ACEITE DE OLIVA CASERO CON UNA NARANJA DENTRO

martes, 24 de julio de 2012


ACEITE DE OLIVA CASERO CON UNA NARANJA DENTRO
(7-20-14-5:10PM)
Por Andrés Pascual
Hoy conversaba con mi esposa de “cosas raras” de la población cubana antes del “destape” de los noventas, esa palabra, destape, aplicada a la situación de allá quiere decir, a pesar del llamado período especial, que ni de juego se pueden igualar las carencias y la represión de los 60´s, los 70´s y los 80´s con los posteriores a 1994.
Ese año fue Guantánamo, como la Revolución Francesa para el mundo, punto de partida de otra visión “cosmogónica” (qué palabrita, la aprendí en Letras por los 60´s y es la primera vez que la uso) que decide el itinerario del pensamiento social, incluso el modo y los medios de vida del cubano en la Isla.
Guantánamo se entiende como 300,000 en balsas que se han encargado de “ir a buscar”, quizás, a otros tantos, entonces simboliza viajes, remesas, Van Van en Miami y todo ese lastre que hundió al destierro, con mucha responsabilidad de algunos aprovechados del propio “exilio histórico”.
“Échale una naranja pelada dentro, déjalo unos días y verás que parece Sensat, muchacha”, eso le decía cualquier ama de casa cubana a otra, según lo cual se cambiaba el gusto a rayo de lo que nadie sabe de dónde procedía como grasa comestible, a aceite de oliva español.
El castrismo, yo no sé si los demás “pueblos hermanos” de la congregación que desapareció por efectos de la política de Ronald Reagan, el Papa, la Kos Kor y su representante en Polonia como Movimiento Solidaridad, aplicaban la muy particular política de vendedor al revés, que gana más mientras menos venda, tampoco me importa, pero mi abuela materna me dijo hace más de 45 años “la gente aquí le sirve a estos asesinos de probadores, si venden algo dos veces y vuela, no lo traen más, porque es bueno…”, realmente ya desde 1963 todo volaba para acaparar y para consumir de inmediato, que los estantes de las bodegas estaban vacíos, pero ella se refirió a unas ancas de rana, a unos carapachos de langosta, a pomos con ostiones y a filetes de Emperador con los que funcionó el proceso como decía: un par de cucharadas y fuera catarro, como la Emulsión de Scott, el Hombre con el Bacalao a cuestas. A fin de cuentas, esa gente bautizó como “libreta de abastecimiento” a una vulgar y eterna cartilla de racionamiento.
Otra cosa que me dijo, esta vez la abuela paterna de mi esposa, tal vez por 1970 mientras tostaba chícharos para mezclarlos con el casi inexistente polvo que daban por café racionado, fue: “cuando se entere Fidel que se está mezclando prepárate, que no traen más café, sino chícharos”, nada, los inefables “viejos” de experiencia de 60 años vividos bajo la República, que no se les olvidó nunca el sabor del Sensat, por lo que, cuando usted se aparecía con la sugerencia de la naranja dulce pelada, lo mandaban a freír tusas.
No “pitusas” (jeans), no pulloveres “yumas”, no nada… ni café real ni aceite real (de oliva o del que fuera), salvo la nomenclatura y sus ahijados hasta nivel de cuadras (que los hay), no carne, sino un ripio de media comida, tal vez un par de mollejas de pollo medio podridas una vez al mes y 4 huesos sin carne otro tanto.
Sin embargo, una vez escuché en un programa de cine del 41 llamado la Mirada Indiscreta, cómo la gente en Cuba añoraba el período de ocupación rusa, al que consideran de “abundancia”, es decir, la peligrosa presencia de la nostalgia por la esclavitud peor que la de hoy, por lo que, cualquier “libertador” de por acá, llámese como se llame, tiene que luchar contra ese fantasma también, ¡No lo olviden!
Para que no empleen el derecho que da la democracia a protestar en turbas contra ella misma si un día se logra cambiar de verdad, tienen que ir pensando en que, “mejorar la etapa raulista actual de la tiranía”, tal vez lo entiendan como “dáselo todo gratis, apruébales todos los derechos: a la libre expresión para quejarse y organizar huelgas y a la libertad de movimiento, pero déjalos en sus casas sin trabajar o en trabajos haciendo como que trabajan, lo hizo la dictadura durante 50 años, lo disfrutaron y nadie protestó.
Tal vez ese sea su sueño verdadero, a lo que fueron acostumbrados durante medio siglo, quizás acepten una versión postcastrismo, pero enriquecida a su favor.