LA PALABRA QUE SE DEBIO PROSCRIBIR EN CUBA

jueves, 3 de noviembre de 2011

LA PALABRA QUE SE DEBIO PROSCRIBIR EN CUBA
(11-1-11-5:10PM)
Por Andrés Pascual 
¡Revolución, he ahí el problema! ¿Será una palabra maldita? Yo no sé, pero una palabra de mierda sí es, “meridianamente cagadora” de todo lo que centrifugue.
Sin embargo, en la Cuba de “antes”, posiblemente no sonaba “a malo”, porque no se acostumbraba a nombrar, digamos que a la imposición del comunismo, con ella.
Concepto “revolucionario” del individuo podía ser un héroe de una novela de Hemingway, disfrazado de Gary Cooper, besándose con Ingrid Bergman en un teatro bélico de trascendencia comunista: España 1936...
A Méjico no, al Indio Fernández y a Gabriel Figueroa se les agradece en Cuba el toque edulcorado que recibió el público de la época, para el que “la aún incomprendida Revolución Mejicana” era un beso de Columba Domínguez con Roberto Cañedo; o una larga caminata a pie de la bella María Félix, de cananas cruzadas y en papel de Juana Gallo, con el regimiento detrás, más pendiente de disfrutar de su belleza que de proteger sus vidas.
Revolucionario, como se entendía en Cuba, era el toque misterioso, enigmático, estilo “el luchador de la resistencia checa” interpretado por Paul Henreid en Casablanca, que se lleva a la bella Ingrid Bergman; porque el americano Rick, (Humphrey Bogart), en elegantes trajes anatómicos cortados en El Sol de La Habana, la obliga a seguir a su compañero por designio de pareja y por la protección de su integridad física.
Nunca “revolución”, sino “cortina de Hierro”, “monstruo comunista”, “Komintern”; pero llegaron, mataron y se quedaron enquistados en los países, de forma tan agresiva y brutal, como el cáncer en partes blandas del sistema digestivo, bajo la bandera injuriosa, despreciable y criminal de la “revolución”.
Tal vez haya que hacerle un paréntesis de beneficio socio-económico a la palabra por lo de la Revolución Industrial, Robert Fulton y la Máquina de Vapor; tal vez, no estoy seguro…
El desastre generado por Castro se inició desde que se le ocurrió a Batista ceder a presiones y amnistiar a ese ladrón y asesino, en vez El  manual para destruir a Cuba comenzó a aplicarse desde que a ese energúmeno se le regaló el país con aquello de “Elecciones para qué”, “esta es tu casa Fidel” y cuando le sirvieron “de pala” en el apoyo a los fusilamientos y a la apertura de la salvaje prisión política.
Ni durante los 90’s ni ahora hubo menos necesidades que entre 1960-1980, si acaso, la misma.
Desde que el tirano implantó el comunismo, el país está en bancarrota absoluta por ineficiencia natural de sistema, que trajo como consecuencia la política de inflación de plantillas que, hoy, decidieron “cambiar” con medio millón de “disponibles”.
Cuando aplicaron la política de “empleo total sin aplicación ni utilidad”, solo por propaganda ideológica intencional, generaron una clase parásita y vaga, desconocida en la identidad nuestra de tal forma que, muchos de ellos, parecen otro tipo de cubanos sin valores ni atributos positivos ¿Calculó la tiranía el daño que se le haría a la personalidad del nacional de por lo menos 3 generaciones con semejante imposicón? Claro, pero era consecuente con la perspectiva de ganar adeptos entre la clase marginal, envidiosa y de bajas pasiones que siempre son mayoría; eso, más ofrecerle en usufructo gratuito la casa robada al que “se fue”, por la que nunca trabajaron, le aseguró en el poder y todavía funciona.
Cuando vandalizaron y saquearon la propiedad privada de cualquier peso e importancia en el desarrollo económico de la Isla; cuando decidieron convertirse en enemigos de Estados Unidos y apartarse de la ayuda que nos representaba en la ruta al desarrollo, se echó la suerte de la República y fue en 1959; entonces, ¿Cuántos exigieron ni protestaron en aquel momento ni por los próximos 40 años? Hoy, ¿A qué viene los alboroto?
Sin embargo, Oscar Peña ha dicho que “Chávez, Ortega y Fidel encabezaron revoluciones justas para limpiar lo malo; pero decidieron quedarse…” ¿Será posible leer esto aquí? Si no le gusta el caldo, Nicolás Pérez Delgado ataca, muchas veces, con otra taza del mejurje que consiste en cómo cambiar aquello sin “odios ni revanchas”; o sea, sin erradicar el socialismo, lo que significa dejar allí, en plan de ganadores absolutos, a la clase dirigente, dueña del aire que se respira y contra la que, a veces, dicen que combaten…Buenos “revolucionarios”, indudablemente.