EL KINDERGARTEN PATRIÓTICO

martes, 14 de agosto de 2012


EL KINDERGARTEN PATRIÓTICO
(7-27-12-5:00PM)
por Esteban Fernández.  
La actitud correcta del cubano exiliado histórico, según yo creo, debe ser ecuánime. Tranquilos todos, sin altas ni bajas y sin que la emoción del momento nos aleje de la realidad. Hay que estudiarlo todo, analizarlo todo, sacar conclusiones y dañar en lo más posible al régimen opresor de la Patria, fría y calculadamente.   
Pero, a través de este largo exilio, hemos tenido que sufrir hasta la saciedad a los embullados de sopetón. Yo los catalogo en diferentes tipos, pero todos nos han hecho sufrir y todos nos han abandonado. Y lo increíble es que no llegan humildes a ponerse a las órdenes de los veteranos,  sino que actúan como "jefes", líderes y agitadores profesionales. Jamás respetan la antigüedad. Lo cierto es que debían matricularse en el "kindergarten patriótico", pero en su lugar,  se creen que pueden discutir, de tú a tu, hasta con el profesor Antonio de la Cova,  y darle clases de combatividad a Guillermo Novo Sampol.   
Los más comunes,  son los que de pronto se les presenta un problema personal que los atormenta. Puede ser que después de muchos años laborando en una magnífica  empresa los despidan sin muchas explicaciones. Y en otros casos puede ser que se divorcien, que dejen de tener la compañía de su mujer, que se sientan solos, aburridos, decepcionados,  y busquen el refugio con sus conocidos. Y si da la casualidad que esos viejos amigos son militantes anticastristas,  entonces se unen a una causa y a unos amigos que por 25 años tenían abandonados. Cuando eran felices,  decían: "A mí no me hablen de política"...  Y ante el embate de la vida se convierten en "unos hermanos más de la familia Maceo"; unos hijos más de Mariana Grajales...  
Y entonces, intentan recuperar el tiempo perdido.  Quieren ser más anticastristas que nadie, mas papistas que el Papa, y se pasan el día queriendo participar en actividades, o creando esas actividades.  Llaman cinco veces  al día a los tranquilos y ecuánimes activistas de la causa cubana amargándoles la vida. De pronto consiguen un buen trabajo, y al mismo tiempo ligan una nueva  y agradable dama, y mandan a los amigos patriotas y a los esfuerzos por derrocar a Castro, al mismísimo demonio.  El impulso les duró lo que el clásico merengue en la puerta del colegio.  
Están los que determinados acontecimientos logran sacarlos de la inactividad política. Por ejemplo, los sucesos de la embajada del Perú provocaron un arrebato injustificado. Pasa algo en Cuba o en el exilio,  y se embullan extraordinariamente. Lo único que logran es volvernos locos. Y hay que comenzar a decirles: “Calma, mi hermano, cógelo con paciencia, esto ha pasado 100 veces, no te emociones, vamos a ver que sucede, dale tiempo al tiempo, yo voy a escribir DE LO QUE ME DE LA GANA, no de lo que tu emotividad me indique”...   
Pero de eso nada, actúan patrióticamente, y en su efervescencia, se comportan como si fueran un Alka Seltzer o un volcán en erupción. Recuerdo que cuando el asunto  del niño Eliancito González  me martirizaron, me llamaban mañana, tarde y noche y hasta me increpaban: “ ¡Y tu no piensas decir nada de Elián,  dale, dale, di algo, defiende al niño, este es el momento de actuar!”... Pero como yo sabía que eso no iba a tumbar a los Castro, yo me mantenía a la expectativa. Con Elián González, o CON CUALQUIER ACONTECIMIENTO DENTRO DE NUESTRA NACIÓN hacen la zafra los escritores improvisados y los patriotas de última hora. Cuando se llevaron al muchachito, o cuando  baja la efervescencia, cunde el desaliento.  
También el Plan Torriente fue un derroche de impulso desmedido. Pero ahí no puedo decir mucho porque yo también participé en la creencia de que el viejo José Elías podía resolver algo. La decepción fue de padre y muy señor mío. Me equivoqué, pero seguí adelante. Muchos pararon en seco cuando el entusiasmo con Torriente se desvaneció.  
Los discursos patrióticos escuchados por quienes no están acostumbrados a oírlos levantan unos ánimos tremendos. Recuerdo que prácticamente obligué a un cubano compañero de trabajo a ir a un acto de la Fundación, escuchó a Jorge Más Canosa, y el embullo fue de tal magnitud,  que José Martí no tenía comparación con mi amigo y mucho menos con el orador. Me atreví a predecir delante de él que: “El día en que falte, o se arrepienta Más Canosa, se acabó la Fundación” y el ferviente admirador de Jorge estuvo seis meses sin hablarme.  
Después de "la noticia de la muerte del tirano" la fuente inagotable del embullo y el desembullo siempre han sido los gobiernos norteamericanos de turno. Y desde luego, los candidatos presidenciales  que visitan  Miami cada cuatro años,  prometiendo "liberación para Cuba", y logran levantan una polvareda de optimismo injustificado que no la brinca un chivo. Siempre me han llamado emocionados para decirme: "¿Viste lo que dijo McCain?" O ahora: "¿Escuchaste lo que dijo Mitt Romney sobre Cuba? Ahora si que van a poner a correr a los Castro”... Y si el candidato a vice fuera Marco Rubio, entonces muchos empezarían  a hacer las maletas para regresar.  
Hay quienes participan por un corto tiempo porque se creen que las organizaciones anticastristas son una especie de clubes sociales  y cuando se dan cuenta que en realidad la mayoría de los militantes son (o somos ) unos viejos tratando de hacer algo contra los comunistas,  se aburren y se van a bailar a otra parte. Recuerdo que un muchacho joven que “se integró a la lucha”, me preguntó en una reunión: “¿Oye,  y cuando llega el jeberio?”...   
He conocido a algunos que llegan queriendo tumbar a Fidel Castro en una semana. Cuando se enteran que esta es una lucha larga y tediosa,  se retiran al octavo día... Por eso,  cuando alguien intenta agitarme y me pregunta: “¿Y de Cuba qué?” Yo le respondo: “No tengo ni la menor idea.” Pero yo sigo en mi marchita, como la caguama: Lenta y aburrida, y quizás  eterna, pero “quítate que te tumbo”...