DE LOS ARCHIVOS DE NUEVO ACCIÓN: EL DILUVIO Y EL ANDAMIO

domingo, 6 de febrero de 2011

DE LOS ARCHIVOS DE NUEVO ACCIÓN:
(2-6-11-11:20AM)
EL DILUVIO Y EL ANDAMIO
RAZONANDO CON  LÓGICA
Por Aldo Rosado-Tuero
En la búsqueda sincera de caminos que conduzcan a la salvación de la Nacionalidad y de la Patria, hay que estar dispuesto a intentarlo todo. Vale la pena arriesgarlo todo para  lograr la libertad y asegurar la independencia del Archipiélago Cubano, tratando de evitar el baño de sangre. ¿ Quién soy yo? Nadie como persona. Alguien que, sin embargo, ha sacrificado la mayor parte de su vida-acertando y equivocándose- a la responsabilidad de ser cubano, anteponiendo los deberes que la conciencia de serlo conlleva, por encima de sus intereses personales.
Mi postura y mi participación, primero en el clandestinaje, y después en la lucha armada desde el exilio, es bien conocida. Sobre mi actitud frente al comunismo, no creo necesario dar explicaciones. En el órden teórico, todas mis convicciones radicales siguen condenándolo. Sigo creyendo que las naciones están por encima de las clases sociales-cuando la nación sea una comunidad verdadera y no un negocio de los que mandan o usurpan el poder-. Veo la cultura como obra creadora de la libertad humana. Y creo  que sin libertad no se puede vivir. Ésta es indivisible y no se da verdaderamente más que cuando se tiene conciencia de poder ejercerla  normalmente dentro de un ordenamiento jurídico y moral, y no en dictados arbitrarios. Cuando de hecho la libertad es una mera posibilidad nacida de la tolerancia de quienes en cualquier momento pueden inteferirla, no existe.
Aunque aprecio su enorme importancia, no puedo admitir que los valores económicos sean los únicos motores de la historia. Máxime ante las circunstancias de que la utopía misma, en cuyo nombre se actuaba sobre la carne humana como si fuera arcilla insensible, se derrumbó estrepitosamente. Porque el final no era el estado socialista ideal- la sociedad sin clase y sin estado- lo que importaba, sino el instrumento con que tal finalidad debía perseguirse: la dictadura inapelable, el partido único homogéneo y sin resquebrajaduras, el dogma oficial para cada cosa, el poder inabandonable.
Ese intentar reducir la realidad al ideal y de después sustituir la realidad por el instrumento, o lo que es lo mismo, sustituir el fin por el medio, me han hecho meditar sobre el riesgo- nada hipotético- de que cualquier política que intentase algo parecido al comunismo, aunque fuese bajo un signo filosóficamente opuesto, acabaría por caer en las misma perversidades y acarrear las mismas desdichas.
Acaso en mi juventud, cuando vivía más de nociones prestadas que de reflexiones propias y más de hipótesis ideales, que de experiencias, me limitaba a creer que la perversión específica del comunismo estaba en su filosofía y en sus ideas primigenias, y no en sus métodos prácticos, en su moralidad. Eran los años de la fe en la mística y en la poesía de la acción revolucionaria, por la que tantos jóvenes hemos pasado. En aquel entonces no me parecía repugnante la imitación de los métodos comunistas para conseguir el triunfo de una filosofía que resultase su antídoto, su contrario ideal. Hoy pienso de otro modo. Creo que la verdadera paz social sólo se logra sobre la sólida base del respeto mutuo, no sólo para con el amigo o correligionario, sino con el adversario político o ideológico. Que para que exista armonía tiene que primar la tolerancia. Y si esto es veleidad, que me lo perdone quien tenga que perdonármelo. La experiencia me ha reafirmado la  verdad de la máxima evangélica "por sus frutos los conoceréis". Por sus frutos, no por sus palabras. Por su conducta y sus métodos antes que por sus ideas.
La posibilidad de un estallido social de enormes proporciones en Cuba está ahí. Y la posible pérdida de nuestra nacionalidad por la intervención extranjera-individual o colectiva- no es un cuento inventado para asustar patriotas, sino una realidad patente que pende como Espada de Damocles sobre nuestras cabezas. Por eso es deber de todos los hijos de Cuba( y digo todos) el procurar salvarla del cataclismo.
El régimen se ha empeñado en proclamar que todo está tranquilo y que la sucesión está arraigada. En el exterior, hay quienes se empeñan que la única solución es una guerra que nunca han hecho y que saben que no pueden hacer. Es hora de que comiencen a abrirse paso ̶ allá ̶  y aquí- los que ponen los intereses patrios por encima de los personales y asuman posturas consecuentes sin importarles los riesgos que conlleven. La situación actual no conduce a ninguna salida digna ni buena para el futuro de Cuba.
La salida normal y en continuidad de una situación a otra se llama reforma. Otra salida, tal vez menos cómoda, pero indispensable y nada temible se llama cambio. La salida con ruptura de continuidad, con un salto brusco en lo previsible, se llama revolución. La pregunta obligada que se hace el cubano promedio-y los que no son tan promedios- es si la situación de Cuba se va a resolver por una reforma, un cambio o una revolución. Muchos tememos  que el hecho de que el régimen se declare a sí mismo perfecto y suficiente, y el hecho, más sintomático aún, de que anatematice a los que propugnan reformas o cambios, como aliados de los más extremo, signifique su voluntad de dejarnos ante la cruda alternativa que ya-según la historia- se le ocurrió proclamar a un rey francés -y es bueno recordar que con éxito-: "Después de mí el diluvio".
Ante esta fúnebre alternativa no quedará más remedio a los que hasta ahora han apoyado al régimen que cambiar su actitud y buscar un acercamiento con los que no aspiramos a arrancarles la cabeza, sino a  salvar la patria. Claro que esto puede cuestionar el asunto de la lealtad. A esto voy a contestar con una parábola que solía mencionar el fallecido poeta español Dionisio Ridruejo cuando lo acusaban de ser un desertor de La Falange. Decía Ridruejo: "Una vez, unos cuantos levantaron un andamio para construir una casa. Pero pasaron los años y los del andamio seguían sin construir casa alguna. Algunos se sintieron defraudados y hasta comenzaron a cobrar aversión por el andamio y sus ocupantes.  Éstos les decían : ¿Pero  no habéis jurado fidelidad al andamio? Y los otros les contestaban: mejor puede decirse que hemos jurado fidelidad a la tarea de hacer la casa, y si no usáis pronto el andamio para eso, mejor será tirarlo y nosotros empezaremos a construir la casa como Dios nos dé a entender".
Cubanos que aún apoyan al régimen, es hora de bajarse del andamio. Que un andamio no es un lugar muy seguro para pasar "el diluvio"
(Publicado en la edición del  lunes 26 de febrero del 2007)