VICISITUDES EN UNA CELDA DE AISLAMIENTO
lunes, 21 de noviembre de 2011
LA
HISTORIA EN LA MEMORIA
(11-20-11-11:20AM)
VICISITUDES EN UNA CELDA DE AISLAMIENTO
Por Pablo Pacheco
Avila
El tiempo encerrado me enseñó a valorar las características
de cada reo común y así evitaba disgustos innecesarios. La prisión te da
lecciones increíbles y hay que aprenderlas rápido si quieres sobrevivir a la
miseria humana.
Una mañana no recibimos el agua que de costumbre nos
suministraban los carceleros. Los presos políticos enseguida comenzamos a
protestar porque apenas teníamos para beber y asearnos. La respuesta de los
militares fue simple: la turbina está rota y pronto vendrán carros- pipas con
agua para abastecer a la prisión. Así sucedió.
A media mañana, recibí una nota de un reo común de apellido
García quien me contó que el reeducador Yosbany Gainza había ido por su celda
averiguando los motivos de su buena relación con los presos políticos y que él
le había respondido que por simpatía por la causa. Días después García
desapareció de nuestro entorno.
En el horario
del almuerzo nos sirvieron
arroz blanco, caldo loco (agua hervida con alguna vianda, coditos u otro tipo de
pasta y huesos de res con mal olor), Quimbombó, mermelada de guayaba, harina de
maíz molido y una pasta de soja que era un insulto al plato fuerte. Llevaba
días sin mirar unas salchichas en aceite que mi esposa me dejó en la visita y
las cuales me servían para acompañar las comidas. Terrible sorpresa me llevé
cuando abrí el envase donde las tenía: el mal olor invadió el ambiente de mi
calabozo y comprendí que se habían descompuesto.
Cuando les conté a mis hermanos de causa lo sucedido con las
salchichas, cada uno envió varias de las que les quedaban. Ellos sabían que apenas
ingería lo que daban en prisión y esto me provocó una pérdida de peso corporal
desastrosa para mi salud. Con el tiempo se me detectó una Ptosis Renal y en más
de una ocasión la policía política me sugirió una intervención quirúrgica. Pero
siempre me negué por recomendación de mi esposa.
Tres años después de mí traslado a la cárcel de Morón, un
médico especialista en Urología me indico una dieta para aumentar de peso
corporal, una faja en la región pélvica que evitaba el riñón siguiera
descendiendo, además de tratamiento profiláctico.Afortunadamente logré
recuperarme.
Al llegar la noche y no recibir cartas de mis seres queridos
comprendí que era uno de esos días que es mejor no existir. En celda de
aislamiento la mente se atrofia, el más mínimo detalle negativo te hace
encerrarte en un círculo vicioso que puede influir negativamente en tu relación
con los demás y, sin percatarte te dañas psicológicamente. La dictadura lo sabía
y por eso nos aisló de la población penal por más de 16 meses.
Antes de acostarnos, vino por “La Polaca” un oficial de
guardia operativo de apellido Ortiz para el recuento de los presos. Cuando me
referí al problema del
agua, me dijo: “tampoco yo me he bañado, mañana será otro día”. No pude
soportar el sarcasmo y le grité: “usted es el extracto
del cinismo y un día pagará por tantos abusos”. Pacheco
no estoy para ti hoy, fue la respuesta que me dio.
Esa noche no me bañé, pero
gracias a otros convictos que me enviaron agua pude tomar para calmar la sed y
preparar un refresco antes de acostarme. A la mañana siguiente, la turbina
funcionó de nuevo y el agua nos llegó sin problemas. Esta irregularidad con el
preciado líquido se repitió en otras oportunidades. Los cautivos que estábamos
en “L a Polaca “siempre creímos que era una mecanismo para torturarnos y
desequilibrarnos.
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Etiquetas: ex presos politicos cubanos, Pablo Pacheco Avila, Prision La Polaca, torturas en Cuba
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