PREGUNTAS SIN RESPUESTA
por Diego Trinidad, Ph. D.
Después de casi medio siglo de la invasión de Playa Girón en 1961, todavía las principales y más importantes preguntas permanecen sin respuestas. Lamentablemente, aunque ya casi toda la documentación sobre este triste episodio, el cual consolidó la todavía entonces frágil revolución cubana, ha sido revelada, estas preguntas casi seguro nunca serán contestadas. Porque las preguntas mas importantes que quedan se refieren a las razones y motivaciones, sobre todo del presidente americano John Kennedy, en primero permitir el lanzamiento de la invasión, a pesar de todas sus dudas y reservas, y sobre todo, en restringir los bombardeos a la fuerza aérea de Castro (FAR), la cual era imprescindible destruir antes del desembarco de la Brigada 2506 en Playa Girón, para poder tener control del aire sobre Bahía de Cochinos y asegurar el establecimiento de una cabeza de playa en Cuba. Esto era una parte esencial del Plan Zapata, y sin el control del aire, no era posible. Como bien se sabe, al suspender los bombardeos de abril 16 y de la madrugada del 17, Kennedy condenó la operación al fracaso y desencadenó una serie de eventos que terminaron consolidando la revolución. Pero Kennedy nunca le dijo a nadie por qué había permitido la invasión y por qué había suspendido los últimos dos bombardeos, y esos secretos se los llevó a la tumba cuando fue asesinado el 22 de noviembre del año siguiente.

Con motivo de un nuevo aniversario de la invasión, el número 49, han sido publicados algunos trabajos interesantes, entre ellos dos notables. El pasado 18 de abril, el escritor Don Bohning(foto de la izquierda) publicó un artículo en The Miami Herald, “Anatomy of a Failure”, en el cual cuenta de una llamada fatal realizada por el Asesor de Seguridad Nacional McGeorge Bundy al SubDirector de la CIA, el General Charles Cabell, el dia 16, que según Bohning condenó al fracaso la operación. El segundo fue escrito por Brian Latell, investigador asociado al Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami y por veinte años a cargo del buró de Cuba en la CIA. Latell publicó su reporte titulado “The Phantoms of the Bay of Pigs” en una revista electrónica del Instituto y lamentablemente no ha recibido mucha cobertura mediática, pero es mas intrigante que el de Bohning. A continuación, unos breves comentarios sobre los dos.
El problema con el corto escrito de Bohning es que la secuencia de eventos no es correcta, ni tampoco fue esa llamada tan trascendental como él piensa. Bohning ha escrito extensamente sobre la invasión y las relaciones entre EU y Cuba, sobre todo durante la administración de Kennedy, pero aunque es relativamente objetivo, es uno mas entre los tantos apologistas de Kennedy—quien por supuesto fue el responsable de la cancelación del segundo y tercer bombardeos, siguiendo las recomendaciones de ese otro también gran culpable que fue su Secretario de Estado Dean Rusk. Bohning además le da mucha importancia a las declaraciones de Cabell—algún tiempo después de los hechos, cuando la memoria se vuelve más selectiva—ante la comisión presidida por el General Maxwell Taylor para “investigar” el fracaso de la invasión (pero realmente para encubrir la responsabilidad de Kennedy). He aquí lo ocurrido. En la tarde del 16 de abril, un domingo, Washington estaba casi desierto. Pero en el War Room de la CIA (todavía el presente edificio en Langley no había sido construido), E. Howard Hunt y un pequeño grupo estudiaban las últimas fotos tomadas por aviones U-2 sobre Cuba y el Oficial de las Operaciones Aéreas a cargo, el Coronel “George” (Hunt no lo identifica por su nombre), estaba a punto de ordenar la partida de los B-26s desde la pista de Puerto Cabezas, Nicaragua, para completar la segunda misión de los bombardeos y eliminar lo que quedaba de la FAR. En ese momento llegó al War Room el General Cabell, quien había quedado a cargo de la CIA durante la ausencia del Director Allen Dulles, en Puerto Rico para una conferencia y convenientemente ausente de Washington para evitar a los medios de información. Cabell preguntó a “George” qué hacía y cuando fue informado de que el segundo bombardeo estaba a punto de partir, dijo: “Tenía entendido que la segunda misión había sido cancelada”. “No General, la autorización fue destruir toda la FAR, sin restricción del número de bombardeos”, contestó “George”. Esto no era verdad, pero “George” decidió “malinterpretar” la orden de Kennedy del día antes, cuando a raíz del primer bombardeo y el descubrimiento de que los B-26s no eran de la FAR, como primero se había informado, la reacción en la ONU fue muy desfavorable hacia la posición de la administración de Kennedy y el representante de EU, Adlai Stevenson (quien no sabía casi nada del plan y también había sido engañado sobre la procedencia de los B-26s porque no se le consideraba confiable) protestó que sin saber lo que hacía, su labor era insostenible. Rusk entonces recomendó a Kennedy suspender los otros dos bombardeos planeados y Kennedy así lo decidió, ya que los dos consideraron que apaciguar a la opinión pública era mas importante que completar las misiones aéreas.
