarán más momentos... -"¿Tu crees? -me dijo bajando
la voz- Sí, Padre, esto se acabó ... Sí salimos con vida de aquí, será un
milagro. -Al pronunciar yo estas últimas palabras, creí ver un destello de miedo
en su mirada. Me hizo un efecto espantoso.
¡Un cura con miedo .. un cura, que no quería morir!.
Imposible... son Ideas mías, me dije a la vez que sentía vibrar hasta sus
cimientos, el andamiaje de quince años de educación religiosa. La voz del cura
me sacó de m1 confusión. Entre los cañonazos enemigos, cada vez más cerca, le
escuché decir: -Ave María Purísima ... Y ahora repite conmigo.. Sin Pecado
Concebida -Sin Pecado Concebida,-repetí. Entonces precipitadamente me dijo :
“Estás absuelto, con la obligación de repetir esta confesión en forma apropiada
... cuando las circunstancias lo permitan.
"Cuando las circunstancias lo permitan!" exclamé
para mis adentros con tristeza. "Pero bueno", continué diciéndome "ya este
asunto, por lo menos lo tengo resuelto, el pasaporte para el más allá!"
Es el momento de rendirnos. Escondido con dos
compañeros más, observamos desde la tupida maleza y a pocas yardas de nosotros a
las tropas enemigas. Están por donde quiera. Solo dos de nosotros estamos
armados con sub-ametralladoras. EI tercero está en muy mal estado, con
dificultad para respirar. Muertos de sed y de cansancio, lIegamos a la amarga
conclusión de que toda resistencia es ya inutil. Entonces me arranco las
insignias del uniforme, pues ya que éstas son siempre peligrosas, cuando uno cae
en poder del enemigo, ya que tienden a excitar y exacerbar su furia. Tomo mi M-3
y lo voy a romper, antes de salir a un claro donde están los milicianos y
entregarme, pero algo me detiene. Contemplo el arma, ese fiel aparato, que
muchas veces me salvó la vida y hasta me sirvió de almohada ... Lo único que
nunca me falló, durante toda aquella experiencia, donde tantas máqu1nas y
hombres, s1 fallaronl. Lo único en quien yo verdaderamente confiaba.... ¡No...no
puedo hacerle eso a mi fiel compañero! pensé. ¿No se Ie toma cariño a un
automovil, a un mueble y a otras cosas inanimadas, que extrañamente nos duele,
cuando tenemos que desecharlas? Lo deposito en la tierra con suavidad, y después
lo cubro de hojas secas; mientras, pienso que soy un sentimental incurable. Me
incorporo del suelo y doy unos pasos. La ausencla del peso del arma me produce
una extraña ligereza, que me asusta, casi como si estuviese desnudo. Sí, pienso
entonces, ya solo me queda conmigo mi suerte.

EI pueblo de Girón está repleto, no solo de
milicianos y prisioneros de la Brigada invasora, sino de periodistas cubanos y
extranjeros, y personajes del régimen. Hay un ambiente en todo esto irreal, como
si se tratase de una feria. Chistes, insultos, palabras bondadosas, amenazas,
sarcasmos, risas y lágrimas. Pero para mi, y me imagino que para mis otros
compañeros de infortunio, algo importantísimo: ¡Agua... agua limpia y a pastos!
La casa donde estábamos detenidos unos veinte de
nosotros, era amplia y fresca. Sentados o acostados en el piso de lozas azules,
podíamos observar el espectáculo, pues las puertas y las ventanas estaban
abiertas de par en par. Constantemente entraban al recinto oficiales enemigos y
periodistas, ya fuese a hacernos preguntas, como solo a contemplarnos y
satisfacer su curiosidad. De repente hizo su aparición, rodeado de unos cuantos
hombres fuertemente armadas, un individuo de figura insignificante, con una
cámara fotográfica colgada al cuello. Mi memoria está trabajando muy bien. Me
reproduce sus rasgos nítidamente. Era un tipo corriente ... barato. El típico
cubanito blanco "guaricandilla" con pantalón de color indefinido y camisita
blanca, muy limpio. Estatura mediana, bastante delgado, facciones simples, más
bien afiladas, pelo muy negro, y el inevitable y picúo bigotito de chulito de
"café con leche". Un individuo al que en el transcurso de mi vida había visto un
millón de veces. En un tiro al blanco, de "coime" de un billar, abriéndome la
puerta de una oficina, barriendo un parque, vestido de azul dentro de una
perseguidora de la policlí, de conductor de una "guagua", entre las sombras de
un prostíbulo de la calle Crespo, o simplemente, tratando de venderme un billete
de lotería o preparándome una "frita". Se fue acercando a varios de mis
compañeros y preguntándoles el nombre. Cuando lIegó hasta mí, mas o menos, se
produjo entre nosotros este diálogo: -y tu .. . ¿Cómo te llamas? -me preguntó,
en un tono amigable y con cierto dejo bondadoso en su voz. -Felipe Rivero -Ie
respondí, con la naturalidad que produce el cansancio -Rivero... -repitió él
pensativamente. -¿Eres algo de la gente del Diario de la Marina? -Sí -le
respondí -somos familia-. Al pronunciar yo estas últimas palabras, su expresión
se alteró en un gesto de asombro, alzó su cámara a la altura de mi rostro, y la
hizo funcionar repetdamente. Aquello, no sé porque, me divirtió bastante, aunque
no pude evitar cierta preocupación, al pensar como luciría mi rostro después de
cuatro días en un campo de batalla. Observé que la cámara era muy buena. La
cuerda sonaba, como aquellos juguetes caros, que en un ayer muy lejano, me
regalaban cuando tuve la suerte o la desgracia de ser un "niño rico".
-¿Cómo te metiste en esto, chico? -Me preguntó
entonces. El tono de su voz, era ahora aun mas bondadoso y suave. Yo por mi
parte, no pude evitar ante su actitud, no sentir hacia él ninguna hostilidad.
"Es un pobre hombre, -me dije-realizando la función que Ie han encomendado".
-Bueno Viejo, -le respondí, por decir algo. Yo no
soy comunista y esto, el país, está dominado por los rusos y los chinos. -Al yo
decir esto, su rostro adquirió una expresión todavía más bondadosa y amigable y
con un gesto dramáticamente paternalista, me dijo entonces: -¡Tu no sabes lo
buenos que son esa gente, los rusos y los chinos! ¡Tu no te puedes imaginar lo
que han hecho por Cuba!
Por toda respuesta, yo me sonreí con él, como
asintiendo a lo que me decía y agradecido por su información. Total, pensé, ¿de
que vale discutir con este pobre analfabeto, quienes son los comunistas rusos y
chinos? (Foto: Carlos Franqui en uniforme del Ejército Rebelde)
Él entonces, miró hacia todos nosotros y dijo en son
de pena: -¡Que equivocados están ustedes señores ... ! -dio media vuelta y salió
del recinto, seguido por sus escoltas.
Cuando se fue, me voltee hacia mis compañeros y les
dije: -No valía la pena discutir con ese infeliz.
-Ese no es ningún Infeliz ... -me respondió una voz
en el grupo-¡ese es Carlos Franqui!
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