A MEDIO SIGLO DEL ABISMO LA CRISIS DE LOS COHETES DE OCTUBRE 1962: GARANTÍA DE LA REVOLUCIÓN-V

jueves, 3 de noviembre de 2011

A MEDIO SIGLO DEL ABISMO
LA CRISIS DE LOS COHETES DE OCTUBRE 1962: GARANTÍA DE LA REVOLUCIÓN-V
(10-31-11-5:20PM)
Por Diego Trinidad, Ph. D 
Los eventos de los próximos seis días hasta que la crisis concluyó el 28 de octubre cuando Khrushchev aceptó retirar los cohetes de Cuba, fueron el resultado de una serie de presiones y contrapresiones que eventualmente llevaron a una resolución pacífica de la Crisis.  Por limitación de espacio, aquí sólo se considerarán los más importantes y algunos que han sido revelados hace muy poco tiempo. Por ejemplo, el martes 23 de octubre, Robert Kennedy, quien se sintió personalmente traicionado por su “amigo” Sergei Bolshakov, cuando éste le ocultó la presencia de los cohetes en Cuba (Bolshakov no sabía nada sobre Anadyr), comenzó una serie de visitas al embajador ruso Anatoly Dobrynin que supuestamente llevaron a la resolución de la crisis mediante un acuerdo secreto entre los dos, aprobado por el Presidente, para intercambiar los cohetes en Cuba, más una promesa de no invadir a Cuba, por los “Júpiters”en Turquía.  Esto no fue cierto como se verá más adelante, pero esa noche del 23, Robert le preguntó al embajador antes de irse qué instrucciones habían recibido lo barcos rusos. Dobrynin contestó que tenían órdenes de ignorar “demandas ilegales” de parar en el mar para ser revisados. Robert contestó: “no sé como terminará esto, pero tenemos la intención de parar sus barcos”.  “Eso sería un acto de guerra”, protestó el embajador mientras Robert se despedía.[1]
El miércoles 24, se produjo el primer “break” en la crisis, cuando McCone anunció a los miembros de ExComm reunidos en el salón del gabinete de la Casa Blanca, que los barcos rusos habían parado en el mar o habían cambiado de rumbo en dirección oriental.  Es decir, estaban regresando a Rusia.   En este momento se produjo uno de los episodios inolvidables de la Crisis cuando el secretario Rusk, suspirando con alivio, dijo, “estamos ojo a ojo y el otro tipo acaba de pestañar” (“we are eyeball to eyeball and the other fellow just blinked”)[2] En Cuba, mientras tanto, las preparaciones seguían a toda máquina, no sólo para tener listos los cohetes R-12 (los R-14, los de mayor alcance, nunca llegaron a Cuba) sino para transportar las cabezas atómicas, almacenadas en Bejucal y nunca detectadas.
El jueves 25 trajo otro de los momentos célebres en la ONU, cuando el embajador americano Stevenson acusó a Rusia ante el Consejo de Seguridad de haber colocado los cohetes en Cuba, lo cual fue negado, una vez más, por el embajador ruso Valerian Zorin. Stevenson increpó a Zorin, acosándolo para que admitiera la presencia de los cohetes. Zorin resistía, diciéndole a Stevenson que no estaba en una corte de justicia americana y que contestaría “a su debido tiempo”, a lo que Stevenson replicó: “Estoy preparado para esperar su respuesta hasta que el infierno se congele, si esa es su decisión”[3] Y de inmediato procedió a mostrar ampliaciones de las fotos de los cohetes en Cuba a los miembros del Consejo de Seguridad.