Cabell ordenó la suspensión de la segunda misión, con los aviones ya en la pista listos para despegar, mientras consultaba con Rusk. Rusk confirmó la cancelación, pero llamó a Bundy a la Casa Blanca para asegurarse. Eso ocasionó la llamada de Bundy a Cabell citada por Bohning. Pero nótese que Bundy solo fue el mensajero, confirmando la cancelación ordenada por Kennedy. Por cierto, desde entonces, los apologistas de Kennedy, incluyendo a Bohning, han culpado a Stevenson de la cancelación, mencionando su “amenaza” de renunciar a su posición en la ONU si los planeados bombardeos se permitían, pero eso es falso. Stevenson nunca amenazó con renunciar, solo pidió que se le mantuviera informado y que no se le mintiera. Sí, él también estaba opuesto a la operación entera, pero no fue el responsable de nada. Mientras tanto, ahí no terminó el caso. Cabell, acompañado de Richard Bissell, el Director de Operaciones de la CIA y el jefe de la Operación Zapata, fueron personalmente a ver a Rusk a su apartamento en la noche del 16 para convencerlo de cambiar la orden de cancelación. Rusk se negó, pero llamó a la Casa Blanca informando al presidente de la insistencia de Cabell y Bissell sobre la importancia de reconsiderar su orden, agregando su recomendación de mantenerla, lo cual Kennedy hizo. Rusk le pasó el teléfono a Cabell preguntando si querían hablar con el presidente, pero los dos rehusaron. Años después, en sus memorias, Bissell admitió que debió haber hablado con Kennedy, pero esto de nada hubiera servido. Ya veremos lo que dice Latell al respecto, pero antes de terminar con Bohning, queda mencionar que la noche siguiente, el 18, cuando los brigadistas estaban a punto de ser destruidos, Bissell trató por última vez de convencer a Kennedy. Junto con el Almirante Arleigh Burke, Jefe de Operaciones Navales, Bissell confrontó a Kennedy a la salida de una recepción de gala en la Casa Blanca y los dos le rogaron al presidente que al menos permitiera aviones de la Marina que volaran sobre Girón para proteger a los invasores y tratar de salvar la operación. Kennedy se negó rotundamente, diciendo que eso “involucraría” a EU. A lo que Burke contestó explosivamente, “Pero al Diablo, Señor Presidente, estamos involucrados”. De nada sirvió. Como San Pedro, Kennedy por tercera vez se negó y con eso condenó al fracaso la operación. Ver en referencia a lo antes escrito mi capítulo sobre Girón en el libro de Efrén Córdova “50 Años de Revolución: El Legado de los Castro”, pp. 471-73. Tambien ver “Give Us This Day”, de E. Howard Hunt (testigo presencial), pp. 195-98 y “Reflections of a Cold Warrior”, de Richard Bissell, pp. 183-86.

Latell(foto de la izquierda)) en su intrigante reporte simplemente menciona la serie de preguntas incontestadas sobre la invasión, los “fantasmas” a que se refiere en el título. Pero lo más interesante es que menciona algo escrito por un alto oficial de la CIA, Jim Flannery, muy involucrado en la Operación Zapata y quien trabajó estrechamente con Bissell y luego con otro Director de la CIA, Richard Helms. Flannery concluyó, después de examinar todo lo conocido sobre la fracasada invasión hace algunos años: “No tiene sentido. Algo falta. Y apuesto que lo que falta quedó entre Bissell y Kennedy y nadie mas”. A lo que se refiere Flannery es a los planes, iniciados por Bissell desde tiempos de Eisenhower, de asesinar a Fidel Castro antes (o durante) la invasión. Esto ya era conocido hace tiempo, pero no muy detalladamente. Fue el investigador y periodista Seymour Hersh quien reveló muchos de esos detalles en su libro “The Dark Side of Camelot”, publicado en 1997, sobre todo la existencia de trece reuniones secretas entre Bissell y Kennedy en la Casa Blanca desde su toma de posesión hasta días antes de la invasión. Otros importantes libros han aparecido desde entonces, pero en general, a estos planes de asesinato no se le habían dado mucha importancia hasta la publicación en 2008 del libro “The Bay of Pigs”, de Howard Jones, a quien conocí personalmente en la Universidad de Miami cuando presentó el libro y quien ha cooperado mucho conmigo en ciertas otras investigaciones. Yo también incluyo esos planes en mi capítulo sobre Girón del libro ya mencionado de Efrén Córdova. Y lo debo directamente a una conversación que tuve con Brian Latell en su oficina aquí en la Universidad de Miami hace como cinco años, ya que fue él quien me dirigió al libro de Hersh y otros sobre el tema.
