CUBA EN LA INDEPENDENCIA DE LOS ESTADOS UNIDOS: JUAN DE MIRALLES TRAILHON
Por Luis Conte Agüero
20 de abril de 1780, muerte. 26 de abril, Francisco de Rendón, secretario y sucesor, anuncia su muerte. 29 de abril, Morristown, New Jersey. Jefatura Militar de George Washington. Sí; el Padre de la Patria. Junto al General Washington, varios de sus generales, miembros del Congreso de Philadelphia, un representante de la cancillería de Francia, otros muchos militares, numerosos ciudadanos importantes. La procesión doliente ocupa una milla. Para el féretro, seis oficiales de campo y cuatro de artillería en completo uniforme. Un cura español oficia los servicios en el rito católico romano. La tumba está junto a la iglesia de Morristown.
9 de mayo de 1780. Philadelphia, sede del Congreso Continental, autor de la Declaración de Independencia el 4 de julio de 1776. Capilla francesa. Réquiem pleno de dignidad. Padre católico. Agua bendita para el ministro francés Monsieur Luzerne. Agua bendita, sí, para el calvinista Presidente del Congreso, Samuel Huntington. Todos los patriotas siguen el ejemplo de su presidente. Identificación religiosa en respeto y gratitud al fallecido.
Describe esta inhabitual ceremonia el periódico Royal Gazzette de New York, ciudad en poder de los ingleses.
¿Quién reúne así a tantos grandes y tanta grandeza?: Juan de Miralles Trailhon. ¿Quién es? ¿Quién fue? Permítanme presentarlo a quienes no lo conocen:
Ante la vastedad y complejidad del estudio de la historia asusta escribir sobre sus temas. Tan minado campo obliga al error. No puede evitarse. Sonrío cuando escucho debates apasionados de personas ausentes de los hechos. Todo depende de las fuentes en que abrevaron. Nikolaus Bottcher, del Instituto Latinoamericano de la Universidad Libre de Berlín, Alemania, en un extenso y medular trabajo llama “comerciante cubano” y “cubano” a Juan de Miralles, aunque después fija su nacimiento en Alicante, España, hijo de franceses. Y cubanos irresponsables o patrioteros lo llaman cubano sin aclaración alguna.
Miralles nació en Petrer, Valencia, España, el 23 de julio de 1713. Lo bautizaron en la iglesia parroquial de San Bartolomé. Es probable que como ocurre generalmente a los españoles que llegan a la Isla, en él se empinara esa cubanía que constituye el sello nuestro. El llegó a Cuba con 27 años de edad y recursos suficientes para casarse con María Josefa de la Puente y González Cabello, de una acaudalada familia habanera, y también para dedicarse a las actividades económicas donde impuso codicia, talento, maestría, pasión. Dos hechos impactaron su vida y la de todos: A) La epidemia de fiebre amarilla en 1761 que diezmó entre otros a las dotaciones de esclavos e hizo que el Gobernador le comisionara comprar esclavos en Jamaica, asiento de esclavos para Hispanoamérica desde la Paz de Utrech en 1714, y B) ya en los finales de la Guerra de los Siete Años, la toma de La Habana por los ingleses en 1762.
En Londres, Inglaterra, abril de 1961, gestionando el asunto de los esclavos, Miralles supo de los planes ingleses contra La Habana e informó de ellos al Embajador de España. Tiempos lentos, los informes llegaron tardíamente para ser útiles. Capturado en el barco donde viajaba de regreso a Cuba, Miralles se ofreció al inglés Conde de Albemarle para informarle sobre objetivos en La Habana, logró que lo soltaran y, ya en La Habana, informó al Gobernador Prado quien para protegerlo lo mantuvo preso en un navío español hasta que La Habana capituló.
Por el Tratado de París de 1763 los ingleses devolvieron La Habana a España a cambio de una Florida que España no quería perder y luchó por recuperar, y la Louisiana –que por conflictiva los ingleses no quisieron- fue incorporada a la Capitanía General de Cuba. Todo ello estimuló el intercambio comercial con el continente americano. La Habana importaba harina y otros alimentos y producía y exportaba abundantemente tabaco, café y azúcar.
