SIN MORDAZA Y SIN TARIFA
domingo, 16 de octubre de 2011
SIN
MORDAZA Y SIN TARIFA
(10-15-11-11:10AM)
por
Esteban Fernández
No... no voy a robarme esta frase tan usada por
Aldo Rosado desde que escribía “Cantaclaro” aquí en California, aunque la he considerado
mi premisa también. Siempre he creído firmemente que el que paga manda,
y por lo tanto, pone y quita mordazas.
Casualmente al lanzar estas líneas, se cumplen 44 años de
escribir esta columna y me quiero dar el lujo de repetir que NUNCA he recibido
un solo centavo por ella. Aunque quizás lo cierto debía ser al revés: los lujos
me los pudiera dar si hubiera cobrado por mi trabajo.
Sencillamente toco el tema porque mucha gente no me lo cree,
y a menudo me llegan comentarios de amigos que me dicen: ¡Compadre, estás
haciéndote rico escribiendo!... Y yo me muero de la risa. Mi respuesta siempre
es la misma: “Toda la fortuna que he acumulado escribiendo se la dono en su
totalidad al que diga, sostenga, y PRUEBE, que he ganado simplemente un par de
dólares por el mas humilde de mis escritos".
Hoy les voy a dar los nombres de los directores y el de las
publicaciones donde escribo: Abel Pérez del 20 de Mayo, Demetrio Pérez de Libre,
Antonio Purriños de La Voz de Miami Beach, Lorenzo del Toro de la revista
Ideal, Enrique Bin de la revista La Villa, Marianito Domínguez de Ecos del
Mayabeque. Mis artículos aparecen también en los blogs de Zoé Valdés, Liú
Santiesteban, Pedro Pablo Arencibia de Baracutey, Iliana Curra, Nuevo Acción de
Aldo Rosado y Guillermo Milán, desde Suecia. Si alguien consigue declaraciones
de cualquiera de ellos sosteniendo que me entregaron unos solitarios pesos
mexicanos, yo le doy mil dolares al que lo compruebe y cinco mil a cada uno de
los que me pagaron.
Hace más o menos tres años, un amigo de la niñez llamado
Felipe Álvarez de la Editorial Betania, me escribió unas bellas líneas
halagando mis artículos. Estaba muy entusiasmado, me prometió ponerlos en una
afamada revista y me manifestó que me enviaría un cheque cada vez que fueran
publicados. Le respondí: “Muchas gracias, mi hermano, puedes hacer con mis
escritos lo que desees, un abrazo, Estebita”. Y más nunca supe de Felipito.
En ese sentido yo tuve el gran ejemplo de un tremendo
escritor y orador llamado Octavio R. Costa (Q. E. P. D.), quien era un
profesional de la pluma. Durante varias décadas, Don Octavio tuvo una columna
fija y diaria en el periódico mexicano “La Opinión”
del cual recibía un salario.
Cuando me encontraba con él en los actos públicos me decía: “Te felicito,
Estebita, dichoso tu que dices lo que te venga en ganas; yo tengo que ser mucho
más discreto y recatado en sus opiniones”...
En la misma época en que luchabamos en Los Ángeles
enfrentándonos en peleas callejeras con los comunistas y castristas locales, se
apareció en la ciudad un norteamericano que me citó para el
Federal Building. Me entregó
las llaves de una oficina, me dijo que yo era el encargado de Radio Martí en
California y que devengaría un magnífico sueldo. Seguidamente añadió: “Desde
luego, ahora eres un empleado federal y debes evitar participar en disturbios
públicos” Ahí mismo le devolví las llaves.
Y cuando vivía en casa de Carlos Zárraga- comiéndonos un
cable- se apareció un “cubano americano” representante de la C.I.A. preguntando
por los telegrafistas Jorge Riopedre y por mí. Nos ofreció un salario a cada uno.
¿Para hacer qué? Para hacer NADA. Simplemente debíamos abandonar al Capitán
Vicente Méndez. Para embullarnos nos dijo: “Si quieren luchar por
Cuba, pueden irse a los
campamentos de Manuel Artime”. Le respondimos que “con nosotros estaba perdiendo
su tiempo y que nosotros no teníamos tarifa”...
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