INFAMIA SIN LÍMITES

lunes, 24 de septiembre de 2012


OTRAS VOCES:
INFAMIA SIN LÍMITES
(9-23-12-10:00AM)
Por  Manuel Ballagas
Pobre Rafael Rojas. Tiene que remontarse a los griegos, a Tucídides y Herodoto, para sustentar su argumento de que los cubanos, además de usar demasiado la palabra “traidor”, somos intolerantes para con las ideas ajenas. ¿Se verá mal que califique esto de suprema pedantería?
Todas las naciones y causas que valen la pena conocen traiciones, y desde luego, también padecen traidores. Pero Rojas, en una columna periodística que se pretende ensayo, quiere hacernos creer que los cubanos nos inventamos las nuestras. ¿Y con qué fin? A juzgar por su artículo, sólo queremos perpetuar ideas añejas, de un exilio del que no se siente parte y al que ataca, paradójicamente, sin atención alguna a sus valores.
¿Usted apoya el embargo estadounidense al régimen castrista? Pues usted es nada menos que un infame. ¿Usted cree que, independientemente de la oposición pacífica contra el castrismo, la vía de la acción armada nunca debe descartarse? ¡Qué clase de infame es usted, por Dios! Y si usted osa sustentar la idea de que una invasión foránea puede, a fin de cuentas, ser una salida a la crisis nacional cubana, como lo fue para Granada o Irak, por ejemplo, pues no hay alguien más infame que usted en este mundo. Igual que si usted se atreve a discrepar de algunas de esas organizaciones de intramuros, infiltradas hasta el tuétano por los segurosos, no hay más calificativo para usted: ¡Infame! ¡Infame! ¡Infame!
¿Y por qué?
Pues porque usted no piensa como Rafael Rojas (foto), un señor que tuvo la desgracia de nacer y educarse bajo uno de los regímenes políticos más despóticos que ha conocido nuestro continente, y bajo el cual el libre discurso no es sólo desalentado, sino simplemente imposible.
¿Qué pensar, pues, de alguien que obtiene a fines de los 80 una licenciatura en filosofía de la Universidad de La Habana, y que alguna vez confesó que allá sólo se le permitió estudiar a los filósofos anteriores a Karl Marx? Por no hablar de su mero acceso a una carrera como la de filosofía, en un país donde un estudiante no simplemente elige lo que quiere estudiar, sino que es elegido con toda deliberación para poder acceder a ella. ¿O nos olvidamos de que en Cuba “la universidad es para los revolucionarios”?
Pero como buen hijo de papá, el señor Rojas pudo darse el lujo de estudiar eso que en las academias cubanas se llama filosofía, algo que no es más que un aprendizaje intenso y extendido de esa superstición llamada marxismo, siguiendo párrafo por párrafo todos los manuales y libracos que se conocen para divulgar esa fracasada doctrina.
Rojas, desde luego, perteneció, por derecho pleno, a la casta de los “revolucionarios”. De lo contrario, jamás habría sido seleccionado para estudiar una carrera que en Cuba está reservada para la “crema de la crema” de los incondicionales, y por supuesto, nunca se le hubiera permitido graduarse si se apartaba un ápice de la consabida línea partidista. Luego, con un diplomita bajo el brazo, aprovechó en los 90 un viaje a México pagado por la tiranía para abandonar a sus antiguos jefes y dar un giro impresionante a su filosófica carrera. Y ahí lo tienen.
Atrincherado en una cátedra en México, se dio desde entonces a la tarea de “aleccionar” al viejo exilio, y de regañarle, toda vez que no hallara en éste una audiencia receptiva a cualquiera de sus disparates y “metatrancas”. Ignoraba Rojas, por supuesto, que casi desde que él nació existía de este lado una Sociedad Cubana de Filosofía, así como estudiosos serios que, en circunstancias de libertad, pudieron dedicarse sin obstáculos ni limitaciones políticas al estudio de las ideas a las que él en Cuba era incapaz de acceder, porque no se lo permitían.
¿Y este advenedizo, experto si acaso en materialismo dialéctico y otras ciencias ocultas, pretende ahora dar lecciones de historia y tolerancia a un exilio del cual no se siente parte, vaya usted a saber por qué razón?
No se puede llamar traidor a alguien que ataca a una causa y unas ideas que nunca abrazó, y por las cuales tantos de los nuestros han sufrido cárcel, persecución y destierro, mientras él gozaba de privilegios en Cuba. El pobre Rojas padece, asimismo, demasiadas carencias de formación vital e intelectual como para que se le tome en serio fuera de los predios de sus amiguetes en Madrid o el D.F. De lo que no cabe duda es que su infamia no conoce límites, y de que el rencor que le inculcaron en Cuba contra nosotros seguirá haciendo eco en cada letra que escriba, acusándonos de “nacionalismo católico”, de “intolerantes”, “infames” o cualquier otra estupidez que se le ocurra. Es una lástima. “Arbol que nace torcido…”