LA NUEVA PROSPERIDAD DE 2013: SÍ SE PUEDE -I
lunes, 14 de noviembre de 2011
LA NUEVA PROSPERIDAD DE 2013: SÍ SE PUEDE -I
(11-13-11-5:00PM)
por
Diego Trinidad, Ph.D.
Durante la campaña presidencial de 2008, se le atribuye a la
esposa del candidato demócrata el lema Sí SE PUEDE. Junto con la
letanía del cambio y la
esperanza. Estas consignas impulsaron al Partido Demócrata a la improbable
victoria en la elección de noviembre 2008. En efecto, Sí pudieron, logrando
elegir al presidente más izquierdista y más incapaz en la historia de Estados
Unidos.
Lo lograron con la complicidad
de los medios informativos encubriendo el radicalismo del candidato; con los
billones de dólares recaudados ilegalmente de renegados millonarios americanos
como George Soros y Peter Lewis(foto de la izquierda), (dueño de
Progressive Insurance); con incontables—y también ilegales--contribuciones de
organizaciones islamistas; con la ayuda de fraudes electorales masivos cometidos
por organizaciones comunitarias (la única “profesión” que el candidato ganador
alguna vez ejerció); y sobre todo, gracias a la increíble ignorancia e
indiferencia de los votantes, principalmente los jóvenes y las minorías raciales
(excepto por los cubano-americanos, muchos de los cuales aún así votaron por los
demócratas). El tiro de gracia al inepto candidato republicano se lo dio el
colapso financiero de septiembre-octubre 2008, semanas antes de la elección.
Casi nadie recuerda que a principios de septiembre, antes de la caída de Lehman
Brothers y AIG, John McCain aventajaba al candidato demócrata por seis puntos en
las encuestas combinadas. Después de eso, McCain nunca se acercó ni a cinco
puntos del ganador. La crisis fue provocada por las
intervenciones del
gobierno en la industria hipotecaria a través de los años, gobiernos de ambos
partidos. Más fue mantenida a propósito por casi un mes gracias al presidente
del Banco de la Reserva Federal de
New York, Timothy Geithner,
luego nombrado secretario
del tesoro por el nuevo presidente. Pero en resumidas
cuentas, SÍ PUDIERON.
El mismo lema se puede usar ahora por los defensores de la
libertad. El hecho cierto es que la recuperación económica que puede comenzar
en 2013, después de la victoria
del candidato republicano (quien
sea), no es solo posible, sino casi segura. Esa nueva prosperidad se puede
lograr relativamente fácil y rápidamente, adoptando las exitosas y probadas
políticas de lo que se conoce como Economía de la Demanda (Supply Side
Economics). Estas políticas están basadas en principios económicos racionales
que cualquier persona sensata (no los ideólogos de la Izquierda Eterna, por
supuesto), si los conoce, casi siempre apoya. Son ideas reconocibles y simples,
de sentido común, que solo pueden conducir al buen gobierno. Bajos impuestos.
Control del gasto público. Presupuestos balanceados. Libre comercio. Pocas
regulaciones al sector privado. Moneda estable. Defensa absoluta de la
propiedad privada. Reducción de la deuda nacional. Sector público más reducido
y eficiente. Todo lo cual lleva inexorablemente a la protección y prominencia de
las libertades individuales, el principal propósito de la República Federal
(no Democracia; esa palabra no aparece ni en la Declaración de Independencia ni
en la Constitución de EU) creada en Filadelfia en 1787. Los pobres, los
desvalidos, los incapacitados, reciben la MAYOR protección posible bajos estas
efectivas políticas. No poco a poco, no a cuenta gotas ni a largo plazo. No.
En una economía próspera, TODOS se benefician, incluyendo esos grupos menos
favorecidos. Hay más empleos, se ahorran millones en beneficios, aumentan las
contribuciones caritativas. Y si aun es necesario ayudar a quien no puede
valerse, hay mayores oportunidades de utilizar eficientemente programas de ayuda
del gobierno.
Pero lo mejor y más importante es que estas políticas
sensatas han tenido éxito en las tres ocasiones que se han implementado por dos
administraciones conservadoras republicanas y, sorprendentemente, por una
administración liberal demócrata. En los últimos seis años de Clinton, de 1993
(cuando los republicanos tomaron el control del Congreso) a 1999 (antes de la
debacle de la burbuja de las compañías “punto com” basadas en el Internet, que
costaron cuatro trillones de dólares en pérdidas a los inversionistas), hubo una
combinación de estas políticas, pero no fue por diseño, sino por sensatez. Pero
no se puede comparar esa prosperidad, que de cierto modo se puede ver
como una continuidad de las
políticas implementadas bajo las administraciones de Ronald Reagan desde 1981,
con las tres ocasiones que serán examinadas ahora.
