EL ASESINATO DE MELLA
lunes, 28 de noviembre de 2011
DE LOS ARCHIVOS DE NUEVO
ACCIÓN
(11-25-11-4:40PM)
LA
HISTORIA EN LA
MEMORIA
EL ASESINATO
DE MELLA
Los motivos que llevaron a la
decisión de liquidar a Julio Antonio Mella
POR PINO CACUCCI
Julio Antonio Mella(foto a la izquierda) fue
asesinado la noche del 10 de enero de 1929 en la esquina de Abraham González con
Morelos, de dos tiros de revólver .38: la primera bala atravesó el codo
izquierdo y el intestino, la segunda perforó un pulmón. El juez Alfredo Pino
Cámara interroga a Tina Modotti y la acusa de varias contradicciones: ella ha
declarado que quien disparó -desde un automóvil en la oscuridad- lo hizo
mientras ella caminaba tomada del brazo izquierdo de Mella, algo imposible
porque la primera bala lo hirió en ese brazo, y no pudo ser un acto sorpresivo
porque Mella corría tratando de escapar.
Hay tres testigos de los hechos: el panadero Luis
Herberiche que se encontraba en la puerta de su panadería, y los jovenes
Anacleto Rodríguez y José Flores, que estaban a la puerta de su casa en Abraham
González. Los tres afirman que vieron a tres personas, dos hombres y una mujer,
avanzando desde Bucareli y discutiendo animadamente, y que uno de los dos
hombres sacó una pistola y disparó mientras el otro corría hacia delante. En el
careo con Tina, Herberiche declara: "No tengo ningún motivo para engañar a la
justicia. Soy un comerciante al que no le gusta verse implicado en estos hechos.
Siento mucho desmentir a la señora, pero lo que dije es la verdad y lo sostengo".
Los periodicos de la época publicaron estos y muchos otros detalles, pero la
justicia no pudo esclarecer quién mató a Mella y por qué.
En 1986 hablé con Félix Ibarra, que a los 17 años
entró en la Juventud del Partido Comunista Mexicano (PCM) y después simpatizó
con la Oposición de Izquierda, que apoyaba a León Trotsky. Ibarra tenía la
máscara mortuoria de Mella, que me enseñó -aún conservo la foto que hice- y fue
una emoción ver cómo era el rostro del luchador cubano pocas horas después de su
fallecimiento. Luego, Félix me contó:
"Lo conocí en 1928, cuando yo vivía donde ahora está
el metro San Antonio Abad. El venía a repartir propaganda y me acuerdo muy bien
de ese muchacho alto, fornido, que siempre transmitía entusiasmo. Al principio
se adhirió a la Oposición de Izquierda, pero cuando lo acusaron de atentar
contra la unidad del PCM, oficialmente tomó distancia, aunque en octubre de 1928
fundó la revista Tren Blindado, que era el emblema de Trotsky... Fue un desafío.
Además, Tina fotografió la máquina de escribir de Julio Antonio y en la hoja de
papel que sale del carro se puede leer una frase de Trotsky sobre la función
revolucionaria del arte. Cuando lo mataron, le pregunté varias veces a mi tío
Alberto Martínez, que era dirigente del PCM, quién era el asesino, y siempre
evitó contestarme, hasta que un día, cuando pensó que yo tenía ya una
consciencia política sólida, me dijo: 'Fue ese malvado de Sormenti'. Y no quiso
agregar más. Mi tío conocía a Vittorio Vidali como Carlos Contreras o Enea
Sormenti, y creía que Sormenti era su verdadero apellido. Años después, hablé
del asunto con Diego Rivera, y me dijo: 'Todos sabemos que fue Vidali, ya nadie
puede tener dudas al respecto'".
Otra persona, cuya vida es parte de la historia del
comunismo en Italia, pero no quiere involucrarse en esta polémica desgarradora,
me contó que una vez, discutiendo con Vidali en Trieste, éste le dijo: "No fui
yo personalmente, pero claro que a Mella lo liquidamos nosotros. Era un
irresponsable, estaba quebrando la unidad del partido y la unidad sindical".
