EL DESASTROSO FRACASO DE LA POLÍTICA EXTERNA AMERICANA DESDE EL 2009 HASTA EL PRESENTE

miércoles, 24 de octubre de 2012


EL EMPERADOR NO TENÍA ROPA: EL DESASTROSO FRACASO DE LA POLÍTICA EXTERNA AMERICANA DESDE EL 2009 HASTA EL PRESENTE
(10-18-12-4:30PM)
Por Diego Trinidad, Ph.D.
En este conocido cuento, escrito por el Danés Hans Christian Anderson en 1837, un emperador de aquellos tiempos decidió comprar el traje más elegante posible. Un famoso sastre le vendió la idea de que le confeccionaría uno tan maravilloso que solo los tontos y los ciegos no lograrían ser deslumbrados por su elegancia. Pero había un problema: el habilidoso sastre nunca creó tal ropaje.  Simplemente convenció al emperador que ya vestía el traje cuando en realidad, ¡no tenía ropa!  Pero el emperador no quería demostrar que estaba ciego o era un tonto, de manera que orgullosamente salió a la calle desnudo.  Todos sus súbditos lo aclamaban, al igual que admiraban su ropaje inexistente.  Hasta que un niño exclamó: ¡Pero el emperador no tiene ropa, está desnudo! Efectivamente así era.  Efectivamente así mismo se puede decir de la política externa del presidente desde el 2009. NO EXISTE. Mucho peor, la que existe ha sido un colosal fracaso. 
Debido al pésimo estado de la economía americana desde el 2009, casi toda la atención de los votantes por estos últimos tres años y medio se ha concentrado en asuntos domésticos y la política exterior ha sido mayormente ignorada. Además, desde que el presidente pronunció un importante discurso en Cairo, Egipto, en junio del 2009, la política de la nueva administración hacia los países islámicos supuestamente cambió notablemente. Desde ese momento, según el presidente, la política americana hacia el Islam sería mucho más respetuosa y haría enmiendas por ofensas pasadas, sobre todo en el apoyo de Estados Unidos a dictadores en los países árabes. En la aclamación que recibió ese discurso, se olvidó que casi todos los países árabes todavía eran gobernados por dictadores. Poco antes el presidente se había embarcado en una nueva y grandiosa gira de “disculpas” en Europa, donde proclamó la culpabilidad de previas administraciones americanas por políticas arrogantes y unilaterales, y prometió grandes cambios en el tratamiento que su administración ofrecería a Europa. Prosiguió ofreciendo un nuevo planteamiento (reset) en las relaciones de Estados Unidos con Rusia y una nueva política de “compromiso” (engagement) haciaCuba. Todo esto fue un gran camuflaje, pero por varios años, entre la preocupación con la economía y la aparente tranquilidad en el resto del mundo, se llegó a creer que el presidente efectivamente había establecido una nueva y exitosa política externa. 
Los hechos, por supuesto, fueron muy diferentes, pero hasta la llamada “Primavera Árabe” que comenzó en enero del 2010 en Túnez y Egipto, la atención nacional no se volvió a enfocar en la política externa americana. Al principio, cuando repentinamente cayeron los gobiernos dictatoriales en Túnez y poco más tarde en Egipto (después que la administración primero pareció apoyar a Mubarak para luego retirarle todo apoyo) se produjo un gran júbilo porque aparentemente los países árabes se convertirían en “democracias”. Disturbios en Yemen y Bahrain fueron sofocados violentamente (incluyendo tropas de Arabia Saudita en Bahrain), pero el optimismo por el “cambio”, tal como sucedió en Estados Unidos en el 2008 cuando el pueblo americano recibió con brazos abiertos el “cambio” y la “esperanza” ofrecidos por el nuevo presidente, no se apagó. Poco después se produjo una rebelión en Libia contra uno de los peores dictadores árabes, Qaddafi, y el pueblo americano presenció otra novedad en la política externa de su presidente: dirigir (lead) desde atrás. En otras palabras, dejar que Francia, Gran Bretaña y la OTAN asumieran la ayuda, mayormente con bombardeos, a la oposición a Qaddafi. Estados Unidos se limitó a financiar la operación, la cual terminó con la captura y muerte de Qaddafi. En general, Libia se consideró una gran victoria para Estados Unidos y para la Democracia Mundial. 
