PANCHO “EL GANCHO”

martes, 5 de junio de 2012


PANCHO “EL GANCHO”
(6-3-12-8:35PM)
Por Esteban Fernández, Jr.  
Los cubanos observamos la campaña que realiza la tiranía a favor de la libertad de los cinco espías que se encuentran en cárceles norteamericanas y recordamos la otra agitación que formaron hace unos años pidiendo el regreso a Cuba del niño Elián González.

Y para algunos todo esto resulta algo novedoso. Hay quienes consideran que estas campañas son inventos nuevos para formar lío y desasosiego en los Estados Unidos. Y para mantener "el espíritu combativo" en Cuba. Pero la realidad es que sólo representa "más de la misma cosa". Lo que pasa es que en el exilio hay gente con mala memoria, y otros que son muy jóvenes hasta para conocer la historia contemporánea de Cuba.

Ya a mediados de 1960 usted no podía poner  la radio ni ver la televisión sin que tuviera que escuchar constantemente una gigantesca propaganda pidiendo la libertad de Francisco Molina alias "Pancho el Gancho".

Al principio del triunfo castrista las principales ciudades de los Estados Unidos estaban cundidas de fidelistas. Unos solamente portaban cartelones a favor de la revolución cubana, pero otros -como Lee H. Oswald el asesino del presidente Kennedy- eran críminales natos y eran utilizados por el recién instaurado régimen cubano en los más deleznables actos. Uno de estos tipejos, matón profesional, guapetón del barrio, vivía en New York, se llamaba Francisco Molina, y como le faltaba un brazo, y en su lugar tenía un garfio, lo llamaban "Pancho el Gancho".

Desde luego que en 1960 New York  también era un hervidero de patriotas anticastristas. Durante la visita del tirano a las Naciones Unidas hubo protestas masivas. Un lugar de reunión de los exiliados era el restaurante "El Prado". Hacia allí, y por órdenes estrictas de Fidel Castro, fue un grupo de matarifes bajo la dirección de "Pancho el Gancho”, y del joven habanero de 20 años Julio Hernández, se personaron en el establecimiento y abrieron fuego contra todos los presentes. Hubo muertos y heridos, entre los caídos falleció la niñita venezolana Margarita Urdaneta. La ciudad entera se conmovió ante la muerte de la muchachita. Quizás esta fue una de las víctimas iniciales del castrismo en el exterior. 

Las autoridades estadounidenses decretaron una cacería humana de enormes proporciones.  Y ni cortos ni perezosos los aparatos de propaganda de la dictadura, que en esos momentos eran simplemente novatos y alumnos de los soviéticos y de los checos, comenzaron una campaña mundial a favor este vulgar asesino, y desde luego se esforzaron descomunalmente tratando de convertirlo en un inocente parroquiano del establecimiento  martirizado por el imperialismo yanqui. 

Al final lograron traerlo a Cuba, lo utilizaron, lo exhibieron como un héroe nacional, y antes de un año lo lanzaron al ostracismo total, lo tiraron al latón del estercolero histórico.  Dicen lo que lo conocieron que al morir se sentía completamente ignorado, traicionado, y pasando mas trabajo en Cuba que un forro de catre.  

Ese será el final para “Los cinco infiltrados”, como lo es ya para Eliancito, para Juan Pablo Roque y para todos los que hagan un pacto con el Diablo rojinegro.