Unas horas después, en la noche del viernes 26, en Cuba también se estaba desarrollando un drama que sólo se reveló muy recientemente. Un convoy de camiones se movía lentamente desde Mayarí Arriba en Oriente, a las cercanías de la Base Naval de Guantánamo. Pero esto no era nada de risa, como la situación que se produjo en la ONU horas antes. Pues el convoy llevaba misiles cruceros FKR (foto de la izquierda) con cabezas nucleares que serían emplazados a sólo 12 kilómetros de la Base. Esto nunca se supo. En sí, nunca se supo que Rusia contaba con estas armas hasta que Michael Dobbs lo reveló en su libro One Minute to Midnight a principios de 2008.  Lo peor es que el jefe ruso de la operación en Cuba, el mariscal Pliyev, tenía la autorización para usar los FKR.  De manera que la Base de Guantánamo hubiera sido la primera baja en caso de una invasión americana a Cuba.  Hubiera sido vaporizada en dos minutos, y una vez más, como en el caso de los submarinos con torpedos atómicos, esto hubiera seguramente provocado una guerra en general.   
Sobre este asunto hay otras opiniones.  Por ejemplo, las órdenes de usar las armas nucleares tácticas habían, efectivamente, sido autorizadas por Khrushchev.  Pero sólo el Jefe de Estado Mayor del Ejército Rojo, el mariscal Zakharov, la había firmado; necesitaba la firma del Ministro de Defensa Malinovsky, quien nunca la firmó. Y cuando Pliyev mandó un cable a Moscú consultando qué hacer en caso de invasión, la respuesta fue que peleara hasta la muerte, pero que bajo ninguna circunstancia usara las armas nucleares.[4]  Pero hay que tener en cuenta que a pesar de esa prohibición absoluta de no usar armas nucleares, primero, Pliyev no estaba al frente de los FKR emplasados cerca de la Base de Guantánamo.  Y segundo, desde Pliyev a todos los demás jefes militares rusos en Cuba a cargo de armas nucleares, ya fueran tácticas o estratégicas, en caso de un ataque masivo de EU como precursor de una invasión ¿era humano esperar que resistieran hasta la muerte sin usar las armas nucleares?  De todos modos iban a morir, así que es muy probable que alguno de ellos hubiera decidido morir matando—a todo el mundo
El viernes 26, después que un avión Crusader de la Marina tomó las primeras fotos a poca altura sobre Sagua La Grande, el piloto, teniente Gerald Coffee, notó algo extraño al sobrevolar la base de cohetes cerca de la ciudad.  En otra vuelta, fotografió varias filas de tanques y camiones camuflageados, pero que al revelarse las fotos el 26, enseñaron otras armas que la inteligencia americana ignoraba habían sido también colocadas en Cuba: misiles tácticos Luna, con cabezas nucleares de dos kilotones y un alcance de 20 millas, que podían destruir a todas las tropas americanas que desembarcaran en un radio de 1000 yardas. Ese día también los submarinos rusos fueron descubiertos y uno de ellos, el designado B-36, fue perseguido hasta que casi no le quedaba aire.  Pero logró esperar a la noche, cuando salió a la superficie por un rato y se enteró de la peligrosa situación. Esa noche también se movía otro convoy desde Bejucal a Sagua La Grande, por malas carreteras y bajo fuertes aguaceros, con las cabezas nucleares de los R-12, para acoplarlas a los cohetes y dejarlos listos para disparar. Además, ese día llegó la primera de las cartas de Khrushchev sugiriendo una posible solución a la crisis: si EU retiraba su flota del Caribe y prometía no invadir a Cuba, “la necesidad de la presencia de nuestros especialistas militares desaparecería”[5]
