LA HISTORIA EN LA MEMORIA TONY CUESTA NARRA UNA DE SUS MÚLTIPLES HAZAÑAS-III

domingo, 20 de marzo de 2011

LA HISTORIA EN LA MEMORIA
TONY CUESTA NARRA UNA DE SUS MÚLTIPLES HAZAÑAS-III
(3-18-11-5:15PM)
Elliot Key
1962, septiembre 10- Fue ametrallado por un barco pirata artillado, la embarcación cubana "San Pascual" y la nave inglesa "New-Lane", que cargaban azúcar, frente a Cayo Francés, en Sancti Spíritus. El barco cubano recibió 18 impactos y el inglés 13. El día 18/09 la organización terrorista radicada en los EE.UU., Alpha 66, se declaró autora del hecho. Participaron en esta acción los terroristas Antonio Cuesta Valle, Antonio Pérez Quesada , alias Antoñico el isleño y Ángel Pouxes, entre otros. (De la lista parcial de ataques marinos realizado por los patriotas cubanos, publicados por la Tiranía )
Mientras Antoñico zigzagueaba en un mar que para nosotros era igual en todas partes, Lilo sacó de la banda de popa una de nuestras cañas de pescar de utilería. Casi de inmediato subió a bordo una enorme barracuda. En la eventualidad de que algún guardacostas nos interceptara, unos pescados acabados de anzuelar no nos vendrían mal a bordo para encubrir nuestra verdaderas actividades.
En el aquel cruce transversal de la Bahía de Biscayne, el práctico me dio mis primeras lecciones empíricas de navegación. Por la coloración del fondo y los pequeños rizos de la superficie, combinándolos con la baja y la pleamar, fui aprendiendo a determinar la profundidad y la extensión de los diminutos canales entre los bajos y arrecifes. Aquel pescador profesional sabía tanto de las condiciones del tiempo y de navegación, que poco después diría: "prefiero tener a Antoñico conmigo a bordo, que al mejor de los radares y medidores de profundidad".
A la vista de Elliot Key, Antoñico nos anunció que como estábamos en plena marea baja, si queríamos ahorrarnos un largo rodeo, no nos quedaba otra alternativa que bajarnos a empujar para trasponer una barra de arena que nos cerraba el paso. Con los Mercurys levantados para que sus propias propelas no tocaran el fondo, le metimos las nalgas y las espaldas a la popa y comenzamos a empujar. Pulgada a pulgada logramos que el bote salvara aquel último obstáculo. Poco después, por babor, dejábamos atrás a Elliot Key y nos adentrábamos en el Océano.
Com sabíamos que el combustible apenas alcanzaría para llegar al objetivo y solo regresar hasta algún cayo de Las Bahamas, estábamos obligados a realizar todos los esfuerzos por ahorrar hasta la última gota de gasolina. Si lográramos planear le sacaríamos el máximo rendimiento a los motores, y lo que era más importante, al rescatar nuestra normal línea de flotación, alejaríamos aquel mar que amenazaba tragarse el barco. De no lograrlo, una simple olita de dos pies pondría término a nuestra operación. Realmente aquel proyecto parecía haber salido de las mentes de un grupo de kamikases japoneses, más que las de un grupo de cubanos exiliados.
Reemplacé a antoñico tras los mandos. Luego de advertirles que había que actuar con precaución y cautela fui moviendo mi tripulación hacia la popa: Cuando la proa se levantara lo más posible al agua, habría llegado el momento de intentar la maniobra. Aceleré a fondos los motores. Pese a que nuestras propelas eran de doble propósito (fuerza y velocidad), cuando mis compañeros se fueron moviendo nuevamente hacia la proa, por mucho que lo intenté no pude lograr que el casco planeara. Para llegar a nuestra primera escala, Cayo Orange, tendríamos que atravesar la Corriente del Golfo en toda su extensión, si el más leve aire batía en contra de la corriente, las olas se alzarían y nada nos salvaría del naufragio.
Ante tan pocas halagüeñas perspectivas, decidí transferir la responsabilidad de llegar a tierra firme, con aquel bote medio hundido, a quien consideraba muy superior  a Antoñico el Isleño: Dios y sus incalculables poderes.
Gracias a que el mar se mantuvo tan tranquilo como una mesa de billar, cayendo el atardecer arribamos a Cayo Orange; el que así lo bautizó le hizo un gran favor, pues no tenía nada ni de cayo ni de orange (naranja), sino puro arrecife de unos doscientos metros cuadrados de extensión, sin agua y sin ninguna vegetación.  Su mejor identificación  la constituía se semi derruída caseta de radar y telecomunicaciones, utilizada durante la Segunda Guerra Mundial en la lucha contra los submarinos alemanes.
Antoñico nos guió hasta el único lugar de desembarco en aquella masa de coral, después de todo, no vendría mal estirar las piernas y realizar las impostergables necesidades del cuerpo humano. Poco después Gutiérrez abría una lata gigante de espaguetis con bolas de carne, aquella fue nuestra primera comida en territorio inglés.
Antes de que se extinguiera la última luz solar, consideré de utilidad para las futuras operaciones, realizar un breve reconocimiento del islote. Entusiasta ante cualquier expedición no importa lo insignificante que esta fuese, Lilo se ofreció para acompañarme. Al terminar la inspección y disponerme a regresar al bote, mi acompañante con una expresión poco usual en su siempre despreocupado semblante, agarrándome de un brazo me detiene para decirme" --¡Escúchame Tony! yo no te lo dije antes porque temía que mi confesión me fuera a descalificar para esta misión...aunque anduve con tu primo Fernando en Cuba en Pleno clandestinaje, jamás he tirado un tiro y nunca me ví envuelto en ninguna acción de guerra. Además...
Cuando trato de interrumpirlo argumentándole que todos tuvimos alguna vez nuestra primera acción, Lilo continuando su discurso, no me deja ni abrir la boca.--Déjame terminar y después dime todo lo que quieras. Yo quiero pedirte un favor muy especial entre hombres, entre revolucionarios...lo único que quiero que me prometas es que, cuando suene el primer tiro si me apendejo, me metas un balazo en la cabeza y me tires por la borda. ¿Puedo confiar en que cumplirás mi petición?
Disimulo mis ganas de reir y la certidumbre que tengo de que estoy ante un valiente; su insólita petición avala la seguridad que tengo en relación a su futuro comportamiento. Sin embargo estoy obligado a darle alguna respuesta a aquel hombre.
--¡Despreocúpate Lilo! Tu petición ha resultado innecesaria. Entre nosotros el que se apendeje le damos, sin que lo pida, un balazo en la cabeza y se lo tiramos a los tiburones.
Tan pronto como Lilo descargó su única preocupación volvió a ser el optimista y alegre compañero de siempre. (Continuará)-  De su relato "Guerrillas Marinas".