RECUERDOS DE UNA ANTIGUA CÁMARA

viernes, 9 de diciembre de 2011

RECUERDOS DE UNA ANTIGUA CÁMARA
(12-7-11-9:20AM)
Foto de Robert L. Wharton, misionero norteamericano fundador del Colegio La Progresiva de Cárdenas e impulsor de los Colegios Presbiterianos de Cuba. El norteamericano Wharton quiso e hizo más por Cuba, que millones de cubanos nativos. Sirva este espacio para brindar  nuestro homenaje a este hombre de Dios, al que aprendimos a respetar, admirar y querer desde nuestra infancia.
De Mr. Wharton nos relata el Dr. Alfonso Rodríguez Hidalgo dos anécdotas que lo retratan como el hombre de Dios que era, pero al mismo tiempo como el demócrata amante de la libertad. Se las trasladamos ambas a nuestros lectores:
"En Caibarién. El 20 de mayo de 1902, tuvo Mr. Wharton la inmensa satisfacción de ver cómo se izaba por primera vez en Cuba la bandera de la Estrella solitaria. Se unió entonces con júbilo indecible a la alegría de todo un pueblo, mientras gritaba al unísono con ellos: “¡Viva Cuba Libre!” Después de este espectáculo extraordinario, de rodillas en su habitación, Mr. Wharton ora de esta manera: “Señor, concédeles a estos hombres el gozo de la libertad política; pero al mismo tiempo dales la oportunidad de ser libres con la libertad que solo Cristo ofrece. Dame a mí el privilegio de contribuir en la medida de mis fuerzas a la construcción de caractéres cristianos, única base permanente de una república perdurable y feliz”.
"Por razón de esa lealtad apasionada a Jesucristo siempre nosotros supimos, aun en medio de las mayores confusiones, de qué lado estaba Mr. Wharton. Le vimos siempre junto a su Señor y en tesitura de lealtad absoluta y apasionada a su Iglesia. Recuerdo que en la época de aquellos Congresos de la Juventud Pro Paz Mundial, unos jóvenes norteamericanos escribieron a Mr. Wharton pidiéndole una oportunidad de hablar en “La Progresiva” sobre la paz. Mr. Wharton accede gustoso a esta petición y organiza un acto público en el aula magna de “La Progresiva”, donde estos jóvenes norteamericanos habrían de hablar. Ya cuando el público llenaba los asientos del aula magna, se aparece Mr. Wharton indignado. Apenas le vimos, por la manera como se movían los pelos de su bigote, comprendimos que estaba muy disgustado y molesto. Inmediatamente llama a su oficina al Dr. Pedro Vázquez y a mí que habríamos de ser esa noche los intérpretes de los jóvenes norteamericanos. Sin más preámbulo nos dice: “Nos han engañado: éstos son comunistas; pero ya no podemos dejar de celebrar el acto. El público está esperando. Que ellos digan todo lo que quieran; pero ustedes, al traducir, digan también lo que ustedes quieran. Ellos, que vinieron aquí a engañarnos, no se merecen que los tratemos de otra manera”.
Conociendo la honradez y la integridad moral de Mr. Wharton, esa decision suya se explica únicamente por su lealtad apasionada a Jesucristo y a Su Iglesia."