EL FRACASO DE LA DEMOCRACIA LIBERAL Y LA ÚNICA ALTERNATIVA; UNA REPÚBLICA CONSTITUCIONAL -II-FINAL

jueves, 30 de agosto de 2012


EL FRACASO DE LA DEMOCRACIA LIBERAL Y LA ÚNICA ALTERNATIVA; UNA REPÚBLICA CONSTITUCIONAL -II-FINAL
 (8-20-12-5:15PM)
por Diego TrinidadPh.D.
Pero SI existe una solución mejor—en verdad, la única.  ¿Cuál es? Una república constitucional como la creada por la Constitución redactada en Filadelfia en 1787, con la que nació  Estados Unidos de América (los Estados Unidos de América, en plural, una confederación de Estados independientes, había sido creada en 1777 por el Segundo Congreso Continental también en Filadelfia).  Pero esa república, aunque se creó en 1787 y se ratificó por 12 de los 13 estados en 1789 y así entró en vigor, no fue una creación  mágica.  No con esa creación se terminaron todos los males de la Confederación que ganó la independencia de Inglaterra en 1783, males que se asemejaban mucho a los que ahora azotan a la Unión Europea. Había inflación en todos los Estados, insatisfacción y una gran ansiedad por la seguridad de los ciudadanos. La deuda pública era enorme.  Desórdenes, motines y turbas por todos lados. Una grave amenaza de que el gran experimento de la independencia terminara en una orgía anárquica.  
La Constitución creó las  bases de la nueva república, introduciendo un gobierno central, pero limitado, que compartía la soberanía con los Estados (un concepto novel entonces).  Después vino el nuevo respeto por esa creación de una  república distinta y por su Constitución, cementado por la gran figura que fue el primer presidente de la república, el héroe de la Revolución Americana, el general George Washington. Todavía más adelante, las medidas tomadas por el Secretario del Tesoro, Alexander Hamilton, que consolidaron la deuda pública y establecieron el crédito nacional e impusieron el orden en la economía de la nueva nación. 
Finalmente, en las primeras tres décadas del nuevo Siglo 18, las decisiones del gran Juez John Marshall (imagen a la izquierda) en la Corte Suprema afirmando el derecho de la Corte a la revisión judicial de las leyes, y más importante, la protección y santificación de los contratos, ayudaron a formar una república comercial única en la historia. Muchos, sin embargo, critican la Constitución americana, a pesar del éxito. Mantuvo la esclavitud y no mencionó los derechos de las mujeres. Es verdad, pero estas críticas son productos delmodernismo y no son válidos.  En el Siglo 18, la esclavitud, aunque no nos guste, era aceptada en todo el mundo. No obstante, algunos en la Convención, notablemente James Mason de Virginia, quien poseía esclavos, condenó la institución y trató de excluirla. Fue imposible y la insistencia de hacerlo hubiera evitado que la Constitución se redactara. Los derechos de las mujeres no se consideraron seriamente  por casi dos siglos más, aunque Abigail Adams (esposa del segundo presidente John Adams y madre del sexto, John Quincy Adams), entre otras prominentes mujeres urgió a varios delegados que le reconocieran al menos algunos derechos a las mujeres. 
Antes de la creación de Estados Unidos de América en 1787, habían existido otras repúblicas. La república romana duró más de cuatro siglos (la americana solo 236 años hasta ahora) y fue exitosa,  grande y populosa. ¿Cuál fue la gran diferencia de la república constitucional americana y todas las demás anteriores? Que en Estados Unidos de América la soberanía descansa en el pueblo. La república americana fue la primera en la historia que reconoció—en la Declaración de Independencia de 1776, documento eternamente hermanado y enlazado a la Constitución de 1787—que los derechos de los seres humanos provienen de la Naturaleza y del Dios de la Naturaleza y NO son otorgados por ningún gobierno ni por ningún rey o gobernante. Los derechos son derechos individuales (no como en las “democracias liberales”, derechos “humanos”) y son muy básicos: la vida, la libertad, la propiedad privada (este derecho fue omitido por Jefferson inexplicablemente, pero está en casi todas las demás Declaraciones estatales, la primera de las cuales fue la de Virginia, escrita por George Mason y el modelo que utilizó Jefferson para la de Estados Unidos) y la búsqueda de la felicidad, es decir, la libertad de hacer lo que cada uno desee mientras no se interfiera con el derecho de alguien más. Fue también la primera república en que su Constitución limitó absolutamente los poderes del gobierno creado por su pueblo.  Aquí el pueblo es soberano y se reconoce—en la Declaración de Independencia—que los gobiernos son formados por la voluntad y el consentimiento de los INDIVIDUOS para asegurar sus derechos. El pueblo tiene así mismo el derecho de rebelarse contra cualquier gobierno que sus ciudadanos consideren injusto, y cambiar ese gobierno por otro de acuerdo con su propia voluntad. El concepto total estaba basado en que los ciudadanos—y sobre todo los gobernantes—observaran y practicaran los principios de la virtud pública originados por los reformistas Whig ingleses, modificados por los fundadores en la Convención Constitucional en Filadelfia en 1787 y finalmente depurados por Madison, Hamilton y Jay en los ensayos  llamados Federalist Papers. Nada como esto existió antes en la historia.  Por eso,  se  le atribuye a Benjamin Franklin, cuando una señora le preguntó que clase de gobierno le habían dado los fundadores al pueblo con la Constitución, la siguiente respuesta: “una república—si  la pueden conservar”. 
