MANUEL CEPEDA

lunes, 23 de abril de 2012


LA HISTORIA EN LA MEMORIA
MANUEL CEPEDA
(4-23-12-5:50PM)
Por Pedro Conde Soladana
Aunque la censura, brazo armado de toda dictadura frente a la información, se impuso, la noticia, como el agua, acabó filtrándose por las rendijas del bulo que en esta ocasión resultó ser cierto.
«El Jefe de una Centuria, la XVI, de Montañeros de la Guardia de Franco, ha girado sobre sí misma dando la espalda al Generalísimo cuando le pasaba revista».
Aquel Jefe de Centuria, aquel hombre valiente y auténtico ha muerto hace unos días. Se llamaba Manuel Cepeda.
Hay que tenerlos «cuadraos», nunca mejor ocasión para decirlo, y de la consistencia del acero para atreverse a dar una orden que era un desaire, un desprecio y un desacato nada más y nada menos que al mismo Jefe del Estado, el General Franco; en pleno poder y vigor de su régimen.
Era el 20 de noviembre de 1957; a diecisiete años del final de la Guerra Civil, el Generalísimo y su atípico Estado se encontraban en pleno auge, con un creciente reconocimiento internacional, avalado por la primera potencia del mundo, los EE.UU., que habían dado su visto bueno a ese reconocimiento con el acuerdo de ayuda y el establecimiento de bases militares en suelo español.
Ese día, aniversario del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera, aquel personaje excepcional, Fundador de la Falange, efeméride anual exaltada en el calendario oficial del régimen y en el majestuoso escenario de El Escorial, una centuria, de la que formaban parte curtidos veteranos, héroes de la Guerra Civil y la División Azul, dan la espalda, con su abanderado y banderín como seña y con el brazo extendido en dirección contraria al Generalísimo que les iba a pasar revista. La orden de ese movimiento de instrucción la dio, contra todo peligro, contra todo pasmo, contra todo reglamento, su Jefe de Centuria, Manuel Cepeda.
¿Quién o qué podría explicar aquel acto de desacato de un falangista a su Jefe Supremo, a la vez Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire?
Sólo la fe en la auténtica doctrina, traicionada y tergiversada, la coherencia en la conducta y la exigencia de su ortodoxa aplicación, puede explicar la decisión de Manuel Cepeda; acto que pudo costarle muy caro.
Qué muestra de ética, honradez y valentía.
Aprendamos. El tiempo no hace viejo ni caduco el ejemplo de los héroes.
La coherencia será quizá la conducta del ser humano para la que Dios tenga preparado el mejor premio y la máxima benignidad.
Manuel Cepeda, un saludo de despedida con el brazo firme, apuntando al horizonte por donde te has ido y nacen los luceros, con la mano abierta y limpia diciéndote ¡Adiós! ¡Hasta pronto!
Fuente: Ágora Hispánica y Patria Nacionalsindicalista
LA HISTORIA DEL INCIDENTE
Era el 20 de noviembre de 1957. En la Lonja del Monasterio del Valle de los Caídos, formada frente a un batallón del ejército se situaba la Centuria XVI de Montañeros de la Guardia de Franco, mandada por su Jefe de Centuria, Manuel Cepeda. La centuria estaba encargada de rendir honores al Jefe del Estado, Francisco Franco a la salida del funeral en el aniversario del asesinato del fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera. La Centuria, estaba compuesta por esquiadores y montañeros veteranos de la guerra civil y de la División Azul y entre ellos no faltaban precisamente los que habían abrazado el falangismo durante los primeros años del partido, antes de la guerra y a las órdenes del propio José Antonio, por lo que para todos, el 20 de noviembre era una fecha casi religiosa. Ese momento eran precisamente los años del final del régimen, ni Franco estaba nada acostumbrado a que nadie le rechistara lo más mínimo y cualquier atisbo de desafectación al régimen, no era tratado precisamente con remilgos y diplomacia.