Primero hay que remontarse a la década de los 1920s, después
de la Guerra Mundial. Estos tiempos ya solo los recuerdan los historiadores,
pero es muy ilustrativo revisarlos brevemente. Desde 1893, cuando bajo la
administración del último presidente demócrata que puede llamarse conservador,
Grover Cleveland, se produjo una de las periódicas recesiones del siglo 19,
Estados Unidos gozaba de una economía estable y relativamente próspera. Los
republicanos ganaron el Congreso ayudados por esa recesión de 1893 en las
elecciones congresionales de 1894, y en 1896, también la presidencia cuando
William McKinley derrotó fácilmente al demócrata populista William Jennings
Bryan. En sí, el partido republicano mantuvo el control de la presidencia desde
la elección del primer presidente republicano, Abraham Lincoln en 1860, hasta
1912, con la excepción de dos términos no consecutivos del demócrata Cleveland
(1884 y 1892). Hubo recesiones en esos años, lo cual era lo normal y lo
esperado; así funcionaba el ciclo de negocios (business cycle). Pero no fueron
muy serias y duraron poco tiempo.
En 1912 todo cambió, cuando
los republicanos se dividieron entre el presidente Taft y el ex-presidente
Theodore Roosevelt y fue electo el fatídico gobernador demócrata de New Jersey,
Woodrow Wilson (foto de la izquierda). Wilson estaba convencido que tenía
comunicaciones directas con el Ser Supremo. Ese convencimiento y su
temperamento inflexible lo llevó a extremos nunca antes exhibidos por ningún
otro ocupante de la Casa Blanca. No porque fuera un fanático religioso; no lo
era. Es más, sus creencias privadas negaban en mucho su cristianismo: era un
racista y antisemita y detestaba a los extranjeros, incluyendo a los americanos
naturalizados. Por otro lado, sus “principios” políticos estaban guiados por su
extremismo progresivista. Wilson abrazaba fervientemente y sobre todas las
cosas, al grupo, a la sociedad y al gobierno en contra de los derechos
individuales. Para el, la sociedad era infinitamente más importante que el
individuo, y el beneficio de la sociedad y la justicia social, más la
redistribución de la riqueza tenían prioridad sobre los derechos individuales,
incluyendo la propiedad privada. Por eso, fue un enemigo acérrimo de la
Constitución, de la Declaración de Independencia y hasta de la Declaración de
Derechos (Bill of Rights) casi toda su vida adulta, desde que era profesor de
Ciencias Políticas en la Universidad de Princeton (después presidente de la
Universidad) y gobernador de New Jersey. La enorme mayoría de sus escritos y
publicaciones fueron contra la Constitución y en defensa de los derechos
sociales. Al final, todos esos “principios” políticos se condensaron y se
destilaron en su obsesión con lo que para el era LA DEMOCRACIA y con imponer esa
DEMOCRACIA no solo en Estados Unidos sino en el resto del mundo. Esto, a pesar
que en ninguna de sus dos victorias presidenciales ganó el 50% de los votos
populares; es decir, siempre fue un presidente elegido por minorías. Wilson
simplemente se convenció que sus creencias progresivistas de poner el beneficio
social sobre los derechos individuales (la fundación de este país) y sus
tendencias autoritarias típicas de ese movimiento de saber que sus creencias
eran superiores a las de todos los demás, o sea, su elitismo, debían y tenían
que ser adoptadas en EU y en el resto del mundo. Por eso intervino en los
asuntos internos de México durante la guerra civil de la revolución mexicana y
por eso invadió a México nueve veces, por eso intervino en Haití, República
Dominicana, Cuba, Nicaragua y Panamá. Intervino hasta en Rusia durante la
guerra civil provocada por la revolución bolchevique de 1917 de parte de los
Blancos. Y por eso, finalmente, llevó a Estados Unidos a la Primera Guerra
Mundial, un acto con pocos precedentes en la historia americana, un acto—quizás
se le deba llamar un crimen—inexcusable. Desde ese momento, casi todas las
calamidades americanas hasta el presente, sobre todo el intervencionismo
americano en los asuntos internos de otros países, se pueden fechar.(Continuará)
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