Es de notarse que ni en la Declaración ni en la Constitución aparece la palabra democracia ni una sola vez. Por una buena razón: los fundadores de esta nación la detestaban y le temían a las destructivas consecuencias que las democracias anteriores—todas fracasadas—habían traído a sus pueblos. Por eso crearon una república constitucional, la cual ha sido conservada hasta ahora,  pero no como la que se creó en 1787. Esa duró relativamente intacta hasta principios del Siglo 20. Con el movimiento progresista, comenzó la destrucción de la república constitucional de 1787. El crecimiento descomunal del gobierno federal, a lo que tanto temían algunos de los fundadores, ha traído todos estos cambios indeseables. La entrada de Estados Unidos en las dos Guerras Mundiales, la Primera por la decisión (pero con apoyo popular, debe reconocerse) de ese pésimo presidente que fue Woodrow Wilson, un hombre que odiaba la Constitución con todas sus fuerzas y que hizo lo indecible por destruirla, y que en su soberbia decidió que había sido destinado por Dios para “salvar  al mundo para la Democracia”; la Segunda por el ataque de Japón a Pearl Harbor en diciembre de 1941 (lo que el presidente Franklin Roosevelt secretamente deseaba), propició la tremenda erosión de la república americana, su Constitución y los derechos de sus ciudadanos. En los años 1920s bajo el presidente Coolidge y en los 1980s bajo el presidente Reagan, esa erosión se frenó. Pero si no se logra regresar a los orígenes de la gran república de 1787, las probabilidades son que ésta termine como otra Democracia Liberal, al estilo de las que han fracasado en Europa. Todo este desastre lo  previó el extraordinario escritor francés Alexis de Tocqueville cuando visitó a Estados Unidos en 1831 para investigar las prisiones americanas y terminó quedándose dos años en el país y viajando por buena parte de él.  De esa experiencia resulto el famoso libro “Democracia en América” publicado en dos volúmenes en 1835 y 1840.   
Tocqueville estudió a fondo la sociedad americana. Curiosamente, decidió que la democracia (para él la democracia era más que nada la igualdad de oportunidades, no la obsesión moderna de contar votos y de gobernar con la mayoría de esos votos) era más importante que los principios republicanos y que la Constitución en la nueva nación americana. Quizás eso sucedió en parte porque en los 1830s, en Estados Unidos gobernaba el presidente Andrew Jackson, quien trajo una apertura popular (algunos la consideran populista) al país y quien cambió el concepto de “democracia” como se consideraba hasta entonces, en el sentido que era un hombre de la frontera oeste, un líder militar (el primero desde Washington) y definitivamente no pertenecía a la “aristocracia” de Virginia que gobernó a Estados Unidos por 24 años consecutivos desde la elección de Jefferson en 1800. En efecto, el país había cambiado, y Jackson y sus seguidores fueron grandemente responsables por los cambios.  Desde 1832 hasta casi la Guerra Civil, los “Jacksonianos” gobernaron a Estados Unidos. No que Jackson renunciara a los principios de los fundadores, todo lo contrario, sino que era un hombre de otra generación y más “del pueblo” que la “aristocracia” fundadora. Es verdad que por sus prejuicios eliminó el Banco de Estados Unidos (privado) lo que causó la primera gran depresión en el país años después. Un firme creyente en el gobierno limitado y una política fiscal responsable, fue el único presidente que pagó la deuda nacional y balanceó el presupuesto durante sus dos administraciones.  
Pero de todas maneras, el país se había transformado de la visión relativamente idílica de Jefferson de una república virtuosa de pequeños agricultores, aislada del resto del mundo (lo que nunca fue) a una gran república comercial como deseaba Hamilton, mucho más poblada, más diversa (la primera ola de inmigrantes había llegado) mas urbana y algo más industrializada, expandiéndose continuamente hacia el Oeste. El más prominente discípulo y protegido de Jackson, el onceno presidente  James Polk, peleó una guerra contra México que no solo casi dobló el tamaño de la nación, sino que la extendió hasta la costa oeste y la convirtió en una república continental cuando California fue incorporada a la Unión americana como resultado de esa guerra. Polk además creó un sistema bancario que funcionó eficientemente hasta la víspera de la Primera Guerra.  
Los principios de la fundación de la república, especialmente el individualismo empresarial dominaban la nueva sociedad.
