jueves, 31 de octubre de 2013

RULETA RUSA-IV-FINAL
(10-31-13-4:30PM)
Por Diego Trinidad, PhD.
El material recientemente revelado—en los últimos ocho años, tiene que ver con las motivaciones de Khrushchev, la resolución de la Crisis, y el peligro que el mundo corrió.  Sobre estos temas, el libro esencial es Khrushchev Cold War, por Aleksandr Fursenko y Timothy Naftali, publicado en el 2005 (la narrativa clásica de la Crisis está también escrita por estos grandes autores, One Hell of a Gamble (1997).  En este libro del 2005, los autores revelan las discusiones en el Kremlin antes, durante y al final de la Crisis.  Son los únicos (y los primeros) que tuvieron acceso a ciertos de los archivos de la Oficina de la Federación Rusa en el 2003 y además, a las notas taquigráficas y a las minutas de la reuniones en el Kremlin catalogadas (y parcialmente tomadas por él mismo como taquígrafo oficial) por el General Vladimir Malin.  Basados en esa documentación, Fursenko y Naftali son los únicos que comparten mis ideas sobre la motivación principal de Khrushchev en colocar los cohetes en Cuba: alcanzar la paridad nuclear con EE.UU. y chantajear al presidente Kennedy para ganar la guerra fría.  Muchos otros consideran (como Dobbs) que estas fueron motivaciones importantes, pero no las únicas.  Nosotros no opinamos tampoco que fueron las únicas, pero si las principales.  Definitivamente no creemos en la justificación de Khrushchev cuando se vio obligado a retirar los cohetes de Cuba: que todo había sido por garantizar la existencia permanente de la revolución cubana, lo que según él, se había conseguido.  Pero esto es demostrablemente falso, como se verá enseguida. 
Las otras dos grandes narrativas sobre la Crisis (en su totalidad) son Defcon-2, por Norman Polmar y John D. Gresham (2006), y la mejor en mi opinión (y la más reciente), One Minute to Midnight, por Michael Dobbs (2008).  Dobbs solo cubre en exquisito detalle, casi hora por hora, los sucesos entre octubre 16 y 28, todo lo ocurrido en Washington, Moscú y La Habana en esos días aciagos.  Pero además, revela por primera vez algunos de los grandes peligros y la existencia de los cohetes tácticos FRK con cabezas nucleares.  Uno de ellos, emplazado en Mayarí Alto, podía haber destruido la Base de Guantánamo en dos minutos en caso de una invasión americana, lo cual nunca se descubrió hasta que Dobbs lo reveló en su libro. 
Dos otros importantes libros (uno publicado hace meses) exploran temas poco conocidos de la Crisis, como los “otros” cohetes, los emplazados en Turquía; y los días siguientes a la “resolución”, incluyendo el verdadero final de la Crisis.  Estos son, The Other Missiles of October, por Philip Nash (1997) y The Fourteenth Day, por David G. Coleman (2012).  Nash describe la historia de los cohetes Júpiter emplazados en Turquía (y en Italia e Inglaterra) en 1962, desde el comienzo de este proyecto en 1957.  La importancia de este libro es que en definitiva, la Crisis se resolvió con el intercambio de los cohetes en Cuba por los Júpiter en Turquía, y Nash ofrece el único relato completo sobre esto.  Coleman cubre algo todavía menos conocido: lo sucedido después del 28 de octubre, cuando la Crisis supuestamente terminó.  Pero no fue así; duró un mes más, hasta que los bombarderos IL-28 fueron retirados de Cuba a fines de diciembre de 1962.  La importancia de este interesante relato es que todavía en esos días hubo gran peligro y todos los acuerdos tomados pudieron haberse anulado. 
Tres libros más deben ser mencionados.  No son historias completas de la Crisis, pero se refieren a partes importantes.  Uno es un clásico, Eyeball to Eyeball, por Dino A. Brugioni (1990).  Aunque se subtitula The Inside Story of the Cuban Missile Crisis, en verdad es un recuento de cómo se descubrieron los cohetes en Cuba y como se analizaron las fotos.  Brugioni fue uno de los principales analistas fotográficos de la CIA y estuvo muy involucrado en el desarrollo de los U-2s y los satélites espías, de manera que sus experiencias son invaluables.  Además, el título se refiere a la famosa frase de Dean Rusk cuando los barcos rusos pararon en el mar después que la “Cuarentena” fue anunciada por Kennedy el 22 de octubre.  Dijo Rusk: “Los dos tipos estaban ojo con ojo (eyeball to eyeball) y creo que el otro pestañó”.  Brugioni también fue el primero que mencionó la “brecha de las fotos”, pero pocos le prestaron atención entonces y cuando escribió su libro, había todavía mucho material sobre la Crisis clasificado como secreto, pero le dio el merecido crédito a los “héroes ignorados” de la Crisis, los analistas fotográficos de la CIA.  Sin ellos, los cohetes estratégicos no se hubieran identificado.   
