A MEDIO SIGLO DEL ABISMO LA CRISIS DE LOS COHETES DE OCTUBRE 1962: GARANTÍA DE LA REVOLUCIÓN-II

jueves, 27 de octubre de 2011

A MEDIO SIGLO DEL ABISMO
LA CRISIS DE LOS COHETES DE OCTUBRE 1962: GARANTÍA DE LA REVOLUCIÓN-II
(10-27-11-5:10PM)
Por Diego Trinidad, Ph. D 
Como el resultado de la reunión de Viena fue el ultimátum sobre Berlín, todo ese verano Kennedy estuvo más preocupado con este asunto que con ningún otro.  Khrushchev, por su parte, cada vez podía evadir menos las presiones del líder comunista alemán Ulbricht.  La situación de Alemania del Este era en verdad crítica.  El drenaje de alemanes orientales que escapaba por Berlín hacia la libertad y la prosperidad de la República Federal Alemana cada semana aumentaba.  Eran los profesionales mejor preparados, los científicos, los profesores.  Pero también obreros, estudiantes, hombres y mujeres del pueblo, campesinos. El régimen de Ulbricht sencillamente no podía sobrevivir.
 De una manera similar a Ulbricht, pero por otras razones, el Canciller Konrad Adenauer de Alemania Occidental, sentía una gran preocupación desde que John Kennedy le había ganado la elección presidencial de 1960 a su amigo Richard Nixon, quien Adenauer hubiera preferido como presidente.  Adenauer no confiaba en Kennedy como protector de los derechos de Alemania Occidental frente a las amenazas de Khrushchev, y por muy buenas razones.  Para Kennedy, la cuestión de Berlín se había convertido en casi una obsesión desde que era senador en 1958, cuando Khrushchev por primera vez comenzó a presionar a Occidente para “resolver” el problema de Berlín.  La posición soviética era que los países occidentales, específicamente EU, Gran Bretaña y Francia, debían firmar un tratado de paz con la Unión Soviética y con Alemania Oriental para poner fin a la guerra formalmente.  De esta manera, Berlín, la capital de la República Democrática Alemana, sería unificada y el acceso hacia la ciudad sería garantizado y controlado por Alemania Oriental, no por la Unión Soviética.  Naturalmente, los aliados occidentales rechazaron siempre esta posición, y cuando se hizo claro que Alemania no sería unificada por largo tiempo, Adenauer buscó la garantía de la República Federal en la recién creada Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). 
La elección de Kennedy trajo cambios casi inmediatos en las relaciones entre la República Federal Alemana y EU.  Y mientras Ulbricht y Khrushchev continuaban sus presiones para “resolver” el problema de Berlín y cerrar la válvula de escape del comunismo alemán a través de Berlín occidental, Kennedy contemporizaba, para cada vez mayor temor de Adenauer.  Kennedy terminó, mediante varios discursos, conversaciones y propuestas directas, dejando muy claro que el único interés americano estaba en Berlín y en Alemania Occidental.  Y que, consiguientemente, la Unión Soviética y la República Democrática Alemana podían hacer lo que quisieran en su territorio, siempre y cuando el acceso a Berlín quedara protegido y garantizado por la Unión Soviética, no por Alemania Oriental.  El resultado de esta nueva posición de EU hacia Alemania y Berlín Occidental fue la construcción del muro de Berlín en agosto de 1961, una iniciativa de Ulbricht finalmente aprobada por Khrushchev y aceptada por Kennedy.  Para Kennedy, al igual que para los dos líderes comunistas, el muro resolvió, de hecho, la situación, y eventualmente alivió casi todas las tensiones causadas por el problema de Berlín. Pero de la misma manera, la aceptación del muro de Berlín por Kennedy reinforzó la opinión y la actitud de Khrushchev hacia el presidente americano.  Kennedy era un débil y pusilánime presidente y el líder ruso podía, mediante amenazas y chantajes, manipularlo para avanzar la posición comunista en el mundo.  El resultado lógico y final de este convencimiento de Khrushchev fue la Crisis de los Cohetes en Cuba a los 14 meses.