Cuando Franco descendió por la escalinata del Patio de los Reyes y salió por el portalón del Monasterio, se inició la interpretación del himno nacional. Franco pasó revista al Batallón del Ministerio del Ejército, que ceremonioso prestó honores, sin pasárseles por lo cabeza lo que va a ocurrir unos instantes después. Cuando Franco iba a pasar revista a los falangistas de la Centuria XVI de montañeros, su Jefe de Centuria, el falangista Manuel Cepeda, a menos de un par de metros del mismísimo Generalísimo Franco, da la orden al abanderado de la centuria de dar media vuelta, y al hacerlo este, toda la centuria hace lo mismo, quedando todos los miembros de la centuria de espaldas a Franco, mientras saludan brazo en alto en dirección contraria al lugar donde estaba impertérrito el entonces incontestable Generalísimo Franco. Ni los gritos, ni las voces, ni las órdenes, ni incluso el sonido de algunas armas que se montan para estar listas para poder ser disparadas contra los falangistas en unos momentos de extrema tensión, hacen que ninguno de los curtidos miembros de la centuria flaquee, y por supuesto, Manuel Cepeda menos que ninguno. Fue uno de los mayores y más públicos desplantes de los falangistas que protestaban así por la deriva capitalista del régimen que en nada se parece a lo que el fundador de la Falange había predicado en su doctrina, y con las camisas azules como mera coreografía para un régimen que en nada era nacional-sindicalista. La escena es contemplada con estupor por toda la jerarquía del Estado y por el cuerpo diplomático con representación en Madrid, que rápidamente informan a sus países, y de lo que se hacen eco varios importantes periódicos extranjeros.
El malestar de los falangistas era creciente, que veían como el régimen derivaba hacia un estado capitalista controlado por tecnócratas y que aprobaban leyes como la de sociedades anónimas que los falangistas detestaban, y en el que eran arrinconados los postulados falangistas de Justicia Social, nacionalización de la banca, reforma agraria y propiedad de los trabajadores de los medios de producción.
Muchos de esos falangistas pasan a engrosar las filas de la oposición falangista al régimen de Franco, que siempre había estado encabezada por los partidarios del segundo jefe nacional de Falange, Manuel Hedilla, condenado a muerte por Franco y posteriormente conmutada a cadena perpetua, por negarse a fusionarse con los carlistas y a renunciar a su ideario. No pocos de esos falangistas participan en la fundación de Comisiones Obreras, desde grupos como el Frente Sindicalista Revolucionario (FSR) o la Unión de Trabajadores Sindicalistas (UTS) encabezada por Ceferino Maestú y en esos momentos representan la vanguardia en la defensa de los derechos de los trabajadores, de la que la Seguridad Social creada por el falangista José Antonio Girón de Velasco, es su máximo exponente. No sería este el único desplante de los falangistas a Franco, e incluso en otro aniversario, otro falangista se habría salido de su formación al grito de ¡Franco, traidor! Unas horas después, Manuel Cepeda, era detenido en su casa, por tres comisarios de la policía y su desplante tuvo importantes costes para él y para muchos de los miembros de la centuria. Ese hombre, Manuel Cepeda, que tuvo el coraje para llevar a cabo esa afrenta que nunca fue olvidada por Franco, y con la que se jugó la vida por sus ideales, falleció el pasado 10 de abril en Madrid y fue enterrado en el cementerio de La Almudena. Un gesto, una afrenta para la que hacía falta tanto valor, que hay que reconocer, que si lo hubiera hecho cualquier miembro de uno de los partidos hoy gobernantes, habría sido objeto de cientos de homenajes, honores, cargos públicos e incluso libros. Como no fue de esas filas, su vida y su fallecimiento ha pasado desapercibido en los medios de comunicación, hueco que desde Diario El Aguijón pretendemos llenar con esta pequeña aportación, porque la historia es historia, y las ideas de cada cual, son algo que no debe empañar nunca la existencia de esa historia.
Fuente: Diario El Aguijón