 El libro October Fury, por Peter A. Huchthausen, capitán retirado de la Marina quien estuvo a bordo del destroyer Blandy durante la Crisis, relata algo muy poco conocido: la odisea de los cuatro submarinos rusos en el Caribe y los barcos americanos que los estuvieron “cazando” en la superficie.  Cuando uno de los submarinos, el U-59, capitaneado por Valentin Savitsky, era acosado por el Blandy, y Savitsky, desesperado por la falta de oxígeno y el calor insoportable (temperaturas de más de 120 grados dentro del submarino), el Capitán estuvo a punto de disparar el torpedo con cabeza nuclear a bordo del U-57.  Cargas de profundidad fueron lanzadas por el Blandy y Savitsky estaba convencido que lo estaban atacando.  Como los comandantes de submarinos tenían la autorización de usar los torpedos nucleares en caso de ataque, esto hubiera destruido (si funcionaba, algo improbable) a un grupo completo de barcos americanos en un área de millas a la redonda.  Casi seguro que hubiera resultado en un ataque nuclear vengativo americano contra Rusia: la Tercera Guerra Mundial, la Final.  Huchthausen también cuenta sobre el programa de submarinos rusos, como los submarinos nucleares rusos, que estaban incluidos en la Operación Anadyr, no pudieron ser utilizados debido a que eran un peligro porque sus reactores se recalentaban demasiado.  Por eso, los más lentos submarinos de petróleo tuvieron que ir al Caribe a “proteger” a la Armada rusa.  Pero los protectores resultaron los cazados, ya que fueron descubiertos por la Marina casi al llegar al Caribe.  La actuación heroica de la Marina americana, quizás quien mejor actuó durante la Crisis, queda bien descrita en este libro, al igual que otro famoso episodio cuando McNamara fue expulsado del cuartel general naval en Washington por el Almirante Anderson, Jefe de la Marina, cuando trató de inmiscuirse demasiado en las operaciones. 
Finalmente, otro libro valioso que narra las experiencias de un alto funcionario del Departamento de Estado, Reflections on the Cuban Missile Crisis, por Raymond L. Garthoff (1989), es de suma importancia.  Aquí se encuentra por primera vez el verdadero final de la Crisis—ocho años después, en 1970.  Como ya es bien conocido, el “entendimiento” entre Kennedy y Khrushchev que supuestamente terminó con la Crisis (pero que en verdad no fue como se cree) fue un simple intercambio de cartas entre los dos líderes el 26 y 27 de octubre.  Siempre se ha pensado que el “acuerdo” (nunca fue tal cosa) era a base de la retirada de los cohetes de Cuba a cambio de una promesa de Kennedy de que EE.UU. no invadiría a Cuba.  Pero esto estaba predicado en que los americanos pudieran verificar la retirada de los cohetes, que pudieran conducir una inspección en Cuba.  Fidel Castro absolutamente prohibió tal inspección, ni siquiera por la ONU.  De manera que el “entendimiento”, desde el principio, quedó invalidado.  Los rusos lo sabían, los cubanos, no.  Nunca se hizo público este hecho.  Simplemente, todos asumieron que en realidad existía la promesa de no invasión.  Como en definitiva se ha mantenido desde 1962, todavía muchos creen que está en vigor y que es válida.   
Nada de eso.  Garthoff relata lo ocurrido, cuando el “entendimiento” Kennedy-Khrushchev se modificó y se puso por escrito: un verdadero acuerdo oficial, aunque ni fue anunciado, ni se ha revelado—todavía está clasificado como secreto.  Esto sucedió en 1970, cuando la “mini-crisis” creada al tratar la URSS de construir una base de submarinos nucleares en Cienfuegos, Cuba.  El Asesor de Seguridad Nacional del Presidente Nixon, Henry Kissinger, al darse cuenta que el famoso “entendimiento” de 1962 era nulo e inaplicable, acordó con el embajador Soviético Anatoly Dobrynin en Washington revisar el “entendimiento” de la manera siguiente.  Se prohibía a la URSS introducir submarinos nucleares en Cuba, además de cohetes.  A cambio, EE.UU. prometía, por escrito, no invadir a Cuba.  Este es el verdadero pacto entre los dos países, algo que nunca se aprobó por el Congreso y algo que ya no puede ser aplicado, puesto que una de las dos partes, la URSS, dejó de existir como nación en 1991.  Garthoff revela esto en su libro y nadie le prestó mucha atención cuando fue publicado en 1989.  Ese fue el final de la Crisis de los Cohetes en Cuba, no en octubre, ni en diciembre de 1962, sino en octubre de 1970.  Y ahora se sabe que SI hubo un acuerdo real—y por escrito--de una promesa de no invasión. Pero nunca se ha revelado y han pasado 43 años.  Repito entonces ¿alguna vez sabremos la verdad de todo lo sucedido y del final de la Crisis? 