Junto a Diego Rivera
La ruptura entre Trotsky y Stalin se da en 1924. La
lucha entre dos conceptos de revolución socialista -"revolución permanente" y "revolución
en un solo país"- se propaga a los "partidos hermanos" del mundo, y en México
alcanzará uno de los niveles más sangrientos. El PCM es considerato por el
Komintern el eje de la ideología moscovita en América. La línea que dicta la
ciudad de México está destinada a influir en el subcontinente. Stalin tiene en
México un comité central lleno de líderes fieles, pero, junto a ellos, emergen
figuras peligrosamente atraídas por el trotskismo. Y es para controlarlas o
suprimirlas que Vidali -alias Carlos Contreras o Enea Sormenti- es enviado a
México.
Mella no fue abierto partidario de Trotsky, pero su
deseo de derribar a Gerardo Machado en Cuba es bloqueado por Moscú: cada foco
rebelde en América Latina representa un peligro para la consolidación del poder
en la Unión Soviética. Apoyar un intento insurreccional en la isla significa
desafiar los intereses económicos estadunidenses, y Moscú no quiere que
Washington considere a la Unión Soviética una amenaza a su "patio trasero",
según la Doctrina Monroe. Los partidos comunistas, en esta fase histórica,
trabajan para impedir sublevaciones armadas en sus respectivas áreas de
influencia.
En el IV Congreso de la Internacional Sindical,
Mella conoce al comunista español Andrés Nin, quien le expone las tesis de la
Oposición de Izquierda sobre la política de colaboración entre las clases
impulsada por Stalin y Bujarin. De inmediato, el dirigente comunista argentino
Víctor Codovilla exige la expulsión de Nin. Mella comparte la postura de Nin
pero no puede apoyarlo, porque se aislaría, ni quiere hacerse cómplice de la
expulsión; así, decide mantenerse al márgen y Codovilla emprende una campaña
contra él.
Cuando Mella apareció en México, el PCM afrontaba
una profunda crisis interna. Entre 1925 y 1926, se había producido una ruptura
entre la dirigencia de Xavier Guerrero, David Alfaro Siqueiros y Rafael
Carrillo, y el ala derecha del partido que buscaba aliarse con sectores del
gobierno de Plutarco Elías Calles, o sea el gobierno que estaba usando a la CROM
para controlar el movimiento obrero y aplastar los movimientos independientes.
En el V Congreso del PCM, en abril de 1928, Mella y su grupo llaman a
reorganizar la lucha sindical contra la CROM, pero son derrotados por la
dirección del partido, que los acusa de intentar una nueva dispersión de las
fuerzas obreras. Todo esto sucede en vísperas del IV Congreso de la
Internacional en Moscú.
El 17 de julio un cristero mata al presidente
reelecto Alvaro Obregón en el restaurante La Bombilla, y a los pocos días los
dirigentes de la CROM son acusados de complicidad en el magnicidio: aprovechando
la confusión debida a los torpes errores de la dirigencia de centro-derecha del
PCM, y con respaldo de Diego Rivera, Mella, decide afrontar en Moscú la
intransigencia del Komintern y del mismo Stalin. Apoyado por delegados obreros y
campesinos, gana la votación y los dirigentes de la Internacional son obligados
a permitir el nacimiento de la Confederación Sindical Unitaria de México. Stalin
no replica, se limita a esbozar una sonrisa que sus adversarios aprenden a
reconocer pronto: es aquella anuencia lenta, de padre bonachón, que anticipa la
venganza. Es su manera de emitir condenas inapelables, por las cuales sabrá
esperar años en algunos casos, y sólo meses en otros.
