MEJOR SOLOS QUE MAL ACOMPAÑADOS
viernes, 14 de octubre de 2011
DE LOS ARCHIVOS DE NUEVO
ACCIÓN
(10-13-11-5:05PM)
MEJOR SOLOS QUE MAL ACOMPAÑADOS
Por Aldo Rosado-Tuero
Algunos buenos
y compasivos amigos, me aconsejan, con la mejor de las intenciones: “pitchea
más flojo, o te vas a quedar sólo”. Les agradezco en todo lo que valen
sus bien intencionados consejos, pero ocurre, que mis valores no son los mismos
que los de ellos. Eso, claro está, no quiere decir que mis valores sean
superiores a los de ellos, o viceversa. Pero el hecho es que así es y que por lo
tanto tenemos diferentes concepciones de la vida.
En este largo y
duro camino que escogí siendo casi un niño en la misma mañana del 10 de marzo de
1952, no es la primera vez, y presiento que no será la última, en que me quede
sólo, o al menos muy poco acompañado. Y eso nunca me ha desalentado. Porque los
poquísimos que han quedado a mi lado,
son los imprescindibles, los que no
dejan de luchar jamás, la “minoría inasequible al desaliento”, que lucha toda
una vida. Y con un puñado de esos, se puede ir al fin del mundo.
Un hermano de
los de verdad, recientemente fallecido: Roberto Cruzamora, me contaba que
siendo Capitán de las tropas de Lara “El León del Llano”, cuando la guerra
contra Batista, esa tropa la formaba un pequeño puñado de guerrilleros selectos,
que actuaban, no al amparo de las serranías, sino en los llanos de Bayamo. Esa
tropa era famosa y temida por el enemigo por su arrojo y audacia. Y también era
muy admirada por los lugareños. Me decía Roberto, que de cuando en cuando se les
aparecían grupos de personas que se querían alzar e integrarse a la tropa de
Lara. Esto hacía que el grupo creciera en forma descomunal, lo que ponía en
peligro la táctica concebida para esa guerrilla y me contaba la forma
inteligente en que él y Lara se deshacían de los que no servían para aquel tipo
de guerra.
Cuando el grupo
crecía y muchos de los adherentes se convertían en una rémora, Lara y Roberto
comenzaban a hacer que el grupo se fuese acercando a Bayamo y corrían la voz de
que se proponían atacar el poderoso, bien artillado y apertrechado puesto de
Mando del Ejército que estaba ubicado en la Ciudad Monumento. Como era de
esperar, los nuevos reclutas comenzaban a inquietarse y muchos se acercaban a
Roberto y a otros oficiales haciéndoles saber de su preocupación sobre la
imposibilidad de salir con vida de tan alocado ataque. Roberto y los otros,
aleccionados por Lara, les contestaban que Lara andaba “medio loco” y que si
se proponía atacar el puesto de mando, seguro que lo iba a hacer.
La noche antes
del “ataque” los guardias que custodiaban el campamento recibían la orden de
hacerse los de la vista gorda.
Mi inolvidable
amigo me contaba divertido, que al amanecer del día señalado, el campamento
amanecía semi vacío
y que casi siempre, con un par de honrosas excepciones, todos los arrimados por
embullo habían desaparecido. La inmensa mayoría había huido en la oscuridad de
la noche abandonando sus armas, dejándolas en el Campamento para no ser reos de
traición. Roberto me aseguraba que nunca se había sentido tan bien acompañado y
tan seguro de sus espaldas, como cuando lo abandonaban los timoratos, los
advenedizos y los buscadores de gloria fácil y se quedaba con los “inasequibles
al desaliento”, de los que estaba seguro que estarían a su lado, sin importar
cuan dura fuese la situación.
Aunque sea una
frase trillada, aquí cabe hoy, como ayer para la tropa de Lara, lo de “más
vale solo
que mal acompañado”.
En Nuevo Acción, se juega al duro y sin careta. Si le gusta de la forma en que
jugamos, pero no se quiere arriesgar, vea el juego desde la gradería y grite y
aplauda, pero no se tire al terreno, para que no quede mal.
Si se decide a
ingresar al equipo, tenga en cuenta, que aquí se juega al duro, y que muchas
veces no tenemos ni guante, ni careta. Y los que crean que es imposible atacar
“el puesto de mando”, lo mejor que hacen es dejarnos la pluma, y alejarse en
silencio. No los vamos a denigrar, ni atacar por eso. Pero les agradecemos que
sean sinceros, que nosotros no pertenecemos al conglomerado de los que “siempre
han de pensar lo que dicen”, sino
al de los que dicen lo
que piensan.
Que sigan otros
con sus pachangas. Nosotros, fuera,
a la intemperie,
en vigilancia
tensa, fervorosa
y firmes, pluma en ristre, y en lo alto las estrellas.
Al
lado de muchos otros como nosotros, que desde otras tiendas y otros campamentos,
también
presienten el amanecer desde la
alegría
de sus corazones y lo
esperan en la bravura de sus entrañas.
(Publicado en la
edición del jueves 18 de octubre del 2007)
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