En el 2010 vino el gran debate sobre la Ley de Salud impulsada por el presidente y promulgada a base de sobornos y presiones en el Congreso, el cual la aprobó sin un solo voto republicano. Ese debate dio en gran parte lugar a la tremenda victoria republicana en la Cámara de Representantes en las elecciones congresionales del 2010. El año 2011 trajo el asesinato de Osama Bin Laden en Pakistán (digo asesinato porque lo fue, lo mataron por la espalda cuando estaba desarmado, con lo cual no tengo ningún problema) y una larga celebración de esa enorme proeza, por la cual el presidente se atribuyó todo el crédito. Los detalles de la operación fueron divulgados—y celebrados—por largos meses, todo dedicado a enfatizar la figura del presidente y su enérgica política externa.  Así terminó el 2011. 
El en nuevo año 2012, la política electoral comenzó desde enero con las primarias republicanas. El interés nacional se mantuvo concentrado en los debates y primarias republicanas hasta el verano, aunque algunas nubes aparecieron en el horizonte mundial, como la guerra civil en Siria, donde el dictador Assad mataba a miles de sus súbditos sin que nadie protestara mucho, incluyendo la Secretaria de Estado Hillary Clinton, quien al principio hizo declaraciones en favor de Assad. Y algunas revelaciones de actividades secretas del aparato de inteligencia americano se dieron a conocer, aparentemente por funcionarios de la misma Casa Blanca.  Esto se hizo más serio cuando los republicanos lo utilizaron como material de campaña contra el presidente, pero no obstante, fueron revelaciones perturbadoras puesto que demostraban la ineptitud de la política externa del presidente, hasta entonces intachable. 
Entonces llegó el onceno aniversario del ataque terrorista  a las torres en New York en septiembre 11. Inexplicablemente, la administración americana no había tomado ningunas precauciones especiales para proteger sus embajadas y consulados en países islámicos a pesar del simbolismo de la fecha y a pesar de que, especialmente en Libia habían ocurrido más de 250 incidentes violentos, muchos de ellos contra entidades americanas, incluyendo la embajada en Trípoli y el consulado en Benghazi. No solo eso, sino que el embajador americano había pedido que se aumentara el personal de seguridad y su guardia personal. El Departamento de Estado negó su petición y redujo el personal de seguridad.
En la tarde y noche del 11 de septiembre todo estaba tranquilo en Benghazi, donde el embajador americano Chris Stevens se encontraba.  De pronto, una turba se presentó afuera del consulado y atacó por casi 5 horas, probablemente más de 250 hombres armados con lanza granadas, morteros y metralletas. El resultado fue la muerte del embajador y otros tres americanos (el embajador fue violado sexualmente, algo que ha sido ocultado al público americano, y arrastrado por las calles de Benghazi). Casi coincidentemente, otro ataque se produjo contra la embajada americana en Cairo, aunque en este caso la turba solo escaló los muros de la embajada y provocó daños menores, incluyendo la quema de la bandera americana. Debe destacarse que ambos ataques fueron contra territorio de Estados Unidos, ya que consulados y embajadas americanas son, bajo la ley y bajo el derecho internacional, territorio americano. 
Días después, grandes y violentos disturbios ocurrieron en 22 países islámicos, incluyendo Indonesia. En Sudán, un estado terrorista fracasado que fue dividido hace meses después de que su gobierno islámico mató a más de un millón de habitantes animistas del sur del país, el gobierno le negó a Estados Unidos una petición de fortalecer el personal de seguridad con Marines. Pero la reacción oficial de la administración—por ochos días—fue culpar un corto video de 12 minutos expuesto en YouTube en el Internet desde julio, por todos estos ataques, incluyendo el asesinato del embajador en Libia.  Este video, el cual pocos han visto, supuestamente presenta al “profeta” Mahoma como lo que fue: un pedófilo que se casó con Aisha, niña de 7 años y consumó el matrimonio cuando tenía 9, según el Koran, un ladrón y asaltante de caravanas, y un asesino despiadado que mataba por placer aparte de sus actividades “militares”. Pero hay varios problemas con esta explicación. Primero, el 99.9% de los habitantes de países islámicos son demasiado pobres y demasiado ignorantes para tener acceso y saber usar el Internet o hasta teléfonos celulares. Segundo, el video, estaba en YouTube desde julio. Tercero—y lo más importante—los cuerpos de inteligencia americanos determinaron en menos de 24 horas, que los ataques, sobre todo el de Libia y probablemente el de Egipto también, habían sido planeados y ejecutados por grupos terroristas afiliados con Al Qaeda (cuya organización, según el presidente, está “en sus talones”).   
