CUANDO ME LEÍAN "LA CARTILLA"

sábado, 31 de marzo de 2012

EL COSTUMBRISMO DE ESTEBITA
 CUANDO ME LEÍAN "LA CARTILLA"
(3-29-12-9:10AM)
Por Esteban Fernández Jr.
Aquí en los Estados Unidos les aconsejan a los jóvenes cosas como: "Digan NO a las drogas"... La verdad es que los consejos que me daban a mí eran de MENOS CATEGORÍA. 
Me iba al cine y me decían: "Oye, Estebita, si hay un fuego en el cine NO VAYAS A CORRER"... Se reían de mi atrevimiento cuando les respondía: "Parece que ustedes prefieren que sufra unas cuantas quemaduras mejor que morir pisoteado"...  
Otra admonición muy importante era: "Acuérdate de ponerte ropa interior limpia por si acaso tienes algún accidente". Es decir que a mi madre le preocupaba mucho que me cayera de la bicicleta, me partiera una pierna, y que al llegar a la Clínica Lavernia el médico me dijera: "Por favor, yo no puedo atenderlo mientras usted tenga puesto ese calzoncillo cochino, váyase a la casa y cámbieselo"...  
"No te puedes meter en la playa hasta que pasen tres horas de haber comido" Y mi madre se paraba, como si fuera un guardia rural, entre el mar y yo, con un reloj en una mano y un amenazador periódico enrollado en la otra. Y mi padre me decía: "No le pases por detrás al mulo de Manolón porque te puede lanzar una patada"...   
Un consejo magnifico era: "Si llueve duro no te acerques al pararrayos de la Iglesia". Parece que creían que existía la posibilidad de que al comenzar el aguacero yo iba a subirme a la torre de la Iglesia en busca de que me cayera un rayo en la cabeza.  
Como dije durante mis palabras en el acto de Municipio de Güines: La parada de la Ruta 33 (La Sambumbia) quedaba cerca del Capitolio, entonces cuando iba a La Habana me daban esta inolvidable recomendación: "Pasea todo lo que quieras en La Habana, pero SIN PERDER DE VISTA AL CAPITOLIO para que puedas regresar sin problemas".  
Una sugerencia que he seguido toda mi vida era: "Límpiate bien los oídos porque te puede salir una mata ahí". Y otra   que tenía que seguir a la fuerza era: "Al colegio se va a estudiar, no a comer catibía", simple y llanamente porque en ninguna de las escuelas encontraba el lugar exacto donde vendían la catibía.  
Recibía una orden que hoy horrorizaría a los sicólogos: "Sí el muchacho es más grande que tú, y te mortifica mucho, y no puedes con él, entonces PARTELE UN PALO EN LA CABEZA".  
Desde luego, en eso mi padre me daba una opción muy buena por sí acaso no me atrevía a darle con una tranca en la cocorotina al abusador: "Si no te fajas con él entonces te tienes que fajar conmigo".  
En época de zafra en el Central Amistad salía a la calle con una camisa blanca y mi mamá invariablemente me leía la cartilla: "Fíjate bien que no te vaya a caer hollín en la camisa".
Una vez el Instituto de Güines tuvo una excursión al zoológico de La Habana, y al despedirme mis padres me dieron una indicación extraordinaria y que seguí al pie de la letra: "Ten mucho cuidado y no se te ocurra meter la mano en la jaula del león".
En la etapa de Batista, y después con Castro, mis padres me cuidaban con una recomendación de seis palabras: "¡Usted no se meta en nada!". Y acto seguido me decían: "¡Muchacho, no camine en el piso frío descalzo!" 
Cuando me ilusionaba con algo me aconsejaban: "Usted no se deje llevar por cantos de sirena". Desde luego, está de más decirles que jamás pude ver a una sirena cantando en mi pueblo. En agosto, con el sol partiendo las piedras, me decían: "Vaya por la sombrita".  
Y al salir de Cuba me hicieron un ruego que no pude seguir: "Allá ni abras las maletas porque esto se cae en cualquier momento y usted regresa para acá antes de dos meses".