LA HISTORIA EN LA MEMORIA TONY CUESTA NARRA UNA DE SUS MÚLTIPLES HAZAÑAS-V- Y FINAL

miércoles, 23 de marzo de 2011

LA HISTORIA EN LA MEMORIA
TONY CUESTA NARRA UNA DE SUS MÚLTIPLES HAZAÑAS-V- Y FINAL
(3-21-11-5:00PM)
El "San Pascual", también conocido como "El Pontón"
1962, septiembre 10- Fue ametrallado por un barco pirata artillado, la embarcación cubana "San Pascual" y la nave inglesa "New-Lane", que cargaban azúcar, frente a Cayo Francés, en Sancti Spíritus. El barco cubano recibió 18 impactos y el inglés 13. El día 18/09 la organización terrorista radicada en los EE.UU., Alpha 66, se declaró autora del hecho. Participaron en esta acción los terroristas Antonio Cuesta Valle, Antonio Pérez Quesada , alias Antoñico el isleño y Ángel Pouxes, entre otros. (De la lista parcial de ataques marinos realizado por los patriotas cubanos, publicados por la Tiranía )
El día 9 de septiembre de 1962, aunque el tiempo no era nada bueno, al menos nos permitiría llegar hasta nuestro objetivo. Una lata gigante de chile con carne constituyó nuestra comida principal. Metidos dentro de los grandes huecos que el mar había formado en las rocas, protegidos del sol, descansamos par de horas. Luego llegó el momento de probar el funcionamiento de las armas. Los fusiles ametralladoras FAL funcionaron perfectamente. Los semiautomáticos Garand M-1, a pesar de ser sobrantes de la Segunda Guerra Mundial, probaron estar aptos para seguir defendiendo la democracia.
La nota cómica, que siempre aparece aún en los momentos más serios, se produjo cuando Lilo, queriendo efectuar el primer disparo de su vida en el cayo antes de enfrentarse al enemigo, accionó el gatillo de su M1. El disparo se produjo, pero el rifle se le desbarató entre las manos. Solo la imaginación de cada cual sería capaz de reproducir la cara que puso nuestro compañero ante el resultado de su primer disparo. Ramón, que ya se había convertido en un especializado armero, encontró la causa de aquel accidente: el pistón de los gases del Garand no se había colocado en la posición correcta. La remoción de ese pistón es lo que permite desensamblar el arma para su mejor limpieza y mantenimiento. Aquella cómica experiencia, que frente al enemigo no hubiese resultado tan cómica, fue la que nos determinó a jamás realizar un ataque sin previamente probar las armas lo más cerca posible del objetivo..
Exprofeso, dejé para lo último la realización de una hazaña que nadie había logrado hasta ese momento: la instalación de una ametralladora calibre 50 en un bote de 20 pies de eslora. Cuando consultamos sobre este particular a un experimentado artillero de la CIA, éste nos aseguró que  dicha pieza de artillería solo podía ser instalada en un barco de más de 40 pies; otro menor, quedaría destrozado por el tremendo golpeteo del arma al retroceder. Para prevenir esto, habíamos alterado  el montaje convencional.
Un tubo de acero de cuatro pulgadas de diámetro y seis pies de largo, descansaba en una cajuela fijada en el pasillo de proa entre los dos literas. Se removió la tapa de la claraboya de la cabina y el tubo salió al exterior a través  de ella, quedando su extremo al mismo nivel de la parte superior del parabrisas. Cuatro cables de acero con sus respectivos tensores  mantenían el tubo en su posición vertical y sin que éste tocara la estructura del barco. Cada uno de los cables iba a aferrarse a puntos equidistantes en la estructura interior de la cabina. Resistentes muelles espirales, situados en la patrte media de cada cable, serían los encargados de absorver la sacudida de cada disparo. En la parte superior del tubo quedó instalada la pieza en forma de U, encargada de recibir la ametralladora. Una vez terminada su instalación, la cubrimos con un grueso impermeable y amarramos su culata a la barandilla de la proa. Tardaríamos varias horas en cruzar el canal que nos separaba del objetivo y con aquel mar, nadie podía sostenerse tras la 50.(a la izquierda la placa del San Pascual)
No sé por qué no probé aquella instalación efectuando algunos disparos, tal vez influyó en mi decisión  las seguridades que me dió Gutiérrez, que sería quien la serviría, de que el arma se encontraba en óptimas condiciones. Con un crepúsculo lluvioso y olas poco invitadoras, definitivamente el compás marcó el rumbo exacto de nuestro objetivo.
Alrededor de las diez de la noche se vieron los primeros destellos del faro de Cayo Francés, que indica la entrada al puerto de la Ciudad de Caibarién, en la costa norte de la provincia central de Las Villas. Aunque la tripulación había descansado lo suficiente y estábamos acercándonos a la zona de combate, para sorpresa mia, los encontré a todos profundamente dormidos. Mis sacudidas y el argumento de que podíamos toparnos con una nave enemiga, acabó por alertarlos.
Contrariamente a lo que el enemigo pudiese esperar, no nos acercaríamos al objetivo utilizando el canal de entrada y llegando desde el norte. Confíados en la pericia de Antoñico y su hablidad para ver donde nadie podía ver, dándole un rodeo a Cayo Francés, simularíamos habernos acercado al objetivo desde la ciudad de Caibarién; para eso sería necesario atravesar el largo, estrecho y peligroso Cañón de Las Brujas, que separa el sur de Cayo Francés de Cayo Borracho.
Lentamente, con las luces de todos los instrumentos apagadas y las armas listas para disparar, nos adentramos en aquel zigzagueante pasadizo. El más pequeño error de cálculo y aquellos acantilados pondrían punto final a nuestra expedición. Contrariamente a lo que hubiera podido esperarse, Antoñico iba tras la rueda, tan relajado y seguro como si estuviese guiando un automóvil por Biscayne Boulevard, sin tránsito y a la luz del día.
Tan pronto como dejamos atrás el Cañón de Las Brujas, se  comenzaron a ver las luces de varios barcos mercantes y más allá el resplandor de la ciudad de Caibarién. Aunque aquellos mercantes estaban suministrando al enemigo y con gusto a todo los hubiéramso echado a pique, ninguno de ellos constituía nuestro objtivo.
Por fin Antoñico detiene la marcha y me dice: --"Mira Tony, esa mole que ves ahí es el San Pascual". Los últimos rayos de una luna que se hunde en el horizonte, me permiten ver hacia donde señala su mano. -¡Toma tú los mandos!  Si esperas unos minutos la oscuridad será completa y no nos verán acercar.
Al tiempo que me sitúo tras los mandos, le doy las últimas instrucciones a mis compañeros: Ramón, dale un Garand a Antoñico y ayuda a Lilo a montar el cañón anti tanque sobre la banda de babor. Gutiérrez, súbete a la proa y ocúpate de la 50...Ramón, cuando termines de ayudar a Lilo, alcánzame una FAL, y coge tú la otra. Ahora, que nadie hable. Voy a apagar los motores y dejaré que la brisa nos acerque un poco más.
Mientras nos dejábamos arrastrar lentamente hacia nuestro destino, sonreí satisfecho, realmente nuestra acción sería un rudo golpe para el enemigo. (De su relato "Guerrillas Marinas".)