Finalmente, hay que considerar la trilogía de libros escritos por Sheldon Stern.  Stern, un historiador eminente, fue quien primero oyó, examinó y catalogó las famosas grabaciones de los años de Kennedy (Kennedy Tapes).  Entre 1977 y el 2000 fue Historiador Oficial de la Biblioteca Kennedy en Boston.  Sus tres libros son: John F. Kennedy and the Secret Cuban Missile Crisis Meetings (2003); The Week the World Stood Still (2005); y The Cuban Missile Crisis in American Memory (2012).  En el ultimo, publicado el año pasado, Stern destruye TODOS los mitos restantes sobre la Crisis, especialmente sobre la actuación de los que participaron en las deliberaciones del ExCom en Washington durante los días críticos de la Crisis. Lo que allí dijeron y lo que después escribieron y declararon.  Aquí todos salen muy mal parados, excepto el Presidente Kennedy y el Secretario Rusk. Stern—y ese es su único problema—es un gran admirador del presidente y considera que su actuación durante la Crisis fue ejemplar.  Con Rusk es simplemente justo.  Rusk, como era su personalidad, fue prudente y nunca habló demasiado, ni entonces ni después.  Eso no quiere decir que sus consejos fueron particularmente buenos, pero no trató de tergiversar los hechos ni de falsificar la historia, como hicieron todos los demás, especialmente Robert Kennedy y McNamara.  Estos libros de Stern, pero muy particularmente The Cuban Missile Crisis in American Memory, deben ser consultados por todos los que quieren en verdad entender lo sucedido, sobre todo de parte de los americanos en esas famosas reuniones en Washington entre octubre 16 y 29 de 1962.  El profesor argentino se beneficiaría mucho en leer los libros de Stern y todos los demás que menciono.  De esa manera, quizás pudiera escribir una continuación bien documentada y revisada de su ensayo “Los Misiles de la Discordia” del pasado año.  
Para terminar este largo trabajo, debo mencionar algo con modestia aparte.  Aunque soy un historiador profesional y llevo 45 años investigando y escribiendo sobre la invasión de Bahía de Cochinos y la Crisis de los Cohetes, los dos sucesos más importantes en Cuba en todos los tiempos en mi opinión, nunca he consultado fuentes originales sobre estos temas, excepto los documentos del archivo del Departamento de Estado (Foreign Relations of the United States) y he conocido y entrevistado a solo unos cuantos actores participantes en estos episodios.  Sin embargo, puedo decir con modestia aparte, pero con toda confianza, que mi capítulo sobre la Crisis de los Cohetes publicado en mi libro (con otros tres autores, Efrén Córdova, el editor, Juan Benemelis y Miguel Castillo) El Ocaso del Régimen que Destruyó a Cuba (2011), es lo mejor escrito en español sobre la Crisis.  Sin comparación.  Ningún autor en español ha leído o siquiera conoce bien las fuentes, sobre todo las rusas, como yo.  Si mis artículos y capítulos—pues tengo cientos de páginas escritas sobre ambos temas—tienen la calidad literaria esperada en algo definitivo sobre algún tema, eso es para que lo juzguen otros, pero las investigaciones y los conocimientos aportados no son igualados por nadie en nuestro idioma. 
La Crisis de los Cohetes en Cuba, que en realidad se produjo a través de ocho meses—desde mayo a diciembre de 1962—en mi opinión es el evento más importante del Siglo XX.  No solo fue el momento de mayor peligro para el mundo, cuando en verdad enfrentamos la posible destrucción del planeta, sino que también fue de gran importancia por muchas otras razones. Fue el episodio que definió la Guerra Fría y que cambió para siempre la relación entre EE.UU. y la URSS. Le costó su posición a Nikita Khrushchev como líder de la URSS.  Nos trajo la carrera armamentista que tanto daño le hizo al mundo y que tanto peligro y malgastados recursos produjo en 46 años de Guerra Fría.  Creó las condiciones y causó, al menos indirectamente, la elección de Ronald Reagan como Presidente de EE.UU. en 1980 y la selección del gran Papa Juan Pablo II en 1978.  Finalmente, aunque indirectamente, produjo la caída y desaparición de la URSS en 1991 y del movimiento comunista internacional también en 1991.  El comunismo internacional resultó en la muerte de casi 200 millones de seres humanos  en 74 años. Eso en si fue lo más trascendental del Siglo XX.  De manera que, Si, la Crisis de los Cohetes FUE el evento del Siglo. 
Nota final.  A los que quieran leer mi capítulo sobre la Crisis y prefieran no comprar el libro “El Ocaso del Régimen que Destruyó a Cuba”, donde aparece (se puede obtener en Amazon.com), si me escriben adtrinidad3@comcast.net, con gusto se los envío.  Tiene como 50 páginas de largo, pero toda la información que quien quiera conocer a fondo este tema, puede ser encontrada en ese capítulo, con todas las referencias, por supuesto.