En septiembre de 1928, la derecha del PCM pide la
expulsión de Mella por "el crimen de trabajar contra la línea del partido". Lo
apoyan Xavier Guerrero, Rafael Carrillo y Vittorio Vidali (foto de la
izquierda). Muchos dirigentes hacen frente común contra la izquierda
dirigida por Mella y Diego Rivera. El partido se enfrenta al peligro de una
grave ruptura, y Mella es destituido del comité central y aislado. Ante la
prohibición absoluta de organizar una expedición a Cuba, suspende su
colaboración con el partido y sigue con su proyecto. Pero comprende que son muy
pocos los militantes dispuestos a embarcarse en la empresa, pues hacerlo
significa ponerse en contra del PCM y de la Internacional. Gerardo Machado sabe
muy bien que Mella no tiene recursos ni hombres para emprender una
guerrilla en Cuba, menos aún zarpando desde México, donde los militantes del PCM
y el mismo gobierno mexicano se lo impedirían; Machado no tiene ningún motivo
sensato, tomando en cuenta la situación, para provocar la reacción del gobierno
mexicano mandando a matar a Mella que en ese momento no constituye ninguna
amenaza. Es diciembre de 1928, un mes antes de su asesinato. Durante una
acalorada reunión en la calle de Mesones, la última en la que Mella participa,
Vidali pierde el control y se acerca al cubano gritándole: "No lo olvides nunca:
de la Internacional se sale de dos maneras, ¡o expulsado o muerto!"
¿Sabía o no?
Nunca sabremos si Tina( en la foto de la
izquierda) estaba enterada de esto o si lo descubrió después, mucho después.
Podemos entender por qué rechazó la versión de los tres testigos, declarando que
los disparos llegaron desde la oscuridad: la justicia mexicana, la policía y los
jueces eran el "enemigo", había que defender el ideal, la causa suprema, el
Partido. Pero en 1941, poco tiempo antes de su muerte, habló con el exiliado
español Jesús Hernández, que había sido ministro del gobierno republicano. En
sus memorias, Yo fui un ministro de Stalin, Hernández afirma que Vidali
participó en la captura, tortura y asesinato de Andrés Nin en la guerra de
España. Ese día se lo recordó a Tina, diciéndole que por ello arrestó a Vidali
pero otros funcionarios ordenaron su inmediata liberación. Ante eso, Tina con un
rencor inesperado comentó: "Lo hubieras fusilado. Hubiera sido una buena acción,
te lo aseguro. No es más que un asesino, y me ha arrastró a un crimen monstruoso.
Lo odio con toda mi alma. Pero estoy obligada a seguirlo hasta el final. Hasta
la muerte".
Esa muerte se produjo en un taxi la noche del 5 de
enero de 1942, por "congestión visceral generalizada", como reza el acta de
defunción, y no por un "ataque del corazón" como siempre dijo Vidali. La "congestión"
sirvió a la prensa para anunciar en primera plana: "Envenenada Tina Modotti,
típica eliminación estalinista". En la hemeroteca de la UNAM esos diarios están
disponibles, pero nunca sabremos cómo realmente murió Tina.
Puras mentiras
¿Mintió Jesús Hernández sobre la amarga frase de
Tina? ¿Mintieron los testigos de la calle Abraham González, acaso contratados
por la embajada cubana? ¿Un panadero y dos menores de edad cómplices de Gerardo
Machado? ¿Es un mentiroso Felix Ibarra? ¿Mintió Julián Gorkín, que en España
combatió contra Franco y por el resto de su vida acusó a Vidali de varios
asesinatos? ¿Mintió el combatiente italiano Umberto Tommasini, que en España
organizó un grupo de buzos de asalto para dinamitar los barcos que llevaban
armas a Franco, y luego se dedicó hasta el fin de sus días a perseguir a Vidali
en cualquier situación pública acusándolo de haber matado cobardemente por la
espalda a tantos compañeros?
Es difícil aceptar que algunos ídolos se caigan del
pedestal, como a menudo le sucede a quien tiene escasos conocimientos de la
historia, pero definir a Vidali como "un revolucionario" es un insulto a la
memoria de tantos revolucionarios que sacrificaron su vida por un sueño de
justicia y democracia que Stalin y sus esbirros convirtieron en pesadilla.(Publicado
en la edición del jueves 31 de agosto del 2006)
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