COMO
INJERTOS DE CARNE NUEVA EN HUESOS VIEJOS
(9-7-11-5:00PM)
Por Andrés Pascual
Son las declaraciones de
corresponsales de periódicos o cadenas “enemigos virulentos de la Revolución y
de la verdad de lo que pasa en Cuba; plumíferos al servicio de la CIA…”.
Isabel García-Zarza y Vicente Botín,
cada uno en un libro por separado, “dieron a conocer”, hace poco, el
procedimiento de “autocensura” que se imponen los miembros de grupos de prensa
extranjera destacados en Cuba para no ser expulsados del país, actitud siempre
negada mientras están allá: lo menos que hacen los medios fuera de Cuba, para
pisotear la moral propia y ajena, es nombrar a Castro, a su hermano y al grupo
de criminales que conforma la mal llamada Asamblea, como “presidente,
mandatario, líder, j’de gobierno o parlamento…”

Según García-Zarza (foto de la
izquierda), “el público extranjero está recibiendo, por lo menos, una imagen
de Cuba minimizada” y sigue, “pero acaso eso sea mejor que nada…” ¿Sí, no me
diga? entonces Juan O. Tamayo, de el Nuevo Herald y autor del artículo
“Reporteros extranjeros en Cuba revelan presiones”, enriquece con: “incluso en
las democracias, los corresponsales son presionados para que oculten información
o la presenten de manera que no ofenda sin necesidad a las fuentes…” indicación,
según él, de Ed Wasserman, profesor de Etica Periodística en Washington & Lee
University de Virginia quien, después que conoció varios pasajes de los libros
de los españoles, opinó que, “tal vez las presiones cubanas obligaron a los
corresponsales a cruzar la línea de la discreción razonable”.
Entre la autocensura y el apoyo a la
dictadura no hay diferencias; lo que digan los actores comunistas Sean Penn,
Benicio del Toro o Danny Glover, de apoyo a la tiranía de Castro, tiene el mismo
valor en carácter de reacción rancia contra la democracia que un supuesto
informador que desinforme o calle lo que se debe decir a cualquier riesgo; o,
¿Acaso no cuentan el coraje, la dignidad y la moral?
Según Tamayo, los dos autores creen
que la Seguridad del Estado lo espía todo; que el “sistema de presiones funciona
a la perfección y la autocensura es la consecuencia”.
Botin escribe, “la vigilancia es tal
que, muchas veces, es deliberadamente indiscreta para intimidar”; que también
vigilan “ideas políticas, preferencias y debilidades como sexo, drogas, alcohol
y juego de azar de los corresponsales del Centro de Prensa Internacional”
A los corresponsales se les circuló
una recomendación de no reportar nada sobre el segundo desmayo en público de
Castro durante los funerales de un “dirigente” el 16 de febrero del 2006.
Por una información sobre la
prohibición de entrada de cubanos a los centros turísticos, García-Zarza explica
que tuvo un encuentro de “Padre y Señor mío” con una funcionaria del CPI, que,
por una segunda información, le gritó y le habló de las consecuencias posibles.
En Cuba están acreditados algo más
de 150 medios de prensa y de cadenas por el CPI, desde CNN y Prensa Asociada
hasta cadenas de Asia, América Latina o Europa.
Pero, según reflejó el Nuevo Herald,
para la Sección de Intereses Cubana en Washington, “nada debe ser verdad, es una
moda escribir sobre la Revolución así o no venden”; y, después, dijo “si los
hubieran perseguido, no hubieran estado tanto tiempo allá…” Esta es la forma
típica que usan esos espadones para virar la noticia hacia donde quieren,
confundir a incautos y, sobre todo, justificar a los antiamericanos que ven al
castrismo como su tabla salvadora, que se les convertirá después en su “ascensor
al cadalso” como hombres y pueblos libres.
A Gary Marx, de The Chicago Tribune,
le dijeron que “pintaba historias demasiado negativas” y fue uno de los últimos
expulsados en el 2007… También reconoció la autocensura por intimidación.
Claro, cualquier información es
digna de prohibirse para la dictadura de acuerdo a quién la provea y hacia quién
se destine; porque el pueblo lo sabe todo y lo manifiesta, muchas veces, a
través de “la bola contrarrevolucionaria”, que la conoce por boca de una criada
en casa de una querida de un dirigente, o de su propia esposa; porque estos
tipos, haciéndole honor a su indiscreción idiosincrática, no pueden callar
supuestos “grandes secretos de estado” como que “el papel sanitario se acaba en
4 meses o que la libreta desaparece en menos de un año”. Entonces, si no dicen
las cosas, tal vez consideren que no se les reconoce el nivel oficial de alta
dirigencia. Y esto afecta hasta lo relativo a la persona del propio dictador.
El último caso, un corresponsal de
El País, periódico de un poderoso grupo español, casado en la Isla y hasta con
dos hijos el “sobrín”.
El caso es que toda la represión
castro-comunista fue y es un libro abierto; sus crímenes han sido denunciados
desde dentro de Cuba lo mismo contra civiles que contra presos; pero la tiranía,
a pesar de los últimos acontecimientos, todavía es atractivo en cuanto a
liderazgo antiamericano y, si la Media americana es comunista encubierta en
liberal en un 85 %, ¿A qué porciento llegará la de un resto que odia a este
país, a su filosofía, a su desarrollo y a su sistema económico?
Los corresponsales extranjeros
radicados en Cuba deberían hacer tanto por mantener su estancia allá como por
ayudar en la conquista de la libertad del pueblo cubano, uniéndose en la
denuncia contra Castro con todas las fuentes dentro del país a su alcance y,
cuando los expulsen, cerrar filas en una institución de credibilidad y alto
perfil moral, que tenga como objetivo aislar a la dictadura todo lo posible, de
la forma como hicieron con Suráfrica…si no, que ni opinen sobre sus “affaires”
en esos asuntos ni escriban esos libros de “aventuras”.
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