jueves, 2 de enero de 2014

DE LOS ARCHIVOS DE NUEVO ACCIÓN
(1-2-14-1:15PM)
PRAGMATISMO, INTRANSIGENCIA, TÁCTICAS Y PRINCIPIOS
Por Aldo Rosado-Tuero 
Las recientes declaraciones del conocido cantautor Pablo Milanés, y las disímiles reacciones que ha suscitado su postura anterior, tan diferente de la actual, entre los exiliados, llaman a la reflexión a los que escribimos para la opinión pública, y al mismo tiempo combatimos a capa y espada a la tiranía de los Castro.  Y esto nos obliga a razonar con lógica. 
Si por una cosa no se ha caracterizado el exilio—analizado como  conglomerado—es, por usar con pericia la inteligencia. En muchas ocasiones hemos actuado—como colectivo—cegados por la pasión, la rabia, el rencor y la improvisación, dejando que primen nuestros sentimientos por sobre el uso adecuado de la inteligencia y el pragmatismo, frente a un enemigo tan taimado e inescrupuloso.  
Sin pretender ofender a nadie, he dicho muchas veces, que la longevidad del régimen se debe más que a la eficiencia y la inteligencia de los castristas, a la ineficiencia y la forma de actuar sin usar la inteligencia de los que dirigen la oposición a la tiranía.  
Creo en la intransigencia, cuando de principios inmutables se trate; pero cuando en el proceso de lucha se presentan distintos escenarios, es necesario dejar a un lado la intransigencia infructífera y comenzar a actuar con inteligencia y sobre todo con una buena dosis de pragmatismo.  
Si en un momento de desintegración del régimen, como parece estar ocurriendo con el castrismo ahora, comienzan a desertar y abandonarlo figuras que hasta ayer fueron defensores a ultranza de él, es hora de comenzar a preguntarse: ¿No sería inteligente tenderles un puente de plata a los que desertan y en lugar de denostarlos, acusarlos, acosarlos y desprestigiarlos; alentarlos y olvidar temporalmente el daño que hicieron, para con esa conducta, alentar a que ocurran otras deserciones de igual categoría o aún másimportantes?
Claro que no estoy recomendando que los proclamemos héroes de nuestra causa, ni que los erijamos en nuestros líderes, pero sí que no mostremos al mundo la cara de inflexibles vengadores. Ya se encargarán la justicia y la historia, una vez derrumbada la tiranía, de situarlos en el lugar que lescorresponda.
Lo que se necesita es que el régimen se desbarate y se le empiecen a desgajar sus soportes. Mientras más alto haya sido la jerarquía de los que lo abandonen, mayor será el impacto al interior de la nomenclatura y mayor nuestro triunfo.
Lo que si es seguro es que si cada vez que el régimen pierde una figura, lo queremos hacer polvo, así solamente vamos a conseguir que otros que estuvieran pensando seguir el mismo camino, se atrincheren y se convenzan que no tienen otra alternativa que defender hasta su último suspiro a la utopía muerta y derrumbada en la que ya no creen.  
¿No sería una verdadera catástrofe para la vieja y carcomida revolución, que—y es sólo un ejemplo—Juan Almeida, o cualquier otro alto jerarca decidiera romper con las ataduras que lo mantienen unido a sus compañeros de fechorías y hacerlo público?   
¿Los motivos? En estos momentos, pragmáticamente debían importarnos poco. Lo que debía importar es que se les desbaratara el mito de la unidad monolítica y comenzara el principio del fin. Ya habría  tiempo en el futuro, en Cuba liberada, para discutir, analizar, recriminar, castigar o perdonar, de acuerdo con lo aportado por cada uno a lograr la solución final y a la consecución del sueño de una Cuba libre. 
¿Parece esta una postura un poco cínica? Tal vez. Yo prefiero llamarla pragmática y una jugada de altapolítica.
Cuando los jefes militares del Ejército cubano que respaldaban a Batista, comenzaron a desertar, lejos de detenerlos, acusarlos e insultarlos, los rebeldes les tendieron un puente de plata y los dejaron tranquilos, y obtuvieron lo que querían: el desmoronamiento del gobierno de Batista. ¿No va siendo hora ya de aprender las lecciones que nos ha legado la historia? (Publicado en la edición del miércoles 7 de enero del 2009)