VIGILANTES Y VIGILADOS: TORTURA Y GOBIERNOS

miércoles, 17 de octubre de 2012


VIGILANTES Y VIGILADOS: TORTURA Y GOBIERNOS
(10-16-12-4:30PM)
Por Andrés Pascual
Hace un tiempo, Bill Richardson estuvo en Cuba y preguntó: ¿Hay terroristas aquí? la cúpula tiránica y dictatorial, “ambia” del millonario heredero de madre mexicana (heredó por el padre por supuesto: apellido, nacionalidad y fortuna) le respondió que ¿Cómo así manito?
Y el gobernador regresó a exigirle a su gobierno que quitaran al castrismo de la lista de patrocinadores del terrorismo…
Otra vez llegó sin invitación, que no necesita y pidió ver a Gross, preso por trabajar para la CÍA (pensé que no volverían a usar este nombre, sin embargo, lo actualizaron por su utilidad promocional) la DSE se encargó de hacerle ver que no era correcto (políticamente en Estados Unidos) y lo dejaron con las ganas, además de llorar un poco en un sillón del Hotel Nacional ante 4 periodistas extranjeros que no lo respetaban, no fue capaz de decir algo de brillo,  representativo de una figura americana de la alta política.
Richardson es indigno, es un hijo de puta y la tiranía castrista lo sabe, por eso tratan a quienes son así a patadas por el culo, porque,  más incondicionales que los propios elementos ladrones y asesinos que la componen, saben lo útiles que le son a este tipo de reptiles que, bajo ningún concepto, los abandonarán nunca.
En la ONU, la Comisión de Derechos Humanos es ciega ante el castrismo, porque está compuesta por los mismos países que, fuera del Hotel de 5 Estrellas inquilino de la ciudad de Nueva York, son los mismos antiamericanos de siempre, cuya función es proteger al aliado histórico e icónico del Caribe en el odio visceral contra Estados Unidos.
Claudio Grossman (foto de la izquierda), chileno, es un elemento de esos que preside un gajo de la Comisión, resulta que en un informe rendido al organismo, China, Rusia, Estados Unidos, Irán y un par más, cuentan como practicantes de torturas, pero no aparece el nombre de los Castro por ningún lugar.
Tal vez para que nadie les reclame ante la tragedia cubana, asentaron la investigación, incompleta y deshonesta, en “medio para sacar información”.
Es decir, que los Castro no torturan porque no tienen nada que investigar. Bueno, tienen una pequeña parte de razón, porque, en el caso de los disidentes u opositores no hay que averiguar, son un libro abierto, a fin de cuentas, hablan por radio y escriben en la internet, o sea, se sabe todo sobre ellos.
¿Quién tiene la culpa de que se obvie la aplicación de la tortura contra el pueblo cubano?
Ni más ni menos que los patrocinadores de la disidencia u oposición “pacífica” fuera de Cuba, porque, en oficinas de investigaciones del MININT, parece que no los torturan. Más los propios opositores, que no tratan de averiguar cuántos están presos por intentos de sabotajes y otros delitos “violentos” contra la Seguridad del Estado, los cuales, desde que la tiranía descubrió el “filón” que representa como pared entre el crimen y el “humanismo”, cambiaron las causas que denominaban aquellos por “daños a la economía”, “difamación”… luego, como que son de total índole común, la propaganda enemiga quedó solo para la disidencia y no contra el que haga, con carácter independiente, oposición violenta por cuenta propia, sólo o en grupos pequeños en pueblos del interior, incluso en las capitales de provincias.
El protagonismo, esa forma de representarlo todo, de apoderarse de toda la importancia para no correr el riesgo de perder el titular, el dinero y la protección de los Castro si los vinculan con los “malos que quieren sangre”, es lo que se interpone como velo entre la verdad y lo que se dice en cuanto a la tortura “buscando información”: esa gente sigue torturando hoy tanto como hace 30 o más años, porque todavía les siguen inutilizando motores, maquinarias…y nadie de por allá, por cobardes, por deshonestos o por ambas cosas, se digna en averiguar cuántos pudiera haber y quiénes serían, mientras prefieren enviar que “un carro de la Policía mató el perro de una anciana” en Placetas o en la carretera El Lucero.
El último grito con una “premonición” lo dio Yoani Sánchez, (foto) multi-premiada en varios festivales por su actuación, cuando dijo: “están al empezar a torturar”, es decir, ratificó la política de Grossman y de la tiranía y Montaner no acaba de escribir sobre el particular.
Como que la “gallina de los huevos de oro” del bloguismo internacional no tiene ni idea de qué es sufrir, pues su multi-premiada inteligencia tampoco alcanza a entender (a lo mejor es una cláusula de contrato), que cada familia asolada por una turba es torturada de varias formas también.
Que cada mujer, que cada niño, que cada anciano, incluso que cada hombre a la espera del asalto premeditado a la casa particular por estos progromistas entrenados por discípulos de la SS hitleriana, según se supo ayer, son torturados sicológica y físicamente.
Para este elemento es muy difícil sacrificar la posición que han alcanzado con ayuda de la tiranía y de grupos tan indignos como la dictadura, tanto por el luchador abierto y activo como por la patria en esencia.
En Cuba se tortura, a mí no tiene que decírmelo la escritora de nuevas crónicas sobre La Habana y sus barrios.
Yoani dio un viajecito a Oriente, justificado con su trabajo de “corresponsalía de guerra rara” por el juicio a Carromero, para ampliar su cuartilla sindicalizada por relaciones personales de sus padrinos en España con El País, cuyo objetivo parece que era lograr su detención y traslado “custodiada” a la capital y responder al salario con una buena descripción de hechos, todos personales y sin males mayores, salvo  un strip-tease de factura policial que le solicitaron.
Como no conoce de la misa la mitad, dijo que “se lo pidieron y se negó”, sin asumir que, si esa gente va en serio, no pide, arranca.
A Yoani y a los disidentes “informadores” tienen que entrenarlos para sus papeles, porque, como van, le están haciendo un daño tremendo a Cuba y a luchadores que, acaso, merezcan tanto o más defensa que ellos.
Por eso los Castro escapan al escrutinio de algunos de sus consortes, como Claudio Grossman.