Esta larga carta del 26, la cual tuvo que ser enviada en cuatro secciones por teletipo de Moscú a Washington, después de ser traducida y codificada, demoró casi 12 horas en llegar.  Fue entregada por un mensajero a la embajada de EU en Moscú a las 4:42 pm hora local (9:42 am en Washington) y recibida por el embajador de EU Foy Kohler. Kohler fue profesor en la Universidad de Miami durante el curso de 1969-70 y en una conferencia en mayo de 1969, expresó su opinión de que la carta era casi incoherente, escrita muy de prisa y por un mecanógrafo malo, llena de errores, borrones y palabras tachadas en tinta púrpura.  En su opinión fue escrita por Khrushchev, quizás mientras bebía y mostraba a un hombre desesperado y aterrorizado.[6] Esta impresión fue compartida por Llewellyn Thompson y George Ball en Washington, entre muchos que así opinaban.[7] Y la carta no fue publicada por muchos años, pues de acuerdo con un alto oficial del gobierno, “demostraba una desesperación no digna de un jefe de estado”.[8] Sin embargo, Kennedy le prohibió terminantemente a todo su equipo que se jactara en público de la humillación rusa.  Sus planes futuros eran de utilizar el resultado de la Crisis para lograr un mayor acercamiento entre las dos grandes potencias.  Eso fue exactamente que sucedió, después del discurso del Presidente ante la clase graduada de American University en la primavera de 1963, donde ofreció “extenderle una mano amistosa a Moscú”. [9] Unos meses después, un tratado prohibiendo las pruebas nucleares fue firmado entre Rusia y EU.  Y hasta con Cuba habían posibilidades de acercamiento, incluyendo el restablecimiento de relaciones diplomáticas y comerciles.  Pero todo terminó abruptamente en Dallas el 22 de noviembre cuando Kennedy fue asesinado.  Mas la política de  detente comenzó con Kennedy, no con Kissinger y Nixon años después.
El viernes 26 se recicibió una segunda carta de Khrushchev, la cual fue hecha pública por Moscú.  Esta carta hacía una demanda adicional a EU.  Exigía la retirada de los cohetes Júpiter de Turquía.  Nada provocó más discusiones y más desacuerdos entre los miembros de Excom que esta segunda carta.  Kennedy, sobre todo, estaba casi obsesionado con la demanda pública sobre los cohetes Júpiter.  Una y otra vez insistía que no tenía sentido contestar la primera carta, ya que Khrushchev había cambiado los términos del debate en la segunda.  Al fin de las largas discusiones del sábado 27, Sorenson, su hermano Robert y Bundy convencieron al renuente presidente y este accedió a contestar la primera carta e ignorar la segunda, pero lo hizo convencido de que esta gestión fracasaría.  Nadie se sorprendió más que el presidente cuando Khrushchev accedió a los términos ofrecidos por Kennedy en su carta de octubre 27, la cual sentó las bases para  el “entendimiento entre los dos países de un compromiso de EU de no invadir a Cuba y resolvió la Crisis.[10] (Continuará)
[1] Ibid., p. 73
[2] Ibid., p. 88
[3] Ibid., p. 131
[4] Leebaert, op. cit., p. 279 y notas 62, 63 y 64, p. 674.  Ver también Fursenko and Naftali, One Hell of a Gamble, p. 243
[5] Dobbs, op. cit., p. 165
[6]  Trinidad, op. cit., p. 40, nota 11
[7] Dobbs, op. cit., p. 165.  Sobre el miedo y desesperación de Khrushchev esa noche ya no hay dudas, después de abrirse los archivos rusos.  Un alto oficial del Ministerio de Estado, Vassily Kuznetzov, hasta declaró que el Premier ruso “se defecó en los pantalones”.  Zubok and Pleshakov, op. cit., p. 266
[8] Henry M. Pachter, Collision Course (New York: Praeger, 1963), p. 50. 
[9] Fursenko and Naftali, One Hell, p. 336
[10] Ver el magnífico libro de Sheldon M. Stern, The Week the World Stood Still (Stanford: Stanford University Press, 2005), pp. 133-196.  Este libro es el único que ofrece una version total de las deliberaciones de ExCom, analizando las grabaciones y las minutas, además de incluir entrevistas con muchos de los participantes.  El libro tambien revela que la política de EU, después de decidir sobre la Cuarentena, fue de hacer—NADA.  No se tomaron ningunas decisiones para obligar a la USSR a retirar los cohetes de Cuba, y  a veces parecía que buscaban por todos los medios como NO tomar ninguna decisión. Solamente el temor de Khrushchev a un ataque americano, el cual incluiría una invasión de Cuba, provocó su decisión de terminar la Crisis retirando los cohetes