EL IRREMEDIABLE CASO DE ARIEL HIDALGO

jueves, 30 de agosto de 2012


EL IRREMEDIABLE CASO DE ARIEL HIDALGO
(8-20-12-5:15PM)
Por Andrés Pascual
Desde la época de la prisión fue así, el exilio no lo ha cambiado: Ariel Hidalgo Guillén era “socialista”, de los que cree que lo malo no es el sistema, sino los que se lo aplican a Cuba.
En lo personal, inteligente, decente, tratable, compartidor y valiente; pero tenía el complejo de la verdad única, que trataba de imponer sin aparentar que discutía, suavemente, un día y otro. Esta forma de intransigencia, porque lo es, pero que la esconden bien los que quieren quedar como aptos para implantar y dirigir una democracia que sería un peligro creerles, es la revancha contra la voz alta y vibrante que reclama el espacio y ser oída por quienes pueden ser engatusables por cloacas como el Nuevo Herald.
En 1966 le confinaron a la UMAP, según él, un error de “los hombres’, no del sistema. Por eso recuperó la confianza que le habían retirado por gusano; estudió historia en el Pedagógico Superior e impartió asignaturas relacionadas con la filosofía marxista y los estudios sociales en nivel de Facultad Obrero Campesina. En la prisión también dio clases a presos del Plan de Reeducación.
Un libro revisionista que pensaba escribir le costó 8 años por propaganda enemiga en 1981, en el trataba lo que pregona: socialismo, bueno; los hombres, malos… como si todo fuera así en la mentalidad del cubano desde 1959.
Durante un mes en que le castigaron a la celda, corrieron la bola de que estaba rechazando comida (no era verdad ni fue el orquestador) y por poco se desata una huelga solidaria; recuerdo que Danny Cardo (uno de tres hermanos que ya quisieran todos los disidentes juntos tener sus corazones y sus principios, condenados a 30 años en 1980 y a quienes les habían fusilado al padre en 1961), me preguntó, ¿Quién es el que sabe que Ariel está en huelga de hambre? Chirrín chirrán.
Eso sí, con su socio Adolfo Deulofeu, a Ariel (en la foto) le gustaba regar bolas sobre comentarios acerca de la libertad en “cosa de días”, porque “se lo comentó alguien que, a la vez, se lo escuchó a Cervantes”, el sicario que atendía al presidio político plantado en calzoncillos, que vivían en el edificio # 2, 4to. piso.
El problema es que “la bola” sobre la libertad fue un arma que usaba la Seguridad para elevar y deja caer el estado de ánimo de presos que, o no eran políticos y les obligaron a permanecer allí como tales, o tenían demasiada escasez de principios y voluntad patriótica, por lo que fueron incapaces de prever en el problema en que se metieron ni de calcular hasta dónde llegaba su valor personal. El rumor era una tortura más, por lo que, quien lo practicara, puede ser incluido fácilmente en el grupo de ayudantes de Rangel, el oficial del G-2 que nos atendía.
Después de más de 6 meses de fallecido en la mesa de operaciones por extrañas circunstancias de un postoperatorio de vesícula o hernia, no recuerdo cual, fue Ariel quien dio la noticia de la muerte de Mayito, hijo de 26 ó 27 años de Mario Chánez de Armas.
Relacionado desde el inicio con Jacinto, con Edmigio López Castillo, con Teodoro Rodríguez del Valle… a la llegada de Ricardo Bofill formaron (menos Jacinto) una batería de “acusadores” de la tragedia del preso, sin embargo, algunos tenían intención protagonista y otros periodístico-literaria y fue con estos “activistas”, más René Almeida (que creo que había sido enfermero de Valladares o algo así y no estoy seguro), Raúl León Godoy y, posteriormente, desde principios de 1986, con el ingeniero Andrés Solares, que se creó la sección de Derechos Humanos en el Combinado y que comenzó a circular El Disidente (aunque la revista empezó en 1985).
Gustavo Arcos Bergnes, su hermano Sebastián y su sobrino Sebastián II también entraron al movimiento. Estos vivían en la sección Candados del Edificio # 3, acusados de salida ilegal del país, en celda de seis que compartían con un oficial que trajeron sancionado por robo a 30 años desde Nicaragua. A los Arcos les llevaban a la madre a visitas en Lada y, cuando falleció, los llevaron a ellos, también en Lada, al velorio y al entierro.
Al grupo de Bofill se incorporó, por gestiones de Gustavo, a quien avalaba su amistad con Mario Chánez, el abogado delincuente, preso por un cohecho que también puso entre rejas a un tal mayor Pacheco, de la aventura en Argelia y a otro abogado del bajo mundo político habanero llamado Alcides Santana, Aramís Taboada, que había defendido a parte de la horda por los sucesos del Cuartel Moncada.
En este ambiente, Ariel continuó alimentando su sueño (o el sueño a él) de eterna lucha antimperialista, para lo que no ha quedado un libro que no haya leído sobre la penuria del sistema capitalista en cualquiera de sus vertientes, que han sido convertidos en pacotilla de 4ta. como artículos publicados en la sección Opiniones del Nuevo Herald.
Sin embargo, la verdad de este tipo de gente como Ariel Hidalgo Guillén, es que se vieron impotentes ante el poco caso que les ha hecho siempre el exilio, al que creyeron que someterían con esa sarta de estupideces peligrosas que, en su caso, siempre ha pregonado sin ningún éxito. Por eso comparten la acera del frente con los enemigos de la libertad de Cuba, aunque a algunos les parezca que no.