lunes, 4 de noviembre de 2013

 LA HISTORIA EN LA MEMORIA
CRUZAMORA: PUENTE ENTRE DOS MUNDOS
(11-4-13-4:25PM)
En esta vieja foto de años más felices, vemos de izquierda a derecha a: Pepe Fernández, Aldo Rosado-Tuero, Roberto Cruzamora y Agustín Tamargo (Foto: Archivo Aldo Rosado-Tuero/Nuevo Acción)
Por, Agustín Tamargo, El Nuevo Herald, 19 de marzo de 2006.
El tema esencial de estos modestos trabajos es la política, ya se sabe. Bueno, no la política: el patriotismo. La política es, o puede ser, parte del patriotismo algunas veces, otras no. La mía es la indefinible fiebre que siente un hombre dentro del pecho cuando mira su tierra y la ve degenerada, cuando contempla su suelo natal y lo ve hollado, cuando observa a los hombres que son sus hermanos y no halla en ellos más que desesperación e impotencia frente a un asfixiante, un estrangulador dogal que lo domina todo, desde la cuna hasta la tumba, hace casi medio siglo.
Esa es la Cuba de hoy. Se puede hablar de ella, escribir sobre ella, o soñar con ella sólo bajo el rigor de la angustia. Yo casi no puedo. Trabajo, leo, ingiero alimentos, tengo hijos, gano nuevos amigos. Pero hay en mí siempre un vacío: el de la impotencia, el de la esterilidad. ¿Se puede hablar de plenitud humana cuando ves un cielo que no es el tuyo, cuando pisas una tierra que no es la tuya, cuando las voces humanas que entran en tus oídos no son las tuyas? No, no se puede. Es decir: algunos pueden. Yo, modestamente, no.
Por eso trabajo con cubanos y hablo con cubanos y escribo para cubanos y leo casi exclusivamente libros cubanos. Estos los leo todos: los que ya había leído y algunos que imperdonablemente mi juventud pasó por alto, empujado por la ignorancia o la irresponsabilidad. Últimamente, entre los seres humanos mis preferidos son los hijos de las nuevas generaciones cubanas que están llegando a Estados Unidos. Son mis hermanos, son mis hijos, son el producto de unos brotes humanos intensos que Cuba ha tenido, pero que yo desconozco por mi ausencia. ¿Qué caminos tomarán? ¿Con qué sueñan? ¿Qué propuesta es la que tienen para salvar a la Cuba atormentada? Yo los busco. Yo los encuentro. Yo los trato con sumo gusto. A veces estamos de acuerdo en un tema o el otro, a veces discrepamos. A veces me enfurecen, y los increpo, cuando hablan mal de la Cuba anterior al despotismo, que ellos no conocieron y que yo critiqué en su tiempo, pero que era infinitamente superior, en todos sus órdenes, a la Cuba en la que ellos nacieron y en la que a ellos les tocó vivir. A veces muestran fe en el futuro, otras no. A veces dicen que se quedan aquí, que no regresan. Y ahí es cuando yo me levanto del asiento y me voy.
No sé por qué he llegado aquí en este breve trabajo. Y es quizás porque voy hablar en él de un cubano que para mí simboliza nuestro cubano del futuro. Fue joven pobre, de los montes; fue soldado y después oficial de la revolución; fue preso político muchos años; ha vivido fuera a veces en los jirones de la mísera desesperación del destierro, sin un centavo. Hoy es un hombre acaudalado que habita en una casa de lujo, compra cuadros originales y muebles costosísimos y tiene varios autos, algunos de los de primera línea, que yo no sé ni identificar. ¿Cómo se llama este amigo? Se llama Roberto Cruzamora y en los últimos tiempos se ha hecho un especialista magistral de la publicidad médica y es respetado en el destierro por su seriedad y la profundidad de los temas políticos que a veces toca. Roberto peleó con las armas en la mano, Roberto ha peleado y pelea con la pluma en la mano, y Roberto está ahora trabajando en una obra literaria que, hasta donde han podido ver los expertos, dicen que va a ser una obra maestra. Yo lo creo. Conozco su calidad de persona, su talento de escritor, su raigal fidelidad a la mejor cubanía y a las mejores letras.
Hace algún tiempo Roberto publicó un libro de cuentos. Tenía, tiene, un título medio estrambótico, se llama Folkloriano. Y hay en ese libro muchas narraciones y muchos personajes que auguran el texto que la literatura del futuro tendrá en él. Roberto es un cubano típico: hijo de la tierra, militante de la primera etapa revolucionaria, preso político, exiliado, y sobre todo un cubano al que ni las desgracias ni la prosperidad han podido borrar en su alma el surco profundo que dejó allí su tierra.
Yo lo conozco muy bien. Yo, en cierto modo, sé apreciar el género de sus virtudes, a las que añado su carácter personal cordial y su sentido de la generosidad humana. Yo veo en él a un cubano eminente del futuro. Si algo ha hecho erróneo (como el enfrentamiento con Huber Matos, que nunca aprobé) no quiero anotarlo ahora. Quiero, simplemente, apuntar a lo positivo que hay en él, que es tanto. Y quiero, sobre todo, decir que cubanos como éste, sólido como el tronco de una palma real, espero que haya miles en la Cuba de mañana. Para ponerla otra vez de pie.