CRITICAR AL CASTROCOMUNISMO…SIEMPRE
jueves, 13 de octubre de 2011
CRITICAR AL CASTROCOMUNISMO…SIEMPRE
(10-12-11-5:05PM)
Por Andrés Pascual
Cuando Vigilia
Mambisa rompe discos de artistas que vienen a reafirmarle su apoyo tácito a la
tiranía y a llevarle los dólares como pago del diezmo inmoral por el viajecito,
sencillamente ejecutan un acto legal de acuerdo a lo que son las instituciones
en países libres, porque ejercen el derecho de manifestar su rechazo a quienes
la apoyan; pero, cuando los grupos creados al efecto rompieron cabezas, sacaron
ojos y hasta mataron durante los acontecimientos del Mariel 1980, que llamaron
actos de repudio contra personas que ejercían su derecho a ser libres, nadie los
defendió en las calles de Cuba gritándoles asesinos a los sicarios ni
enfrentándolos y lo eran materialmente hablando; igual que cuando agreden
cobardemente a las Damas de Blanco… ¿Acaso existe otro calificativo para
nombrarlos? Es una desverguenza utilizar el cliché de “agente de la CIA” o
“elemento pagado por el imperialismo” para las Damas o para el Regimiento Mambí
de Miguel Saavedra: son 50 años y el casete de mentiras, por el amplio
conocimiento en todo el mundo de la maldad del régimen, nadie quiere
disparárselo.
Criticar dentro de
Cuba o fuera de ella a ese régimen bárbaro, esclavista y criminal no es una
posición política a la usanza; si no una defensa de intereses propios y
colectivos a través de la denuncia personal y/o colectiva.
Lo político es
otra cosa de la que solo se puede hablar en Estados de Derecho donde la
democracia y la soberanía imperen sobre el pisoteo de la dignidad y la moral
ciudadana, que no por gusto el primer pensamiento martiano es el que reza:
“Quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de todos los
cubanos a la dignidad plena del hombre”, antítesis conceptual y material de todo
lo que esa horda que se apoderó de Cuba en 1959 ha hecho.
Luego, criticar
las formas como el dictador ha ido destruyendo el pasatiempo nacional que, para
el cubano, más que un deporte es una parte importante de la tradición y el
folclore, indisolublemente ligado a su identidad, tampoco es un acto político;
sino un reclamo obligado, a través de uno de sus sostenes: la historia.
Para conseguir un
tipo de cubano abiertamente simpatizante de la ideología maligna que es el
castrocomunismo; o para mantener confundidos y manejarlos como ha querido
durante casi medio siglo al resto, la tiranía eliminó la historia patria… Porque
ni están en capacidad de competir con el pasado glorioso republicano ni tienen
la voluntad de hacerlo; por tal razón, ese pasado suprimido, que crea un cubano
lastimosamente a medias, es el principal fiscal acusador de la dictadura
castrista, precisamente, porque, al desproveer del conocimiento de la historia
gloriosa al pueblo de hoy en Cuba, han cometido el crimen de casi dejar sin alma
máter al nacional nacido y criado en los últimos 48 años en la Isla.
Castro eliminó el
beisbol profesional de acuerdo a intereses de la centralización y el control
estatal-personal de la operación económica, porque la actividad era privada;
también porque no era posible mantener un circuito deportivo, que fue el
principal nexo de amistad y acercamiento entre los pueblos de Cuba y Estados
Unidos por compartirse mutuamente diamantes beisboleros a ambos lados del
Estrecho de la Florida, mientras lo que se pretendía era alimentar el odio
vicioso y enfermizo hacia el pueblo vecino.
No, decir estas
cosas no es mezclar lo político con lo deportivo, como tampoco lo es desvestir
el santo de la importancia suprema del deporte amateur ante el profesional
creado por el castrismo, que lleva al cubano de hoy, a veces, a expresar
criterios más que poco realistas, ridículos; porque Mohamed Alí no es recordado
ni famoso por la medalla olímpica de Roma ni José “Chegui” Torres es vigente por
su derrota en la final olímpica de peso mediano ante Lazlo Pap, que pudiera
serlo, porque al boricua le robaron la pelea y con esta la medalla de oro; a
Leonard nadie lo recuerda por el cuero que le dio a Aldama en 1976 en Montreal
ni a Leon Spink por el nocao que le dio a Sixto Soria en la misma competencia;
tampoco a Terry Francona porque bateó de 11-9 contra el pitcheo cubano en 1978 y
1979 ni a Tito Fuentes por lo que hizo como titular de la segunda base cubana en
Costa Rica-61 ni a Frank Thomas por darle un jonrón a Rogelio García en el Cerro
en 1988 ni a Robin Ventura porque impuso record de carreras empujadas en Italia,
también en 1988, en una Serie Mundial Amateur con 29… ¿Por que? Porque el
amateurismo, en los deportes (países) con profesionalismo, solo es un trampolín
hacia la competencia rentada, que dan fama y fortuna y, en estos tiempos, en que
la transnacional del consumo se apoderó del olimpismo, más que nunca.
El recuerdo de la
figura del pasado está acondicionada a circunstancias de interés ideológico en
Cuba: se conoce a Marrero porque se quedó allá; pero no al tercera base de los
equipos Cuba para los cuales pitcheaba el Guajiro, que también se quedó y ya
murió, cuyo juego alcanzó al profesionalismo por la vía de los Monjes Grises del
Marianao y de los Senadores de Washington y hablo de Luis Suárez, la Muralla
Guantanamera; en Cuba se borró el nombre del más grande pelotero amateur de la
Isla en todos los tiempos, Antonio “Quilla” Valdés, porque se exilió y falleció
en Miami; pero nadie de estas generaciones conoce a Mario González, uno de los
mejores bateadores amateurs de la historia del beisbol cubano, porque también
abandonó el país; sin embargo, de Cuba nunca se fueron Pancho Villa Armas, Luis
Olivares, Jorocón García ni Tomás Echevarría y tampoco se les menciona… ¿Por qué
razón? Porque fueron estrellas del poderoso beisbol amateur de antes del
castrismo, “gaveta que no se puede abrir porque tiene cucarachas”.