En Cuba, la situación se hacía preocupante por el enorme aumento de la oposición interna desde el fracaso de Bahía de Cochinos y por el principio del caos económico provocado por las medidas diseñadas por el Ministro de Industria castrista Ernesto “Che” Guevara.  Cuba, como todos los países comunistas desde tiempos de la revolución rusa, por casi dos años y medio mantuvo un standard de vida relativamente estable mientras la revolución consumía los bienes incautados y se exiliaban miles y miles de cubanos.  Pero cuando el “botín capitalista” comenzó a mermar, la nueva economía comunizada, siempre incapaz de producir, simplemente sólo pudo contraerse.  Los racionamientos comenzaron a mediados de 1961, cuando la zafra de ese año decayó en más de un millón de toneladas.[1]. Y como en Cuba nunca en realidad se adoptó el modelo socialista de producción central planificada, sino que se ensayaban caprichos dementes de Castro y de Guevara como si fueran alquimistas de la Edad Media, pero que en vez de producir oro del plomo, sólo conseguían arruinar la economía cada vez más vertiginosamente, el caso fue peor que en los países comunistas de Europa.[2] Otra preocupación adicional para Rusia y un drenaje adicional de recursos, con la cada vez mayor ayuda económica a la isla que en 1959 exportaba más alimentos per capita que ninguna otra nación en el mundo.[3]
En octubre de 1961, Kennedy decidió públicamente revelar la verdad sobre el poderío atómico de EU vis-à-vis Rusia.  Se escogió al Sub-secretario de Defensa Roswell Gilpatric para que en un discurso en Hot Springs, Virginia, no sólo sepultara oficialmente el missile gap ante el público americano, sino que se le aclaró muy bien a Rusia que EU sabía cual era la verdadera situación. Gilpatric alardeó que “esta nación tiene una capacidad nuclear retaliatoria de tal magnitud, que un enemigo que se atreviera a atacarnos estaría cometiendo un acto de auto destrucción . . . pues conocemos el poderío relativo de los dos lados y contamos con decenas de miles de cohetes, tanto tácticos como estratégicos”. [4] Al finalizar 1961, Kennedy le confesó al periodista de Time  Hugh Sidey, que “las cosas van mejor . . . vamos consiguiendo ventajas aquí y allá”.[5] En 1962, la situación seguiría cambiando a favor del presidente americano y las tuercas se le seguirían apretando al líder ruso.
En mayo de 1962, escasamente diez meses después de la “victoria” de Khrushchev sobre Kennedy en Viena y la euforia del líder ruso por “haberle tomado la medida” al presidente americano, mucho había cambiado.  Y dos eventos adicionales en ese mes convencieron a Khrushchev de lanzarse a su más audaz jugada en octubre de ese año: la introducción de cohetes atómicos en Cuba. Primero, recibió malas noticias sobre el progreso de la cohetería intercontinental rusa, sobre lo que había basado toda su política exterior esperanzado que para 1963, Rusia estaría en condiciones de mayor igualdad con EU en cohetería estratégica. Lejos de cerrar la distancia (el missile gap en reverso, es decir, a favor de EU), para fines de 1962, EU contaba con más de 200 ICBM (cohetes intercontinentales), mientras Rusia tenía entre 20 y 40, de sospechosa certeza (como había informado Penkovskiy). Además recibió pésimas noticias sobre la economía doméstica. La producción agrícola e industrial en el año había sufrido grandes mermas, las estadísticas siendo tan malas que el gobierno tuvo que considerar aumentar los precios de comestibles a los consumidores rusos, algo nunca intentado en tiempos de Khrushchev. Además, algunas de las limitadas reformas introducidas desde 1956, como pequeños aumentos de sueldos, tendrían que ser abandonadas.  Khrushchev tuvo que ordenar a su equipo económico recortar 3 billones de rublos (como US $3 billones) del presupuesto militar, algo que causó oposición entre los militares y a la vez cambió la estrategia de alcanzar a EU en cohetería estratégica en el futuro inmediato. Un mes después, durante los tres primeros días de junio, la situación hizo crisis en Novocherkassk, antigua capital de los cosacos del Don. Se produjo una rebelión popular,  en parte por los aumentos de precio, algo todavía prácticamente desconocido en Occidente. La situación fue tan seria, que Mikoyan y la mitad del Presidium, fueron enviados por Moscú a negociar una solución pacífica, pero al no conseguirse, Khrushchev dio la orden a los tanques del Ejército Rojo, de disparar contra las turbas, con un saldo de 25 manifestantes, casi todos jóvenes entre 18 y 23 años, muertos y 88 heridos.  