LA POESÍA DE LUIS CONTE AGÜERO

lunes, 18 de julio de 2011

LA POESÍA DE LUIS CONTE AGÜERO
(7-16-11-9:10AM)
SALUTACIÓN AZUL
                   Parque Rubén Darío, Miami, FL.
Febrero 6, 2011.
Vengo de azul. Vestido de Rubén.
Celeste azul del inmortal panida.
Poeta luminoso de lo eterno.
Sembrador incansable de caminos.
Salve, Salve, Rubén:
Esta Salutación improvisada
camina con tus pasos iniciales
cuando viniste en Metagalpa a tiempo,
tierra de chocolate y cafetales,
para izar cual bandera la palabra.
 A veces el oído tiraniza,
batuta musical irrefutable.
Aquí el endecasílabo se impone.
No he querido enfrentarme a su mandato.
Y aprovecho el fluir del sentimiento
por un cauce gentil de inspiración.
¡Cuánto nos cala tu infeliz infancia,
retoñito de Rosa con Manuel
entre enjambres de musgo y cicatrices
donde llora penurias la existencia!
 Siento que nuevos ritmos asaltan mi cantar:
En predios de León ruge y crece Rubén.
Abona Nicaragua cosechas de talento.
García con Sarmiento se envuelven en Darío.
En ríos de elegancia se sumerge la prosa;
En mar atormentado navegan sus poemas.
 Los métricos rigores prefiere construirlos.
Camina. Corre. Vuela. Estatura interior.
Y tanto nos conmueve su joven resonancia
que apenas necesito pensar para decir.
Desde estremecimientos lo evoca mi emoción.
Enjambre de semillas germinan al instante
porque en etapas tristes donde el mal ensombrece
y pérfidas pasiones usurpan juramentos,
se impone refugiarnos en cadencias divinas
de poetas eternos que gobiernan aún.
 Un niño de tres años y ya sabía leer,
Desarrollo precoz para volar sin alas
un vuelo de princesas con alondras y trinos
que anticipadamente derramaba Una lágrima.
 Engalana salones su verbo juvenil
del brazo de Zorrilla, Cervantes, Campoamor.
Asiendo lejanías le llega Víctor Hugo
Fundición de metáforas, trepidar de cañones.
Vitalidad de España. Predominio de Francia.
Por pórticos del canto se adentra Nicaragua.
 Escribir y decir; crear y declamar.
Estrofas musicales. Salones de León.
Managua continúa. Tentación capital.
Una Rosario excita. Quede esta niña atrás.
Corazón peregrino. Llaman El Salvador
que preside Zaldívar, y Francisco Gavidia
poeta enamorado del verso alejandrino
que se quiere decir en francés y español.
 Hay trémulo en la voz cuando canta a Bolívar.
Admirable admirado, sólo el aplauso premia.
Qué pobres los poetas, ambulantes miserias.
Y esta sucia viruela que ordena regresar
a León y Granada y Managua y… Rosario
que vuelve al amorío del ardiente cantor.
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Biblioteca, porfías, vagancia sentenciada.
Castigo que acecha. Necesita partir.
Junio y 17 años. Valparaíso, Chile.
Don Eduardo Poirier. La Época de Santiago.
Y en medio de rechazos de aristocracia tonta
aparecen Abrojos y el Azul infinito.
Azul azul de cielo. Azul azul de mar.
Azul en la bandera. Y la ilusión azul.

A Chile corresponden los laureles
-no importan pequeñeces ni prejuicios-
de presentar al mundo de los mundos
el modernismo azul que estalla en soles
el tuero brillador que estalla en chispas”-
 Montemos en la alfombra de los años.
Vengan todos en viaje imaginario
al abrazo en New York donde Darío
-acaso generoso; más bien justo-
por un Ismaelillo precursor
llama “maestro” al poeta Martí.
 Conquistados niveles y cumbres de la lengua,
plantada en otras tierras la siembra de su lira,
el Maestro atrevido de las prosas profanas,
de los raros y cantos de vida y de esperanza
que renovó el idioma con elementos brujos…
Al saber que Martí había muerto en Dos Ríos,
de sus ojos brotaron los dos ríos de un llanto.
Y ¿quién es capaz de asegurarnos
que no fueron azules sus lágrimas?
¡Salve, Salve, Rubén de Nicaragua!
¡Salve, Salve, Rubén universal!