A finales de los
setentas, Armando Acosta, entonces primer secretario del PCC provincial en
Oriente, le celebró una fiesta de 15 años a una hija con más fastuosidad que la
de un millonario americano y, porque el equipo Vegueros estaba en Santiago,
fueron invitados el manager y dos coaches blancos, ni el equipo, “porque tenía
muchos negros”, ni un coach sepia, Primitivo Díaz, lo fueron.
El
“nomenklaturizado” Armando Acosta era el tipo de fanático del beisbol
“dirigente” que hacía valer su poder político, por tal razón, entraba a la
Comisión y le ordenaba a Servio Borges que le diera un viaje a uno de los suyos,
de esa forma viajó Modesto Larduet, “el catcher que se cruzaba solo”.
Al pitcher zurdo
Gerardo “Puppy” Hernández, sobrino de Jorge García Bango, lo llevaron a un
equipo Cuba juvenil por órdenes del tío. Arnaldo Milián “defendía más y mejor a
los suyos de Las Villas aún”.
A principios de
los 80’s, un miembro de la Comisión de Ciudad Habana fue expulsado, con retiro
del carné de Partido, porque le puso Nolan a un hijo; pero al joven Yasser Gómez
nadie le impedirá jugar profesionalmente porque a sus padres se les haya
ocurrido ponerle un nombre usual en el radicalismo extremista musulmán; ni a
Vladimir Núñez le cerraron puertas porque le hayan colocado el del asesino
conocido como Lenin.
A Pedro Jova le
inventaron un robo para separarlo del beisbol y al pinareño José Cano un robo y
un comentario de homosexual.
Oscar Fernandez
Mell le dijo a Armando Capiró, a principios de 1980 que, “Si quieres no juegues
más, que mientras yo esté aquí tu no regresas a la Nacional…”
A Juan Castro, que
lo retiraron obligado con Casanova en 1988, le dio un infarto en el aeropuerto
de Corea del Sur, porque fue allí y con las maletas hechas, que le dijeron que
no iba a la Olimpíada de Pekín.
A Cheíto Rodríguez
lo liquidaron por un par de miserables dólares, porque nunca fue del agrado de
la camarilla.
A Anglada lo
complicaron con el grupo que entregó juegos en 1981-82, porque creían que Garbey
lo había “convencido” para que abandonara el infierno que venden como paraíso.
A Bobby Salamanca,
defensor del profesionalismo permanentemente hasta que falleció, le aplicaron
tratamiento de enfermo mental en Mazorra; porque: “únicamente un loco podía
pensar así”
Sin embargo, hay
quienes de forma encubierta y como elementos de Castro, desde Cuba o desde
cualquier otra parte, cada vez que se produce la denuncia obligatoria contra el
castrismo en el deporte, aluden a la “mezcla del beisbol con la política”; esos
mismos y otros defienden lo indefendible con “rabian con los logros de la
robolución”
La “robolución” no
tiene logros deportivos ni de ninguna índole, para deportes ajenos al boxeo y a
la pelota se crearon los laboratorios, que son vitrinas y, para todos en sentido
general, se ha usado el dinero necesario para darle leche a la población más
allá de 7 años; o malanga por la libre y barata a jóvenes y viejos por igual.
Estos defensores
del castrismo, de sus logros, sobre todo en la pelota y en el boxeo, no tienen
en cuenta que, en 1962, el dictador se refirió “al triunfo de la pelota libre
sobre la pelota esclava”; con lo que, aparentemente, liberó el beisbol, pero
esclavizó a los jugadores e incluyo aquí a los boxeadores; la protesta o la
incomodidad debería ser contra Castro y esa pandilla de desalmados…aunque tal
vez se esté pidiendo demasiado.
Es una falta de
respeto reclamarle a cualquier cubano porque critique la forma como el castrismo
ha debilitado al beisbol por casi 50 años; pero es una falta mayor acusar a
quien desee que esos equipos pierdan, porque no son representantes de la patria.
Quien no lo crea, quien no reconozca que son propiedad absoluta del dictador y
en función o instrumento de algo muy ajeno al juego, que medite sobre esto: el
tirano le dispensó una “reflexión” a los boxeadores y peloteros que han huído de
semejante barbaridad y los acusó de traidores, como si fuera poco, se abrogó el
derecho de negarles, por siempre jamás y públicamente, el derecho a visitar su
patria…
Traidores-desertores hombres que solo decidieron rebelarse por cuenta propia, a
través de la huída, para hacer valer el derecho humano que consiste en ser dueño
absoluto de sus decisiones personales, cualesquiera que sean.
El castrismo es,
para el atleta de los últimos 45 años en Cuba, una barrera más injusta y
criminal que la racial del Beisbol Organizado, porque aquellos negros tenían su
beisbol estructurado en ligas independientes y la posibilidad de viajar a donde
quisieran fuera de Estados Unidos a jugar pelota y cobrar por ello y, después,
regresar sin problemas.
Hay que ser
indigno e indecente para llamar “político” a la denuncia a favor de una
población que es pisoteada de una y mil formas; pero hay que ser amoral para
defender cualquier cosa de lo que ese régimen hizo, hace o hará…con el beisbol y
con el país completo.
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