Cientos fueron arrestados y una docena de “instigadores” fueron juzgados por una corte marcial y fusilados[6]. Así resolvía todavía, cuando era necesario, los problemas internos en Rusia el antiguo Comisario de Stalin, responsable de la muerte de millones durante la hambruna en Ucrania en los años 30 y más tarde como encargado de la construcción del Metro de Moscú. Khrushchev habría denunciado a su ex-amo Stalin en 1956 (después de muerto, por supuesto), pero los métodos aprendidos bajo la larga dictadura de Stalin, todavía eran los mejores para controlar protestas populares.  Al mando de las tropas que suprimieron la rebelión de Novocherkassk estaba el General del Ejército Rojo Issa Pliyev, quien se ganó la confianza de Khrushchev cuando obedeció sin titubear su orden de disparar sobre los manifestantes en las calles de Novocherkassk.  Khrushchev no lo olvidó y unos meses después, lo nombró jefe de las tropas que fueron a Cuba en la Operación Anadyr. [7]
La segunda mala noticia de mayo fue la introducción de 1800 Marines en Tailandia, como resultado de las presiones de tropas comunistas del Pathé Lao y de Vietnam del Norte en Laos donde, en violación de los acuerdos tomados desde antes y confirmados en Viena para “neutralizar” al país, los comunistas habían capturado una importante posición en Laos oriental.  Esto alarmó mucho a Khrushchev y lo obligó a revisar sus planes para 1962 una vez más, pues al parecer Kennedy seguía mostrando más firmeza que la esperada por el líder ruso. Ya en abril, antes de ir a Bulgaria a una serie de conferencias, Khrushchev
 le había planteado al Ministro de Defensa Malinovsky(foto) qué le parecía “si le pusiéramos un erizo (hedgehog) a los americanos dentro de sus pantalones”.  El hedgehog era el nombre coloquial de un cohete de mediano alcance ruso y “los pantalones americanos” se referían al Caribe, más específicamente a Cuba.[8] Malinovsky contestó que sería posible, pero tendría que ser una decisión política del Presidium en pleno.  Durante el viaje de regreso de Bulgaria, Khrushchev se lo planteó al Ministro de Relaciones Exteriores Andrei Gromiko y al llegar a Moscú, a su colaborador más íntimo, el vice-premier Anastas Mikoyan, quien expresó sus dudas de que EU aceptara mansamente la presencia de cohetes rusos en Cuba, para no mencionar a Fidel Castro, a quien Mikoyan conocía y admiraba, y quien Mikoyan no creía que aceptaría los cohetes en Cuba tampoco, por temor a una reacción violenta de EU. No obstante, Khrushchev presentó el plan al día siguiente, 21 de mayo, al Presidium, donde fue debatido “en discordia”.  Desde el fracaso ruso en Cuba en octubre, cuando tuvieron que sacar los cohetes bajo presión, Khrushchev siempre mantuvo que su única motivación para colocar los cohetes en Cuba era la de “defender a Cuba”.  Esta versión ha sido generalmente aceptada por la enorme mayoría de historiadores de la Crisis de Octubre.  Pero es una versión incompleta.  Defender a Cuba era uno de los motivos, pero no el principal.
[1] Diego Trinidad, The Cuban Policy of the Kennedy Administration, unpublished dissertation (Houston: Rice University, 1971), p. 20
[2] Jorge A Sanguinetty, Cuba: Realidad y Destino ( Miami: Ediciones Universal, 2005) pp. 32-37
[3] Jesús Marzo Fernández, citando cifras de reportes de  la ONU y del Ministerio de Comercio Interior de Cuba, en conversaciones con el autor durante 2007
[4] Fursenko y Naftali, op. cit., pp. 409-10
[5] Hugh Sidey, John F. Kennedy, President, (New York: Atheneum, 1964), p. 218
[6] Vladislav Zubok Y Constantne Pleshakov, Inside the Kremlin’s Cold War (Cambridge: Harvard University Press, 1995),  p. 263
[7] Ibid., p. 264
[8] La única versión de esta conversación la ofrece el Coronel General Dimitri Volkogonov en su libro The Rise and Fall of the Soviet Union (New York: Harper-Collins, Free Press, 1998), p. 236. Volkogonov, además de un excelente historiador con biografías de Lenin, Stalin y Trotsky en su haber, fue asesor principal del presidente ruso Boris Yeltsin y tuvo acceso exclusivo a los archivos políticos y militares durante la época comunista en Rusia y después bajo Yeltsin