Por: Manolo Pozo.
En estos días cuando hay otra muerte en la estadística de crímenes del castro-comunismo de nada vale estar haciendo comparaciones con anteriores sistemas, porque ninguno ni tan siquiera se aproxima, así de lamentable y simple: ninguno ha sido tan vil y perverso. Hasta la próxima villanía de aquellos estaremos haciendo historias y esperando la hazaña que los desaparezca.
Eso sí, como podemos hacer historias sería bueno repasar para que no nos veamos envueltos jamás en acontecimientos de terror como los vividos en más de cinco décadas sin competencia documentada. Nada ni nadie superará las maldades del comunismo en Cuba. Y nada ni nadie puede volver a colocar a los cubanos en el castigo impuesto de estos larguísimos años.
En un semanario de los exiliados cubanos de California ha estado publicándose diferentes gráficos testimoniales que tienen que ver con el antes y después de Castro. En una de sus páginas de cada jueves ha venido recordándoles a sus lectores sobre crónicas fatales que pesan en el resumen de lo acontecido desde el 1ro de enero de 1959. Y porqué no recordarlo sin comparaciones.
"Yo no lo puse"..."Que lo quite el que lo puso", se atreven a decir allá y aquí en el destierro montones de insensatos, eludiendo así todo lo que no hicieron y toda la felonía que pasaron por alto al cabo de medio siglo. Sobran las comparaciones, aunque también abundan los que pudieron evitar que todo esto sucediera.
En la página editada por los hermanos luchadores de la Brigada 2506, en la ciudad de Los Angeles y que firma Orlando Atienza se establece -a veces- comparaciones históricas que tal vez no deriven soluciones; pero podemos entender que el capítulo de los Brigadistas en la ciudad californiana anda recordándonos que un militar golpista y cobarde arrancó con todos los millones de billetes que pudo aquel primero de enero de 1959 y dejó a su ejército y a todo un pueblo a merced de lo peor que nos ha pasado desde que existimos como nación.
Las comparaciones que establece el amigo Orlando Atienza con la letra "F", de Fidel y Fulgencio, y con la presencia de los hermanos de ambos en sus gobiernos, parece tener poca importancia dentro de la seriedad del tema. Asumo que la página pretende decir algo más. Y es lo que yo estoy haciendo, escribiendo mi versión libre sobre el mensaje del amigo Atienza, con el respeto que les ratifico a mis colegas del semanario y a todos los buenos hombres de Los Angeles
Estoy absolutamente seguro de la infinita desproporción que existe entre el recordista críminal de nuestro infortunio, Fidel Castro y el nefasto presidente Fulgencio Batista a quien ningún cubano de la patria debe eximir por todo lo que dejó pendiente. La alteración constitucional de Batista, su golpe de estado y sus terribles compinches de turno no lo culpan tanto como el hecho de haber permitido que un genocida comunista -que él conocía bien- lo haya vencido estando al frente de un ejercito de 50,000 soldados entrenados y excelentemente armados. Ninguna de las acciones del General Batista lo hacen tan eternamente inmoral y pusilánime al dejar con vida y libre no solo a su rabioso enemigo sino al enemigo de toda la nación cubana; pasando por alto denuncias hecha por hombres de entereza cívica como el Dr. Rafael L Diaz-Balart, quien en el año 1955 advirtió al general desde la Cámara de Representantes de la República sobre la amenaza de la amnistía que se le otorgaría a Castro, pronosticando "que no merece amnistía quien no quiere paz, ni solución nacional de ningún tipo".
No hacen falta comparaciones para hacer historia. Toda una vida sin patria es la verdad que produjo que una fuerza constitucional quedara rendida ante un puñado de bandoleros, los mismos que estuvieron a punto de ser derrotados pocos años después por aquella valiente Brigada de cuatro dígitos (2506).
Entiendo que lo bien citado por el señor Atienza en su columna tiene que ver estrictamente con la traición del General de Columbia y la de los que huyeron con él aquel día de nuestro peor enero. La soberanía fue abandonada el primer día de 1959 y junto a ella un sinfín de excelentes soldados que resultaron inmediatamente perseguidos, encarcelados y asesinados en ejecuciones revolucionarias.
Hace unos días y antes de trabajar en este artículo el ex-preso político histórico Martín Pérez uno de los hombres más respetados y queridos del exilio cubano, terminando una conversación me dijo: "yo fui batistiano hasta el primero de enero de 1959..." A partir de esa conclusión de Martín se inició la idea para la publicación de este artículo. Y que Dios nos deje sin generales y sin comunistas.
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