No obstante, por ocho días, funcionarios de la administración, desde el presidente, a su secretario de prensa, a su Secretaria de Estado, y a su embajadora ante la ONU, repitieron sin cansarse la falsedad obvia de que los ataques y protestas masivas a nivel mundial, habían sido provocados por un video ofensivo al Islam. Todavía peor, la Secretaria de Estado y el presidente, grabaron otro video presentado prominentemente en Pakistán, disculpándose en tono casi suplicante por el video y renunciando ninguna responsabilidad por su autoría.  Y la embajadora ante la ONU Susan Rice se presentó el cinco programas de televisión nacionales el domingo 16 de septiembre declarando que “absolutamente” los ataques y protestas habían sido provocados por el video. 
Desde entonces, este tema se ha convertido en algo muy serio porque ha entrado de lleno en el final de la campaña presidencial, porque han continuado las revelaciones, y porque ya ha comenzado una investigación congresional donde los testigos declaran bajo juramento.  Lo que hasta ahora se sabe concluyentemente es lo siguiente: Los ataques, sobre todo el de Libia que resultó en la muerte del embajador y otros tres americanos, fueron planeados y ejecutados por grupos terroristas afiliados con Al Qaeda.  Y la administración ha mentido abiertamente y está conduciendo un complejo encubrimiento de los hechos.  El mismo vicepresidente declaró que ni él ni el presidente habían sido informados por los servicios de inteligencia nacional por una semana que los ataques habían sido terroristas.  En otras palabras, como es costumbre  de este presidente, ahora culpa a los servicios de inteligencia de lo sucedido.  Solo que esto es imposible, puesto que el presidente recibe un resumen de su asesor de seguridad nacional cada mañana, sin importar donde se encuentre (en este caso estaba de viaje rumbo a Denver para otra de sus interminables recaudaciones de campaña).
e manera que desde el día 12, el presidente sabía que el ataque en Benghazi había sido perpetrado por terroristas afiliados conAl Qaeda. Pero no obstante, tanto él como muchos miembros de su administración, mintieron y diseminaron desinformación por ocho días. El mismo presidente repitió seis veces en su discurso ante la ONU el 25 de septiembre que los “disturbios” y “protestas” habían sido provocados por un video “ofensivo” al Islam. Pero la alta funcionaria del Departamento de Estado Charlene Lamb, a cargo de la seguridad de 275 facilidades diplomáticas americanas en todo el mundo, declaró el miércoles 10 de octubre—bajo juramento—ante un comité investigativo de la Cámara de Representantes, que ella y varios compañeros del Departamento de Estado vieron y oyeron grabaciones y videos en tiempo realmientras estaba sucediendo por seis horas, que el ataque al consulado en Benghazi había sido un ataque terrorista.  Eso lo tiene que haber sabido la Secretaria Clinton y el presidente inmediatamente.  Pero lo ocultaron y mal informaron al público por casi dos semanas. Ayer, octubre 15, la Secretaria de Estado Clinton “aceptó” la responsabilidad por el fracaso de la inteligencia americana en Egipto y Libia.  Pero esto no es suficiente, y el escándalo sin duda  continuará hasta la elección y después, y seguramente afectará el resultado de la elección: ya que la popularidad del presidente ha disminuido notablemente, sobre todo en el campo de la política externa, donde único tenía alguna ventaja.
El comentarista conservador (no lo es, realmente) Pat Buchanan, quien no está entre mis favoritos, ha hecho un buen análisis sobre esta situación, sobre todo al compararla con el encubrimiento del caso de Watergate que resultó con la renuncia delpresidente Nixon, para quien Buchanan trabajó. Señala Buchanan correctamente que Watergate solo fue un allanamiento de las oficinas del partido demócrata y no hubo muertos (excepto por muchas reputaciones).  Mientras que en este nuevo encubrimiento sobre lo sucedido en Benghazi si han habido cuatro muertos, incluyendo el embajador (primer embajador muerto en sus funciones desde 1979, bajo el presidente Carter) y no fue un simple allanamiento, sino un ataque terrorista a territorio americano. La comparación es válida y cada cual debe llegar a sus propias conclusiones, pero repito, esto solo está comenzando y durante las audiencias investigativas sobre todo, más detalles se revelarán que solo pueden perjudicar a la administración. 
