DOS ALAS

miércoles, 19 de enero de 2011

DOS ALAS
(1-18-11-5:00PM)
Por José Alberto Álvarez Bravo
Eduardo E. Rodríguez (foto), nació en Estados Unidos, circunstancia que le confiere el derecho natural y legal a residir en la meca del desarrollo material. Sin embargo, la atracción ejercida por la Isla del Encanto, cuna de sus padres, determinó su radicación permanente en la tierra que los cubanos consideramos segunda ala del gran pájaro caribeño.
Borinquén es también patria adoptiva de muchos cubanos desterrados por la sevicia del régimen castrista. El bueno de Delfín Leyva está entre quienes viven con un pie en cada isla.   
Que los cubanos radicados en Puerto Rico se sigan sintiendo atados emocionalmente a su Cuba querida no ha de ser motivo de sorpresa, pero sí es al menos curioso el amor de Eduardo a la causa de nuestra libertad. Curioso, y loable.
Mientras muchos nacidos en la tierra de Martí sueñan y se empeñan en emigrar, y luego de alcanzar su meta olvidan sus laceradas raíces, este boricua americano está pendiente, sin descanso, del tema cubano. ¿Podremos algún día agradecer y resarcir su dulce y edificante desvelo?
Hombres como él no necesitan palabras para decir que una es la opresión, dondequiera que se ejerza, y una la sed de redención que hermana a los seres amantes de la libertad y el decoro de sus pueblos.
Cuba y Puerto Rico son, de un pájaro las dos alas, pero uno solo es el amor a la dignidad plena del hombre, y es en esa dignidad donde se borran gentilicios, desaparecen fronteras, y la tierra toda se funde en un gran continente de amor al prójimo.
Eduardo ha decidido fundirse conmigo en un abrazo solidario, alimentando el espíritu universal del amor a la libertad en cada pueblo privado de ella. A este fin, me ha redactado una carta que pone de relieve la calidad humana de este esclavo del deber y del amor a la justicia.
Confiesa que el mejor aguinaldo recibido este año es haberse enterado de mi decisión de levantar el ayuno que observé durante 16 días. En realidad, tanto el inicio como el levantamiento de mi protesta fueron reacciones a sendas acciones de quienes detentan en Cuba el poder omnímodo. Inicié la protesta porque la élite castrista ordenó asediar mi domicilio para impedir el acceso de mis hermanos de la disidencia, y la levanté cuando decidieron suspender su grosero pisoteo a mis derechos. La más longeva tiranía del hemisferio carece de solvencia para pagar el precio de otro Zapata, y pudo constatar, a través de sus médicos, la firmeza de mi determinación. Acobardada y vencida, cedió.
La imagen del tigre la da Fidel Castro a Hubert Matos al aconsejarle no meterse en su jaula, pero la comparación con una boa, es sin dudas, más exacta. El régimen castrista ha mantenido asfixiado entre sus anillos de acero al noble pueblo cubano, exprimiendo todo su cuerpo  para después engullirlo con placer y sevicia.
También tiene razón Eduardo al ponderar la dicha de estar en suelo natal. Confieso que hace mucho tiempo me dejé embullar por alguien y pedí refugio en Estados Unidos, pero por suerte no califiqué. También por ese tiempo Aida Valdés Santana me pidió quedarme un par de años más enfrentando “a este monstruo de maldad”, y heme aquí, casi veinte años después, haciendo lo que pueda por mi país.
Toda la razón del mundo la tiene Eduardo E. Rodríguez cuando afirma que “tener patria y libertad es tenerlo TODO”. Y nosotros tenemos ese todo. Ni nos expatriamos voluntariamente, ni nos dejamos expulsar de nuestra tierra. Cuba es de y para todos los cubanos, sin excluir a quienes, con sus cuerpos en otras geografías, tienen sus corazones atados a nuestra isla-prisión. Libres también somos, a pesar de habitar en una tierra donde un grupo de forajidos empoderados conculca –o trata de conculcar- ese sagrado derecho. Y es que la libertad, como la felicidad y otros estados del alma, es individual. Una cosa es que un gobierno respete o no el derecho de sus ciudadanos, y otra el concepto mismo de libertad, que asumimos con el Apóstol como “el derecho que todo hombre tiene a ser honrado (es decir, a que se le honre), y a pensar y hablar sin hipocresía”, y eso es lo que hacemos los disidentes cubanos.
Gracias, muchas gracias, Eduardo, por tu bienvenida al mundo de los vivos. Dejaré el dominó, pero les queda claro a los señores del bunker que también sabemos morir con hidalguía si es preciso, aunque no sea la muerte lo que buscamos. Moveremos las piezas del ajedrez político, y trataremos de mantener en jaque a los entes del averno.
Un fuerte abrazo para todos los corazones que en Puerto Rico laten a compás por la libertad de Cuba.