LOS HIJOS DE LOS "CEDERISTAS"

viernes, 16 de diciembre de 2011

LOS HIJOS DE LOS "CEDERISTAS" 
(12-12-11-10:25AM)
por Esteban Fernández
Hace unos días  hablamos en contra de la transición pacífica en Cuba y me cayó  encima una plaga de críticos.   Por lo tanto, considero que debemos ahondar más en el asunto: quede claro que hay muchas personas humanitarias y de buena fe que honestamente desean que todo se resuelva por las buenas.  
Pero otros lo que quieren es tirarle la toalla a los crímenes y abusos cometidos por ellos y por sus parientes. Quizás el éxito más grande de la tiranía castrista en 53 años ha sido EMBARRAR a la mayoría de los cubanos. Desde los primeros días de enero de 1959 escogieron  a Comandantes y Capitanes  que no eran de la entera confianza de Fidel, ni de Raúl ni del Che, y los pusieron a presidir juicios sumarísimos que casi siempre terminaban en paredón de fusilamiento para los acusados.  
De esa forma mataban tres pájaros de un tiro: eliminan a los que ellos consideran “esbirros de la dictadura”, comenzaban a sembrar el terror en la población, y  mancillaban la integridad del oficial rebelde involucrado en la farsa. Todavía tengo íntimos amigos que odian al difunto Raúl Chibás por haberse prestado a esa ignominia.   
Ese fue el principio de la mentalidad de “tengo que seguir apoyando a esta revolución porque si esto se cae me arrastran por las calles”. Y poco a poco la cosa se fue incrementando. Desde que el niño entra al kindergarten lo visten de pionero, y de ahí en adelante tratan de “lavarle el cerebro” e involucrarlo en cientos de actividades pro gubernamentales y denigrantes. 
Y al llegar la bancarrota soviética y el sufrimiento del "periodo especial", en Cuba se pone "la caña a tres trozos", y muchos pierden las esperanzas en el futuro luminoso que prometía la revolución.  
Se desencantan, y un gran número opta por poner pies en polvorosa hacia ese  Norte Revuelto y Brutal que los habían enseñado a odiar desde la escuela primaria.  
Aquí en el exterior,  a regañadientes tienen que escuchar y leer las opiniones de los que ellos consideran “esbirros, batistianos, terroristas,viejos decrépitos y lamebotas del Imperialismo”. Y cada vez que tienen una oportunidad salen a contradecirnos.   
¿Quieren cambios en Cuba? Claro que sí. Pero cambios leves, suaves, tranquilos, sin que corra la sangre de los culpables. ¿Por qué? Porque algunas veces cuando hablamos justicia en Cuba estamos aludiendo a un padre que perteneció a los pelotones de fusilamientos y a una abuelita que todavía es chivata en el Comité de Defensa (Cederista) que vigila a los vecinos de su cuadra en Regla.  
Y cuando algún exaltado habla de matar apapipios castristas el día de la liberación,  piensan en el  yerno Juanito,  Capitán de la Seguridad del Estado, e imaginan a su hermanita viuda y a sus queridos sobrinitos huérfanos de padre. Son los que mi amigo Tito llama "los descendientes de PAPITO PAREDÓN Y MAMITA COMITÉ".  
Y encima de eso, piensan en ellos mismos que han participado abiertamente durante muchísimos años en la destrucción de Cuba mediante cientos de actos que beneficiaban a la tiranía.  Y también les preocupan sus tiernos abuelitos que gritaron "paredón", y sus primos guardafronteras, y sus tíos que enviaron inocentes patriotas a las cárceles donde cumplieron largas condenas.    
Quizás, con mucha reticencia, acepten que Fidel y Raúl deben ser juzgados, y a lo mejor 15 culpables mas, pero no quieren que la cosa se haga extensiva a un querido primo hermano que le dicen “Charco de sangre” en Sagua de Tánamo.  
Para algunos de ellos,  los que queremos que los crímenes no queden sin castigo,  somos peores que los criminales. Somos malos porque queremos que su tío Pascualito,  sanguinario Teniente Coronel del  Ministerio del Interior en "100 y Aldabó", sea ajusticiado.  
Son los que dicen: “Esta es la de nunca acabar, ustedes son peores que los Castro, las bayonetas se combaten con flores, con remesas familiares y con el fin del embargo”. Y yo respondo: La de nunca acabar sería si los asesinos y culpables siguen vivos tras la caída del régimen.