Hasta recientemente, Bissell para mi era una figura relativamente admirada. Sin embargo, es muy posible que en verdad hubiera convencido a Kennedy del éxito de esos planes de asesinato. Esto explica bastante la aparente apatía y desinterés de Kennedy en los planes de la invasión y sus detalles. Pero ni con mucho lo explica todo. Y muy definitivamente no exime de culpabilidad al presidente por todas las funestas decisiones que tomó antes y durante la invasión. Lo que mas dudas me causa ahora sobre Bissell es algo que él mismo menciona en sus memorias, cuando en referencia a si le había revelado a Kennedy la operación (entonces llamada Operación Trinidad, cuando el desembarco iba a ser por Casilda) antes de la elección de 1960, de lo que fue acusado junto con Allen Dulles por Richard Nixon en su libro “Six Crisis” de 1962. Bissell confiesa que quizás un mes antes de la elección “inapropiadamente le dije (a Kennedy) que estaba de acuerdo con mucho de su filosofía”. Esto para mi es bien preocupante, pues crea una impresión de intimidad mucho mayor que lo pensado hasta ahora. Eran amigos socialmente y se hicieron mucho más íntimos, sobre todo mientras los dos solos conversaban acerca de los planes para asesinar a Castro. Se sabe que Kennedy planeaba nombrar a Bissell Director de la CIA en julio de 1961, al retiro de Dulles, y Bissell admite en sus memorias la importancia que los planes de asesinato tenían para él y para el presidente. Es mas, estos planes eran un secreto bien guardado entre ellos y un pequeño grupo, que no incluía ni al oficial a cargo directo del proyecto (project manager), Jake Esterline, quien solo se enteró cuando se le pidió un cheque de $50,000 en blanco para “ciertas operaciones”. Cuando se negó, solo entonces fue informado de los planes. Y se horrorizó, así como también el Coronel Jack Hawkins, el instructor militar de la operación. Pero los planes prosiguieron conjuntamente con los de la invasión hasta el final. De manera que nunca sabremos si el mismo Bissell no insistió en salvaguardar muchos elementos esenciales del ya emasculado plan de invasión, tales como el cambio del lugar del desembarco (Casilda por Girón), la reducción de número de aviones B-26 en las misiones, y por supuesto, lo que resultó el tiro de gracia al plan: la cancelación de los bombardeos después del inicial del 15 de abril, debido a su confianza en que Castro sería eliminado antes del desembarco.
Todos los que hemos estudiado la invasión de Bahía de Cochinos objetivamente y no tenemos como propósito el de revisar la historia, sabemos muy bien que la cancelación de los bombardeos fue la causa del fracaso. Bissell lo admitió. Bundy tambien, cuando un mes antes de la invasión previno a Kennedy de la absoluta necesidad de destruir toda la FAR antes del desembarco. John McCone, quien sucedió a Dulles como Director de la CIA así igualmente lo escribió en dos cartas inéditas a Bissell en 1984: por eso había sido el fracaso. Dulles lo admitió en sus memorias inéditas (pero todavía en la biblioteca de la Universidad de Princeton). Y hasta el mismo Fidel Castro lo aseguró sin titubear en una entrevista con el profesor Ernst Halperin de la Universidad MIT poco después de la invasión en La Habana. A una pregunta directa de Halperin sobre por qué había fracasado la invasión, Castró respondió: “Por falta de cobertura aérea”. La cual no se produjo porque el segundo bombardeo, diseñado para destruir lo que quedaba de la FAR, fue cancelado. ¿Por quien? Por Kennedy, por supuesto, el gran y único responsable del fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos. Como se titula un popular programa de TV local: Caso Cerrado.
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