1959

miércoles, 21 de marzo de 2012


1959
(3-13-12-9:30AM)
por Esteban Fernández Jr. 
No me sentía eufórico en lo absoluto ni compartía la alegría generalizada en mi entorno, pero como no era batistiano, opté por sonreír y darle tiempo al tiempo, otorgarles el beneficio de la  duda y desearles buena suerte a los que actuaban victoriosos, y depositar -con mesura- esperanzas en que las cosas mejorarían en mi país.  
Muy difícil para mí  poder  asegurar si fue rápidamente, o poco a poco, que comencé a sentir una tremenda molestia interna con los acontecimientos. Creo que lo primero que me sorprendió fue observar que Fidel Castro Ruz  actuaba como si fuera  el único victorioso cuando en realidad todo el mundo sabía que habían sido muchos factores y varias organizaciones las que lucharon contra el gobierno de Fulgencio Batista.  
En particular, por razones de índole familar, yo sabía que los líderes de la "O.A." (siglas con que se conocía a la Organización Auténtica) habían luchado en todos los frentes y en ese momento eran tirados a mondongo por completo. Lo mismo sucedía con los dirigentes del Directorio, con los del Segundo Frente del  Escambray y con todos los que no se plegaban a los dictados del que a todas luces actuaba como si fuera el Mesías salvador de la República.  
Hacerle un segundo juicio a los aviadores fue una canallada indecente que a mí me cayó como una patada en el hígado. Y de prontro en la televisión comienza un juicio público contra "Un  tremendo asesino que había cometido infinidad de crímenes de guerra llamado Jesús Sosa Blanco". Desde la primera hora me pareció un Circo Romano, una farsa, una exageración.   
Me senté en un sillón muy cerca del televisor esperando ver llegar a "Calígula", o al rey de los esbirros. Creo que no había pasado ni tres horas y ya comencé a simpatizar con el acusado y a detestar a un montón de guajiros imbéciles traídos de la Sierra Maestra para acusar al oficial de montones de atrocidades.  A uno le preguntaron: "¿A qué usted se dedica?"  Y contestó: "Yo me dedico a Sosa Blanco"... Absolutamente no se pudo demostrar nada contra este hombre. Y cuando fue llevado al paredón, esposado, y saludando sonriente, yo grité: "¡Este hombre es un cojonudo!"... 
Como el que no quiere las cosas un famoso periódista y comentarista radial y televisivo, dirigente del Partido Ortodoxo, llamado Luis Conte Agüero,  lanza una campaña pública pidiéndole a Fidel Castro que recapacite, que pare a los comunistas en el intento de controlar a la nación. Inocentemente yo pensé que esa era una gran oportunidad para Castro de reivindicarse, salir de los ñangara y apoyar a su amigo Conte que tan bien se había comportado con él en el pasado.  
¿Reivindicarse? Qué va, Conte Agüero salió bien que no lo fusilaron. Tuvo que salir disparado para una Embajada antes que las turbas castristas lo arrastraran por las calle de La Habana motivados por el cranque del nuevo tirano contra él.   
Para mí ya esa fue la tapa al pomo. Casi corriendo me fui a buscar a un joven mayor que yo, natural del Central Providencia, llamado Gilberto Salgado, que yo tenía entendido que ya estaba conspirando. Me puse a su disposición.
Me dijo: "No hay problema, yo sé quién tu eres y de que familia provienes, de ahora en lo adelante olvídate de mi nombre, llámame 'Corvea', por favor"... Yo creo que para probarme me dio una tela color azul pálido. Me dijo: "Esto es un banderín, ponlo en la azotea del Edificio Partagás, de manera que todo el mundo lo pueda ver desde abajo"... Motivado por mi nerviosismo no noté que la bandera tenía un tridente y las letras M.R.R. hasta  que ya estaba encaramado allá arriba. Y cumplí su orden. La puse.  
Y unos meses mas tarde, ya en el año 60, junto a Milton Sorí, colocamos una bandera del  "Movimiento 30 de Noviembre" en la cerca Peerless del parque infantil de Güines.  Y así, mas o menos, se inicia mi anticastrismo eterno.