En conclusión, la política externa del presidente ha sido, ahora que al fin se ha revelado, un gran fracaso. Y no solo  ante los países árabes. La nueva política hacia Rusia solo ha resultado en peores relaciones con Polonia y la República Checa entre otras, al retirar Estados Unidos los propuestos cohetes protectivos contra posibles ataques rusos y de manera alguna ha traído una mejor relación con Rusia (aunque el presidente prometió a Putin que después de su reelección sería más “flexible”). Con el resto de Europa, las relaciones no son buenas tampoco debido a la situación económica. Con China, la enorme deuda externa de Estados Unidos limita mucho sus relaciones y es difícil presionar por derechos humanos o por ajustes en las políticas monetarias chinas cuando la balanza de pagos y la deuda son casi incontrolables. Con Pakistán y Afganistán supuestos aliados, la relación es casi entre enemigos y muchos soldados americanos han perdido sus vidas—inútilmente—en ambos países debido a ataques por soldados pakistanis y afganos contra americanos y sus aliados. Con Irán, las sanciones económicas, a pesar de estar surtiendo algún efecto (a pesar que el presidente ha hecho mucho por aminorar y demorar tales sanciones), no han frenado en nada el esfuerzo iraní por adquirir armas nucleares.  Con Israel, el único aliado confiable en el área, las relaciones son las peores desde la presidencia de Carter. El presidente y el Premier israelí Netanyahu malamente tienen relaciones fríamente “cordiales” y ninguno confía en el otro, con toda razón, ya que el presidente ha llamado mentiroso a Netanyahu y ha presionado a su gobierno para evitar un ataque a Irán antes de la elección presidencial.   
Finalmente, las relaciones con Iberoamérica han sido, por lo menos, problemáticas. Con Cuba, las promesas y expectativas se redujeron al regreso a las políticas de Carter, mientras un ciudadano americano languidece en prisiones cubanas sin que el gobierno haga nada por lograr su libertad. Con Colombia y Panamá, tratados de libre comercio firmados bajo la administración de Bush hijo, han sido aprobados por el Congreso, después de una larga oposición del presidente a ellos, solo hace meses. ConVenezuela, ninguna oposición o presiones a las políticas del dictador Chávez han sido aplicadas. Al contrario, el presidente felicita al dictador por su reciente reelección mientras le sigue comprando petróleo como si fueran los mejores amigos. Con México, se permitió la demencial política de enviar encubiertamente armas a los narcotraficantes para luego identificarlos y capturarlos. Todo lo contrario ha ocurrido, con la muerte de algunos agentes americanos en la balanza y otro encubrimiento de la operación que resultó en la primera citación por la Cámara de Representantes de Estados Unidos por desacato al Fiscal General en la historia. Y no olvidemos a Honduras, donde la política oficial de la administración fue de no reconocer el gobierno del presidente legítimo Micheletti y de apoyar al destituido presidente Zelaya por mucho tiempo, en clara violación del derecho internacional y provocando grandes perjuicios al pueblo hondureño en el intervalo. 
El emperador, en verdad, NO tenía ropa, lo cual se comprobó adicionalmente en el primer debate presidencial hace dos semanas.  Pero la política externa del presidente no solo ha sido pésima, sino que también ha sido muy peligrosa, sobre todo en el caso de Irán y el terrorismo. Sí, Bin Laden está muerto, y sí, cientos de terroristas (y otros inocentes) también han sido muertos por aviones drones, pero el terrorismo vive, lo mismo que Al Qaeda ha también renacido y tiene una presencia cada vez más activa en lugares como Sudán, Yemen, Irak y Libia, para no mencionar la prominencia de la Hermandad Musulmana en países como Egipto y la misma Libia, los cuales, a pesar que Egipto ha prácticamente suspendido sus relaciones con Israel, todavía recibe $2 billones en ayuda americana anual. Un presidente desesperado por ganar la reelección, algo que parece cada vez más lejano, es capaz de cualquier cosa y muchos aún temen una nueva “sorpresa de octubre” que pueda cambiar la elección. Ese quizás sea el peligro mayor.