HAITÍ FIDEICOMISO Y TUTELA-(II)

sábado, 23 de enero de 2010

HAITÍ FIDEICOMISO Y TUTELA-(II)
(1-22-10-5:30PM)

Por Luis Conte Agüero
HOY
Anda el ataúd en andas de seis dolientes que cantan. Canta la garganta y llora pesares el corazón. Alzan un cuerpo quebrado por avalanchas de escombros. ¡Venganza de los escombros cuando se construye mal!
Cayó el Palacio en escombros, metáfora que desnuda la impotencia del poder ante la fuerza mayor. El polvo se arropa en nubes que oscurecen el ambiente cual alfombras contra el sol. Escombros son los que fueron hospitales, edificios, iglesias, bancos, hoteles, cuarteles, templos, jardines, viviendas, parques, casinos.
Cayeron los ministerios. Desapareció el gobierno. Edificios de ladrillos; menos cemento y más agua, no resisten terremotos. Y en las viviendas caídas, escombros de tierra y barro; no entramado de hormigón. Sepulturas más baratas.
Bajo los escombros, cuerpos. Bajo los escombros, llantos. Bajo los escombros, gritos. “Cúbrete boca y nariz con cualquier cosa que puedas. Quédate quieto y ahorra las energías que te quedan. Para no deshidratarte, bébete, niño, tu orine”. Y rondando los escombros mil puñaladas de peste. Señor de las epidemias; hedor mayor, no te expandas. Mañana sería peor.
Se nos murió el Arzobispo; lo aplastó su Catedral. No distinguen los desastres jerarquías ni importancias. Un poco de agua bendita y palabras en creole despiden la camioneta con el rústico ataúd. Funeral de terremoto; terremoto funeral. Va en maderas de pesebre; sigue la estrella de Dios.

Duele el duelo en todo el pueblo. Sin agua, sin luz, sin pan; sin el pan de la esperanza. Magna magnitud de 7. Naturaleza en asfixia declaró la guerra al tiempo. Guerra ajuste de calores. Necesidad de acomodos. Tierra ajena y tierra nuestra. El suelo que sube y baja. El mal no tiene remedio. Brutal estremecimiento. Vuelan teléfonos móviles con mensajes de emergencia.
¡70 mil y más lutos! 3 millones de afectados necesitan caridad. Cadáveres en las calles; como basura, y bien muertos. Cadáveres ambulantes son los vivos. ¡Olas y mares de heridos bañan de infierno el paisaje! La catástrofe dispara todos los miedos del miedo.
¡Dios! ¡Mi Dios! gime la gente. Gritan niños: ¡Jesucristo! ¡Cristo! ¡Cristo! ¡Jesucristo! Fidelidad infantil en miedos de amanecer. ¡Son criaturas, criaturitas, sólo empiezan a vivir!
Cadáveres descompuestos  se empujan al caminar. Son Hospitales las calles. Medicina popular. Carnicerías de cuerpos para cortar la infección. Mutilados, mancos, cojos. Procesiones de lisiados. ¡Alma lisiada y maldita quien no comparta esta pena!
Mujer que llora rescate. “Vengan aquí, que me muero” Y ya rescatada, muere. Hombre que encuentra consuelos en rasgares de guitarra.

Hombre que no disimula, liberado de complejos:” ¡Cómo no quieren que llore mirando a mis hijos muertos. Esos son; son esos tres  y se marcharon sin mí!”
Este perdió la razón porque perdió la familia. Y se perdió entre las llamas, holocausto enloquecido!
Dos años tiene ese niño que asoma el rostro asustado. Otro niño de dos años asimismo se salvó. Y dos mujeres exclaman: ¡Dos milagritos de Dios!
En las flojas estructuras que el descuido construyó, huelen perros policías miasmas, sangres, excrementos. Los pobres perros locales apenas pueden ladrar. ¡Cuando los perros no ladran! Van los hambrientos hocicos mostrando la lengua afuera. Sin piltrafas y sin huesos qué pobre vida de perro.
Triste multitud que vaga caminando entre los muertos. Los vivos lucen fantasmas, fantasmas de flaco cuerpo.
Muchos mueren esperando una ayuda generosa muy difícil de entregar. Faltan pistas, caminos, equipos. Se vuelven comunes las fosas comunes. Guardan soldados el orden contra quien quiera romperlo. Disciplina de los rifles. ¡Qué tiene rifles la paz! Y se le suma en pandilla de implacable tribunal la gente fiera que quema al delincuente ladrón. 6,000 presos escaparon ¿Sabrán respetar la pena? El hambre es bestia bandida. ¡Tiene colmillos el hambre! Y hay que guardar bien las filas, las filas interminables.
Sirve la calle de hogar. Misericordia sin techo. Mira desde el suelo el cielo. Tengan piedad las estrellas para la niña durmiente.
Benedicto XVI pide la ayuda de todos. Que el hombre se done en Dios. Brindan escuelas católicas ejemplos de caridad. Cayeron seminaristas alzados en oración.
Allá lejos, en Los Angeles, pide ayuda el Cardenal; busca ángeles en la tierra. ¡Salve distancias la fe! ¡Y que llegue como besos la ayuda entrañable y pronta!
EE UU, Francia, España, Alemania, Reino Unido, La Unión Europea.
Canadá, Japón, China, Indonesia, México. Iglesias episcopales de la América Latina. ¡Ah! Mamá maravillosa lleva su bebé cargado como tesoro infinito.
La Cruz Roja Americana hace la cruz y trabaja. Presidentes que son y que han sido se juntan para servir. América se agiganta cuando muestra el corazón y abraza en abrazo noble. Van y vienen sus aviones. Helicópteros mejores que ambulancias. A veces la ayuda externa exige la Apocalipsis para prestar atención. Esta vez la pena es tanta que todos de Haití se apiadan. Misericordia a la miseria. Jamaica, Buscatopos, celadores, policías y bomberos. Soldados contra rufianes. Artistas y deportistas. También otras religiones, y nuestro exilio cubano.
Amores dominicanos: Cultivan la misma tierra; el mismo cielo los cubre. ¡De verdad que son hermanos, no importan los odiadores, Santo Domingo querido! Al muelle de Barahona llegan los “americanos”. Y al Aeropuerto María Montez. Jimaní forja un Olimpo con sus dioses de bondad.
Se afirma lo caribeño. Francia regresa a raíces cumplimentando el pasado. Lloran Naciones Unidas los agentes que perdieron… y localizan relevos.  Van de rescate y socorro gente buena de la tierra. Puerto Príncipe es el puerto de la humanidad que llega.
TPS para haitianos: Grandioso Estados Unidos abre brazos a la pena.
Haití se yergue ante el mundo en plegaria y gratitud. Y más allá de los pánicos; derrotando a la derrota, se empinan voces angélicas. Son los angelitos negros que a los pintores de santos reclamara el buen poeta.
Cuán dulces suben al cielo sus gorjeos de oración. Cuánta ternura en las notas. Niñitos, negra la piel, blancos los dientes y el alma, son querubines sin alas. Celestial coro en la tierra.  Melodía en la tragedia. Sonrisa limpia a la muerte. Cómo cantan, cómo encantan, los niños tristes de Haití.(Tercera Y última parte, próxima edición)