Los negocios de Miralles crecieron de modo que años después de la retirada de los ingleses reclamó pérdidas por dos millones de reales en tabacos ocupados por los invasores. El incremento impresionante del desarrollo comercial con los norteamericanos lo refleja este dato: Procedentes de Philadelphia, Baltimore, Charleston, Georgia, New England y New York, 126 buques norteamericanos llegaron a La Habana en 1781 y 183 en el año 1783.
En marcha la guerra de independencia declarada el 4 de julio de 1776, el Ministro de Indias José de Gálvez ordenó que se situaran agentes en los territorios insurgentes en busca de información. Lo mismo mandó el Secretario de Estado José Moñino, Marqués de Floridablanca, a los gobernadores de Louisiana y La Habana. A José Eligio de la Puente lo enviaron a La Florida para operar en Pensacola y San Agustín. En agosto de 1777 el Capitán General Diego Navarro nombró para negociar con los rebeldes de las Trece Colonias a Juan de Miralles y sus 64 años de edad.
En 1777 Miralles colaboró con el comerciante George Abbot Halls, y estableció una ruta comercial entre La Habana y Charleston. El 17 de diciembre de 1777, el Gobernador de la Torre le ordenó embarcarse como comerciante en un barco que iba a Cádiz y buscar el modo de quedarse en territorio americano. En una arribada, aduciendo negociar con esclavos, harina y carne, Miralles se quedó entre South Caroline y Philadelphia, escenario propicio para enterarse de cualquier ataque inglés contra posesiones españolas. Lucro y patria; genio comercial y visión política. Hombre de su tiempo y adelantado.
Por decreto real del 21 de enero de 1778 se nombró a Miralles OBSERVADOR y REPRESENTANTE EN LOS ESTADOS UNIDOS y le asignaron 39 mil pesos para ropaje apropiado y sobornos. La misión era harto difícil por falta de comunicación. Miralles aprovechó todo el tiempo para todo y tender puentes amistosos entre españoles y norteamericanos elogiándolos mutuamente y enfatizando las conveniencias de las avenencias.
En diciembre de 1778 Miralles se presentó a los patriotas en Philadelphia, donde colaboró con Oliver Pollock de New Orleans que lo presentó al “genio financiero de Washington “Robert Morris (Morristown) con quien logró una asociación fructífera en el aspecto patriótico y mucho más en el campo comercial devenido vínculo mayúsculo con La Habana, que era base de los empeños militares en territorio americano y centro logístico de la Corona Española. Allí la flota española. Allí un ejército de 12 mil hombres para diversos empeños. Allí la fuente para la reconquista entre 1779 y 1780 de Manchac, Baton Rouge, Mobile, San Agustín con Bernardo Gálvez al comando. Allí, 1781, para Pensacola con Juan Manuel Cagigal. Allí el ataque al occidente de Florida y Bahamas.
En los buques de Morris iba la correspondencia entre Miralles, la Compañía Gatidana con la que negociaba y el Gobernador de Cuba. $2.5 millones de dólares exportados de Cuba a los Estados Unidos en 1778. “Comercio libre” que se inauguró el 22 de octubre de 1779. Ojo, no obstante su fortuna, crecían las deudas y por Miralles hablaban una vez sólo 132 pesos en efectivo.
Miralles aprovechó la presencia de George Washington en Philadelphia, prócer que lo recibió con toda cortesía. Miralles reciprocó con un banquete a Washington y su esposa Martha, evento que en fusión con otro organizado previamente por un comité de damas, reunió setenta comensales distinguidos y la prensa reseñó ampliamente. Además de recursos económicos y militares para el Ejército aquejado por tantas escaseces y carencias, para la finca de Washington en Mt. Vernon –yo la conozco- dos burros españoles garañones, vinos, licores, dulces, caramelos, ron, tabacos, chocolate. Toque humano a un rango ya alzado a diplomático. El Ministro Plenipotenciario John Jay, el diplomático. Henry Laurens y otras personalidades nutrían la relación de sus amigos. De su peculio personal y del estado español las donaciones a los combatientes norteamericanos fueron imponentes en uniformes, armas, equipos diversos, dineros, miles y miles de pesos, todo confirmado en archivos, documentos, recibos y cartas guardadas en la Biblioteca de la Universidad de Virginia. Asimismo, Miralles sirvió de fiador a la reparación en el Arsenal de La Habana de una escuadra de buques norteamericanos caminos de Francia, nación más resuelta que España en el apoyo a los patriotas.