Tocqueville(retrato) fue testigo de todo esto y dejó una serie de comentarios sobre la democracia americana que son muy importantes por su visión del futuro.  Hasta una comparación de la democracia y el socialismo (doctrina que ya se conocía en el mundo, sobre todo en Europa) incluyó en su gran libro. Según Tocqueville, nada tenían en común los dos sistemas excepto la igualdad. Pero la democracia buscaba la igualdad en la libertad, mientras que el socialismo la buscaba en el control y la servidumbre. Mucho más penetrante fueron sus comentarios sobre el futuro de la democracia. Sobre esto, predijo que “Una democracia no puede existir como una forma permanente de gobierno. Solo puede existir hasta que los votantes descubran que se pueden votar a si mismos ricos beneficios del tesoro público. Desde ese momento, la mayoría siempre votará por el candidato que prometa los mayores beneficios, con el resultado que la democracia siempre fracasará por su política fiscal irresponsable y siempre será sucedida por una dictadura”. Es imposible predecir el futuro de la democracia de una manera más certera. ¡Y esto se escribió en 1832! 
¿Qué lecciones  pueden aprender los cubanos que quieran y puedan construir una nueva república post castrista enCuba?  Son obvias si se absorbe bien todo lo anteriormente escrito. Pero como siempre que se trata sobre el futuro deCuba, hay que hacerlo con dos consideraciones presentes. Primero, que todo lo que sigue depende de la desaparición física de los hermanos Castro y de su camarilla de colaboradores más íntimos. Segundo, que la generación que los sigue, incluyendo a sus herederos, quienes casi seguro mantendrán el control político al menos por un tiempo, sean capaces de reconocer y adaptarse a la realidad del mundo presente. Si esto ocurre y están dispuestos a las aperturas necesarias para construir una nueva república, entonces todo es posible. Bajo ese entendimiento, la nueva república cubana debe establecer y absolutamente respetar, los derechos individuales básicos, otorgados por Dios y la Naturaleza a todos los seres humanos: el derecho a la vida, a la libertad, a la propiedad privada y a la búsqueda de la felicidad. Debe crear un gobierno con sus poderes limitados por la voluntad del pueblo y la soberanía residiendo en el pueblo. Debe redactar una constitución lo antes posible, que sea breve y concisa, no como la amalgama casi incoherente de legislación social que fue la alabada Constitución de 1940. Una constitución es un plano arquitectónico para gobernar, pero también es el documento básico y fundamental de una nación, la cual debe siempre respetarse y nunca tomarse para abusar de los derechos de los ciudadanos.  La nueva constitución cubana debe modelarse en la de 1901, y debe incluir una declaración de derechos individuales—no sociales--y una división de los poderes legislativos, ejecutivos y judiciales bien enumerados. Posiblemente una cláusula prohibiendo absolutamente la reelección presidencial y otra parecida a la “cláusula pétrea” de la constitución hondureña prohibiendo cambios en la constitución para permitir esa reelección. Finalmente, se debe reconocer que todo esto toma tiempo, nada ocurre por acto de magia. Pero hay que empezar por algo, con algo. Adoptar todas estas ideas, no importa que se haga lentamente, es una buena base para la construcción de una nueva república . 
Naturalmente que en una nueva república cubana no puede eliminarse la presencia, sobre todo en la economía, del estado por algún tiempo.  Una economía mixta, entonces, debe existir de inicio, pero la presencia estatal debe reducirse lo antes posible, para que eventualmente, el estado—el gobierno controlado y limitado por la voluntad popular—solo tenga que existir como un árbitro para proteger a los menos capaces de valerse por si mismos. La nueva república no debe eliminar eventualmente la presencia del estado en la sociedad solo por ideología, sino porque es lo que funciona. Se deben por eso también aprender las lecciones del fracaso inicial de las colonias americanas cuando trataron de establecer la posesión  de la tierra en común. Casi se mueren todos de hambre, debido a lo que describe la famosa “Tragedia de los comunes” (ensayo escrito en 1968 por el ecologista Garrett Hardin). Hardin enseña como la tenencia en común de la tierra en tiempos medievales resultó irrevocablemente en el agotamiento de la tierra.  La única manera de evitar esto—que por cierto aplica al resto de la sociedad y la economía—es de introducir la propiedad privada y de respetarla. ¿Por qué? Porque únicamente los propietarios tienen el interés de ocuparse, de cuidar y de hacer producir los escasos recursos de cualquier sociedad.  Cuba y su economía a través de medio siglo es la mejor prueba de esto.  Los cubanos lo saben bien. 
Los cubanos en la isla deben tener muy presente que los cubanos del Exilio no somos sus enemigos. Todo lo contrario. Todos somos un pueblo, separado únicamente por el Estrecho de la Florida y por un régimen totalitario opresivo que ha mantenido al pueblo cubano no solo en un profundo abismo económico por más de medio siglo, sino que también los ha engañado y los ha mantenido en la ignorancia de lo que ocurre en el mundo de hoy en día.  Todos aquí en el Exilio estamos en la mejor disposición de ayudar a construir una república nueva, si nos dan la oportunidad los que mantengan el poder en la isla  De manera que  si los principios verdaderamente  importantes se reconocen, si se aprende de los fracasos de las democracias liberales, si se comprende que la libertad y la justicia no pueden ser protegidas solamente por los votos de los ciudadanos, y que la “democracia” NO es lo más importante en la vida de los pueblos, entonces se puede construir, con el tiempo, una república constitucional duradera.