Lo que pasa en Cuba

lunes, 30 de noviembre de 2009

Lo que pasa en Cuba
 Lo que traemos a continuación, léanlo bien, es un ejemplo de lo que sucede centenares de veces todos los días en la Cuba de hoy. El cubano de la calle, como podrán ustedes ver, tiene que enfrentarse diariamente a la difícil tarea de buscar la comida para su familia, mientras que otros “vivos” compran esa misma comida en grandes cantidades para después revenderlas a los que no llegaron a tiempo, a precios tres o cuatro veces mayor de lo que ellos pagaron. Esta tragedia, de la que a continuación publicamos un ejemplo, fue descrita por un periodista cubano y publicada por un periódico cubano.

Por Antonio J. Fernández 
Abel Sosa (Edificio E-14-12, apto. 18, Micro 10, Alamar, Ciudad de La Habana) descubrió otras «diversiones» en el Parque de diversiones José Martí, de ese reparto, cuando llevó a su hijo de tres años el pasado 21 de noviembre. 
Estaban allí a las 9:00 a.m., justo cuando abren el recinto. Y la primera contrariedad fue observar una cola de 20 adultos, de ambos sexos, sin niños: marcaban para la cafetería, a todas luces revendedores de golosinas infantiles. 
Una empleada alertó a Abel que si quería comprar se apurara, pues enseguida se acaban. Efectivamente: ese día vendían galletas dulces, a granel: seis pesos no por libra, sino por jarra, una nueva «unidad de medida». Antes de llevar a su hijo a los aparatos, Abel marcó detrás de los coleros, cada uno con grandes jabas y bolsos. Y por las conversaciones que mantenían, son asiduos al parque. 
Lo que vio era indescriptible: personas que compraban hasta 20 jarras de galletas. A Abel se le ocurrió protestar, y prácticamente fue rodeado por varios de ellos, quienes le increpaban con frases retadoras. 
Se dispuso entonces a complacer a su hijo. Y para sorpresa suya, de los tantos aparatos que funcionaban cuando el Parque se inauguró, apenas cuatro estaban activos ese día. Los demás, según pudo averiguar, están rotos. Las trabajadoras de allí, amables y cordiales, le informaron que el Parque ha estado subordinado a varias entidades, y que no existen presupuesto ni recursos para garantizar el mantenimiento y reparación de los equipos. 
En cuanto al control de los revendedores sobre las golosinas, que a fin de cuentas se venden allí para los niños, Abel considera que la administración de ese centro debía mirar lo que se hace en tal sentido en el Parque de la Maestranza de la Oficina del Historiador de la Ciudad: es requisito para acceder a él ir acompañado de niños, y cada pequeño recibe un ticket con el derecho a comprar un módulo de golosinas. Así evitan el acaparamiento. 
Sobre la rotura de los equipos, este redactor sugiere que podría convocarse a los innovadores y racionalizadores, para que desplieguen en el Parque esa inventiva que tantas veces ha salvado al país. En Cuba hay verdaderas leyendas en eso de recuperar lo que parecía perdido ya. 
Quizás, el redactor de este artículo no pueda, en un periódico cuyo dueño es el Estado –como todos los periódicos cubanos- decir la verdad monda y lironda. Pero si el lector revisa con paciencia su último párrafo, caerá en cuenta que con mucha suavidad y cuidado, sin hacer acusaciones, lo dice todo. ¡Pobre Cuba que después de Machado y Batista creyó que se habían acabado las dictaduras y los dictadores! Y el peor de todos ya lleva más de 50 años matando, robando, arrasando, encarcelando y enriqueciéndose. ¿Hasta cuándo…?