Cuando Miralles contrajo pulmonía en un viaje a Morris Town -así se escribía también-. Washington lo alojó en su hogar y lo encomendó a su médico personal. El mal no tuvo cura. Murió el 20 de abril de 1780. Fue el 26 de abril que Francisco de Rendón, su secretario y sucesor en el cargo, anunció su fallecimiento. Rendón no aceptó que Washington pagara los servicios funerarios. Y el funeral y el requiem se vistieron e invistieron del sentimiento y pompa señalados en el pórtico de este trabajo.
¿Se ganó Miralles, realmente, la consideración de George Washington? Así lo compueban documentos. Invito a leer esta carta en los Archivos de Alexander Hamilton:
Para Juan de Miralles Head Quarters, Morris Town, 27 de febrero de 1780.
“Señor: Tengo el honor de su carta del 18, incluyendo un extracto de una de Su Excelencia el Gobernador de Habana. Me complace la oportunidad de felicitarlo por los logros importantes que anuncia a las armas de Su Majestad Católica, que espero que sean un preludio de otras más decisivo. Estos acontecimientos no sólo avanzarán el interés inmediato de su majestad y promoverán la causa común, sino que probablemente tendrá una influencia beneficiosa en los asuntos de los Estados del sur en la coyuntura actual.
La falta de una cierta inteligencia de la flota que salió de New York yo la atribuiría a que estaban desconcertados en su viaje, a causa del temporal que ha prevalecido durante algún tiempo después de su partida. Una variedad de circunstancias combinadas prueba que el destino de ese embarque fue los Estados del sur. Toda mi sección de inteligencia está de acuerdo en este punto; la composición de la misión especial, el Gobernador Martin y varios refugiados del Sur y Carolina del Norte embarcados; lo corriente de las cuentas inglesas por las que parece que el General Clinton (James Clinton) era esperado en Carolina del Sur tan temprano como en noviembre, lo que probablemente fue impedido por las operaciones en Georgia del C; estas circunstancias conspiran para convencerme de que las Carolinas eran los objetivos: Pero a pesar de esto, creo son sabias las precauciones que usted está tomando para poner los dominios españoles en guardia. Eso no puede tener consecuencia malas y es aconsejable prepararse contra todas las contingencias. No sería sorprendente que el general británico al enterarse de los progresos de las armas españolas en las Floridas debe renunciar a su diseño primitivo y vaya a la defensa de sus propios territorios.
Yo con el mayor placer cumpliré con su solicitud de que le dé información de todos los movimientos de los enemigos que lleguen a mi conocimiento, lo que de alguna manera interese a los planes de su Corte, y he escrito al General Lincoln de acuerdo al criterio de usted. Cada motivo lo inducirá a él a hacer todo lo que esté en su poder para hacer la maniobra táctica deseada. Si el enemigo sigue el plan que supongo que ha intentado originalmente, se encontrará necesariamente empleando toda su atención a la defensiva de su base, pero si ellos dirigen su fuerza a otro cuartel, estoy convencido de que (el General Lincoln) hará el mejor uso del suyo para darles toda la molesta y distracción posibles. Tengo el honor, etc.”
Todavía más. “¿Piensa usted que fueron palabras de cumplido “he escrito al General Lincoln, etc.” ¡No! A Washington le obsesionaba la verdad. Y en un párrafo de su carta al General Benjamin Lincoln (Head Quarters, Morris Town, Febrero 27, 1780) había dicho:
“Don Juan De Meiralles (escribe así el apellido), el agente español, en una carta del 18 comunicándome inteligencia anticipada tiene el párrafo siguiente: “Por orden real yo estoy muy fuertemente encargado de influir a su excelencia para que haga la mayor diversión (distracción) con las tropas de los Estados Unidos contra esas de los enemigos en Georgia, al efecto de atraer su atención e incapacitarlas para que envíen recursos a Pensacola y Mobile donde el Gobernador de Louisiana va a atacar con fuerzas de mar y tierra que fueron preparadas en Habana con todo lo necesario y están listas para navegar cuando la situación lo permita.”
Esto se lo transmito para que satisfaga a su Gobierno haciendo todo para efectuar la distracción deseada ..... (SIGUE)
Así George Washington instrumenta la recomendación de Juan de
Miralles Trailhon, descendiente de franceses que nacido en España amó a España y los negocios; amó a Cuba, a los Estados Unidos y a la libertad.
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