MURIÓ LUIS ORTEGA, "EL CAMALEÓN"

miércoles, 13 de abril de 2011

MURIÓ LUIS ORTEGA, "EL CAMALEÓN"
(4-12-11-5:00PM)
Por Esteban Casañas Lostal 
Toiticos los muertos son buenos, y cuando no lo son, pueden ser útiles para algo. Solo basta una sola virtud que pueda ser reciclable para pasarla por esa maquinaria diabólica que encierra la mente del ser humano. Es incuestionable que Luís Ortega fue y será por mucho tiempo, recordado como la pluma más técnica y refinada que haya existido dentro del mundo periodístico cubano. Sagaz, atrevido, elocuente, audaz, exquisito, elegante a la hora de destruir a sus enemigos. Supo despertar la admiración de todos aquellos que profesaban sus ideas, indudablemente siniestras. De un mimetismo sin par en toda la historia de ese periodismo cubano, como un camaleón profesional, Luís cambiaba de casacas y se burlaba de adversarios y amigos. ¡No vendo mi pluma, la alquilo! Tuvo la desfachatez o descaro de manifestar en una entrevista que hoy, muchos de aquellos mediocres recuerdan con simpatía.
Perteneció a ese mundo de escritores y personas premiados por la naturaleza con un don muy especial, dádiva que muy oportunamente supo vender al mejor postor como tantos y tantos de su época. Con Batista, con Castro, contra Batista, contra Castro, con Castro, contra Castro, así pidiera definirse la esencia y trayectoria de su vida. De una mente prodigiosa, parió cuanto ataque estuvo disponible en contra de sus coterráneos para apoyar a los ídolos de turno. Acción desarrollada con toda la crueldad que las plumas o teclados permiten, sin conocer que en cada artículo suyo, iba cavando su propia tumba.
Durante muchísimos años dio muestras de una creatividad inmensurable, defendió hasta el ocaso de su vida una causa por muchos rechazada. Explotando hasta la última neurona útil, manipulando y engañando a toda la opinión internacional sobre la existencia de un mundo totalmente desconocido para él. Cuba quedaba a miles de millas de su existencia y decenas de años de sus recuerdos, sin embargo se aferró a la imagen idílica de una revolución que vivieron en carne propia sus paisanos. Era un creador, no cabe la menor duda, cada trabajo suyo abrigaba esa fantasía que embriagaba a los zurdos, pero todo ese romance duró hasta un día.
Despreciado en el exilio, Luís es aceptado y premiado en la tierra de sus amos. Perteneció a esa pléyade de intelectuales en el exterior que servía a los intereses de la peor tiranía engendrada en nuestra historia. Como premio a su servilismo y arrepentimiento demostrado por viejas travesuras, le publicaban artículos en la prensa gubernamental, privilegio que gozan muy pocos del lado de acá. No solo era publicado, gozó de varios reconocimientos por parte de aquellos que serán inolvidables para su pueblo dentro de la isla y en el extranjero.
Aquel romance entre la realidad y la ficción tuvo su divorcio, esta vez en una de sus visitas a la isla y muy cercano a la muerte. Regresa y escribe nuevamente, pero el tono no era el mismo con el cual atacara infinitamente a sus compatriotas. Se acercó de una vez por todas a la escenario que causara ese éxodo angustioso de miles de cubanos y trató, pero demasiado tarde, encontrar una razón a tantos huesos regados en el Estrecho de La Florida. ¿Cómo poder perdonar todo el daño que nos causó?
Hoy, recorres los buscadores de Internet escribiendo su nombre y encontrarás que los siniestros han sabido perdonarle su última traición. Solo encuentras palabras de elogios para lo que ellos llaman “el maestro” del periodismo cubano, no exentas de manipulaciones. Se lee en una de esas notas: “Regresó a Cuba en 1959, pero a los pocos meses se radicó en Estados Unidos, donde escribió en la prensa hispana de Nueva York y de Miami.” No explican las causas de su retorno a los Estados Unidos, no dicen que huyó del mismo castrismo al que más tarde defendiera a capa y espada.
Para estos ejemplares alumnos de Luís Ortega en la isla, solo ha muerto un “polémico” periodista. Para mí, un cubano de a pie, murió un ser despreciable y cínico que no conoció la fidelidad, lealtad, ni las razones de su pueblo, un individuo cruel que escribía muy bonito. No vendió su pluma, solo la alquiló y cuando regresó a nuestro mercado con el mismo truco de toda su vida, nadie pagó por ella. Murió como vivió, sin encontrarse a sí mismo y con una estela de daños difícil de olvidar. Gracias a Dios, las aguas de Miami tienen una fuerte corriente. 
Nota de la dirección de Nuevo Acción: Olvidan sus apologistas y sus detractores, que por años dirigió un periódico en Miami, pagado y totalmente al servicio del ex dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez.   Su brillante pluma siempre fue mercenaria y casi siempre estuvo al servicio de las peores causas. Aún tengo fresca en la memoria sus frecuentes viajes a Cuba, en compañía de lo peor de los dialogueros y de la quinta columna castrista en el extranjero, para regresar defendiendo a la tiranía y atacando a los que les ordenaban desde La Habana. La muerte no limpia la mierda que  acumuló en vida.